miércoles, 30 de julio de 2008

Crónicas de un tiempo sin líneas (IV)

Reclusión

-Este tribunal decide condenarle a setenta y cinco años de reclusión. Esta medida está en consonancia con la brutalidad de los delitos cometidos por usted. Para nuestra sociedad usted es una aberración, una disfunción incomprensible para todos. Por esta razón recurrimos a una solución extrema: la reclusión. Así como pena accesoria le condenamos a que todos sus recuerdos le sean borrados, su identidad permanecerá en suspenso hasta el cumplimiento íntegro de la pena.

-Apelaremos Señoría- grita mi abogado.

-Está en su derecho- contesta el presidente del tribunal. Pero antes de que lo diga, le anticipo que la ejecución de condena no será suspendida mientras se resuelve el recurso. Si su apelación prospera, su representado será sacado de su estado de éxtasis, su conciencia, identidad y recuerdos serán recuperados. Pero hasta ese momento, si llega, su representado cumplirá la condena.

Mientras juez y abogado discuten, sólo pienso que pasaré casi la mitad de mi vida en un sueño sin conciencia, sin memoria, creyendo que estoy siendo castigado, pero sin estar seguro de si realmente es un castigo, sin conocer la razón. Para cuando despierte no me reconoceré, la imagen envejecida que veré reflejada será de otra persona y posiblemente nadie me reconozca y quien sí lo haga fingirá no conocerme. A esto último ya me he acostumbrado. En estos seis meses de proceso nadie se ha tomado la molestia de visitarme, ni amigos ni familiares. Todos han mirado en otra dirección o como mis padres, se han encerrado en casa, demasiado avergonzados como para salir al exterior. Mi nombre ha sido borrado de la familia, ya no existo ni en el pasado, sólo en el expediente de la causa abierta contra mí. Incluso los otros presos rehuían mi compañía, notaba el miedo y el resentimiento en sus miradas, en sus gestos. Tenían miedo a que mi presencia entre ellos, la cercanía o el contacto físico los pudiera contaminar con mi delito, como si este fuera una enfermedad infecciosa.

Al menos tendré el consuelo que durante estos años de reclusión no seré consciente de este vacío social. Creí defender a mi especie y los intereses de la compañía. Cuando descubrimos aquel planetoide rico en nuestra fuente de energía y comprendimos que aquel pequeño planeta podría el solo cubrir nuestras necesidades energéticas durante varios cientos de años, nunca pensé...

¡Qué diablos! A quién trato de engañar, ya no estoy delante del tribunal, sabía perfectamente que aquellos filamentos rosados necesitaban nuestra fuente de energía para sobrevivir y tampoco puedo negar que sabía perfectamente que aquella trama de filamentos esparcida por todo el planeta era una forma inteligente de vida, quizá la inteligencia de un hormiguero, pero lo suficiente para primero tratar de comunicarse con nosotros y después de defenderse. Incluso cuando el oficial científico señaló unas columnas de casi diez metros como construcciones artificiales, una forma orgánica de colectores solares que permitía la transformación del codiciado mineral en energía. El sustento de los filamentos, ignoré sus advertencias. La codicia, el deseo de un éxito rápido y fácil me cegó.

Sólo la integridad de los oficiales y tripulantes de la nave impidió que continuara cometiendo el crimen más horrible concebido por nuestra sociedad, la destrucción de otro ser vivo de forma premeditada. Lo peor de todo es que nada de eso era necesario. Tras mi arresto, el primer oficial, después de pedir disculpas y asegurar que el responsable de la destrucción sería castigado, pudo llegar a un acuerdo con aquellos filamentos. Resulto que sus deshechos aún continuaban siendo ricos en el codiciado mineral. Luego todo fue sencillo, un acuerdo justo y a cambio, cientos de años de suministro energético.

El juez interrumpe el repaso de mis inútiles actos.

-Retiren al condenado- Un guardia se acerca a mí, pero el juez lo detiene con un gesto, y mirándome fijamente, me parece que incluso con odio, dice:

-Le advierto que cualquier intento por su parte de acortar la condena o tentativa de fuga, sólo llevará aparejados más años de castigo. Incluso puede ser obligado a reiniciar su condena desde el primer día, así hasta el día de su muerte. Otros ya lo han intentado antes, ninguno ha logrado eludir el cumplimiento de su pena, nunca nadie ha logrado escapar de sus actos ni de nuestra justicia.-Mira al guardia. -Ya puede llevárselo.

Mi abogado me acompaña camino de la cámara de tránsito, ese será el lugar en el cual mi cuerpo permanecerá recluido mientras cumplo condena.

-No se preocupe- dice mi abogado -tengo muchas esperanzas en la apelación, no ha quedado del todo demostrada su premeditación. Lo miro con poco optimismo, quizá él tenga alguna duda, quizá el sistema tenga una grieta, pero ni el juez ni yo teníamos ninguna duda. -¿Y si la apelación funciona? ¿Cómo lo sabré?

-No se preocupe, lo sabrá,- responde con el entusiasmo de quien espera dejarme pronto para poder sumergirse en la apelación de su vida. -No conozco los detalles concretos del proceso, sólo sé que la extracción puede ser traumática, pero en pocas horas le devolverá su vida. Evidentemente los recuerdos de sus años de reclusión no desaparecerán. Eso sólo ocurriría si su inocencia fuera completamente demostrada y este no es el caso, ni lo será. Con la apelación, en el mejor de los casos lograremos una reducción de la condena o un cambio en el régimen penitenciario. Un exilio en algún planeta helado o desértico, pero no espere mucho más. En su encierro no recordará nada de su actual vida, pero cuando regrese todo ese tiempo estará en su mente.

En el pasado, cuando aún era libre y tenía toda la vida por delante, vi a otros exreclusos. Parecían almas en pena, desorientados, murmurando frases incoherentes. Sólo eran despojos, sombras de quienes fueron y pudieron ser. Algunos de ellos, los más lúcidos podían volver a tener una vida casi normal, incluso unos pocos eran reintegrados en sus antiguas familias, pero estos eran la excepción.

-Aquí me despido- dice mi abogado -no puedo ir más adelante-. Miro al abogado, no le guardo rencor, no lo ha hecho mal, pero no se lo había puesto fácil. Para librarme no hubiera necesitado un abogado, sino un milagro. Pero aún así guardo en él mis últimas esperanzas.

Dos hombres de blanco me acompañan. Me introducen en una sala tan blanca como sus uniformes, inmaculada, y donde no parecen existir paredes. En el centro una cámara colocada en posición horizontal. De algún lugar surge una voz.

-¿Tiene usted alguna pregunta antes de iniciar el procedimiento?

-No… bueno sí.

-¿Cuál es su pregunta?

- Si no recuerdo quién soy y dónde voy a estar, ¿cómo podré evitar tratar de escapar?

-No debe preocuparse. Se le implantará a nivel subconsciente un impulso de permanencia, no deseará abandonar ese lugar, permanecer allí le parecerá lo más importante de su vida. Algunos llegan hasta el punto de hacer caso omiso de este impulso, pero son una excepción. ¿Alguna pregunta más?

-No, no tengo más preguntas-. De hecho tengo miles, todas las que se me puedan ocurrir para evitar empezar el proceso, pero sé que nada lo evitará, así que decido obedientemente tumbarme en la cámara. Se cierra una cúpula transparente, un gas parece filtrarse desde mis pies inundando el cubículo. Empiezo a notar un sueño pesado, me resisto a caer en el vacío de la inconsciencia, pero pronto todo se oscurece y desaparece.

Noto calor, pero este se interrumpe bruscamente por una fuerte presión en mi cuerpo, noto frío, presencias a mi alrededor, alguien hurga en mi boca. Abro los ojos y una luz intensa me deslumbra, estoy desorientado, una voz que no se dirige a mí dice:

- Felicidades, ha sido un niño- Entonces trato de hablar, pero de mi garganta sólo sale un estridente llanto.

martes, 29 de julio de 2008

Sin título

Por Fuentenebro.

No sé por qué se lo dije en ese momento, pero la subida por el monte me había dejado roto. Todo el maldito día caminando para buscar níscalos…, ¡pero si ella sabía de sobra que ya casi no quedaban! Yo creo que justamente por eso se decidió a hacer ese revuelto. Tampoco es que me gustase mucho y lo sabía de sobra. ¿No lo iba a saber después de 15 años? Dios mío, 15 años ya…

Y mañana tendré que aguantar a la bruja de su madre, como todos los Domingos desde hace 15 años y un mes.

Siempre pensé que fue ella la que acabó con Manolo, y no el cáncer de pulmón como dijeron en el Hospital. Al fin y al cabo, con el cáncer vivió muchos años y no lo llevaba tan mal, es verdad que tendría que haber dejado de fumar…pero la que lo mató fue ella, todo el santo día detrás de él gruñendo, amargándole la vida hasta consumirlo.

-Manolo, coge el jersey que parece que va a enfriar y luego soy yo la que tiene que cuidarte.-

-Manolo, si vas a bajar a Villanueva trae el pan de Casa Penlés que es el que nos gusta a todos, y no ese otro que coges en Chichapán.-

- ¡¡Manolo!! ¡Deja el cigarro de una vez o se lo digo al médico! El día que te mueras, no pienso ni ir a tu entierro.- Y se lo decía con esa cara fea y amargada, que para acostarse con ella, mi suegro seguro que le echaba la manta por encima y le tapaba la cara

¿Toda la vida trabajando como un negro para mantener a su familia, para luego no poder fumar un cigarro si le daba la gana?...Dios, qué asco de vida.

Y solo cogí seis níscalos, a ver con qué cara entraba en casa con esa mierda de cesta. Ya me la estaba imaginando:

-Claro, seguro que en vez de buscarlos estabas mirando el río a ver si veías truchas. Basta que yo te pida algo para que sea justamente eso lo que no puedes hacer.

Si te hubiera pedido unas truchas para la cena…me vendrías con la cesta llena de setas.-

Cuando abrí la puerta la vi ahí, en la cocina, con esa sonrisa que ponía a veces y que yo nunca entendí. Como si supiera algo que nadie más sabía, como si tuviera algo que no tenía nadie más.

Entonces, lenta y suavemente, se lo dije:

-Adela, ¿engordaste un poco o son cosas mías?- Y mientras veía apagarse esa sonrisa de sus ojos, me agaché un poco para darle un beso en los labios.

-No te preocupes, mujer, si para los años que tienes, te conservas muy bien".

viernes, 25 de julio de 2008

Crónicas de un tiempo sin líneas (III)

El amor es para siempre
No sufráis, niñas, no sufráis...Que el hombre es un farsante;Un pie en la tierra, otro en el mar. Jamás será constante.¿Por qué sufrir? Dejadles ir...y disfrutad la vida.No cantéis, niñas, no cantéis lamentos de infortunio que el hombre falso es desde que el mundo es mundo. ¿Por qué sufrir?Dejadles ir...y disfrutad la vida. Vuestros suspiros convertid en cantos de alegría.
William Shakespeare. Mucho ruido y pocas nueces.
-Irene cariño, no ha sido culpa mía-. Grito estas palabras encerrado en el despacho, mientras trato de marcar un número de teléfono, casi ensordecido por los golpes contra la puerta y los gritos con los que Irene acompaña su llanto. Ya han aparecido dos patrullas de policía avisadas por los vecinos. Se han marchado, riéndose, después de comprobar que salvo el mobiliario nadie había sufrido daños físicos.
No ha sido culpa mía, todo el mundo sabe que estas cosas pasan, uno no sale a la calle buscando un nuevo amor. Se levanta como todos los días y por casualidad acaba conociendo a otra persona. Es un accidente, eso es, sólo es un accidente. Y estos, todo el mundo lo sabe, son inevitables.
Yo era feliz con Irene, bueno… aún lo soy. Pero la chispa de entusiasmo de los primeros años ha desaparecido. No tengo ninguna queja. En cambio, ella de mí podría confeccionar una larga lista de quejas y de defectos. Irene ha lidiado con esos defectos de mi carácter durante todo este tiempo sin realizar un solo reproche, pacientemente. Y siempre con cariño ha estado a mi lado, unas veces en silencio, otras hablándome durante horas sólo para intentar que me sintiera mejor. Pensaba que entendería la situación, siempre ha sido tan comprensiva. No se me ocurrió pensar que esta vez pudiera ser diferente.
Cuando la conocí creí que mi amor sería para siempre, también es verdad que nunca antes una mujer como Irene me había hecho caso. De hecho casi todas las mujeres pasaban por mi lado como si fuera invisible, eso cuando no tropezaban conmigo por el hecho de que no habían reparado en mi presencia. Para ellas era poco más que un ficus en la puerta de una oficina. Así fue gran parte de mi vida. Mientras mis amigos parecían tener una facilidad pasmosa para “ligar” yo siempre era el tonto que se quedaba sonriendo en un rincón, tratando de disimular mi desconcierto y por supuesto mi envidia. Todo cambió cuando conocí a Irene, fue un amor a primera vista, ella era un sueño, mi sueño, el de cualquier hombre. Supongo que nunca he sido gran cosa, ni en lo físico ni en lo intelectual y el paso del tiempo no ha mejorado, ni siquiera ha logrado disimular estas carencias, más bien diría que ha ido empeorándolas. Pese a todas las operaciones e injertos, mi barriga ya se anuncia más de lo debido y salvo en el trasero, apenas me queda ya pelo. Así que fue una sorpresa que alguien inteligente y atractiva como Irene mostrara desde el primer minuto tanto entusiasmo y cariño hacia mi mediocre persona y desde ese día hemos estado juntos. A su lado por fin fui inmensamente feliz, esa parte de la vida que nunca antes había descubierto, de la que sólo había sido testigo, por fin se me revelaba y todo se lo debo a ella.
Pero ya se ha terminado. He intentado decírselo, explicarle mis razones, pero no me dejó acabar. Nunca hubiera esperado una reacción como la que ha tenido. Empezó a cambiar de color, sus ojos se inyectaron en sangre y me fulminó con su mirada. Parecía a punto de lanzarse sobre mí, pero entonces empezó a llorar y a gritar, lloraba como nunca antes había visto llorar a nadie ¡y joder¡ lleva horas haciéndolo. Es horrible mi cabeza está a punto de estallar, lo he intentando todo, órdenes directas, chantaje emocional, amenazas, incluso seducirla, pero no hay manera, su llanto no cesa. Finalmente, después de cinco intentos, el teléfono da tono de llamada.
-Industrias Gente Sintética, ¿dígame?
-Oiga, tengo un problema con uno de sus androides.
–No se preocupe de nada señor. Nosotros estamos aquí para ayudarle en cualquiera de sus consultas o problemas. ¿Qué modelo por favor?
-Un 1200B- respondo.
-Antes de continuar señor, ¿me podría decir su nombre para dirigirme a usted?
-Juan, Juan Fernández. Aunque quizá usted quiera llamarme Juan tonto-el-culo -digo casi en un susurro.
-Perdón Don Juan. ¿Qué ha dicho?
-No, nada señorita.
-Muy bien Don Juan, ¿en que puedo ayudarle?
-Pero si acabo de decírselo, tengo un problema con uno de sus androides.
-Bien, Don Juan. ¿Me podría dar el número de serie por favor?
-Oiga ¿y de dónde saco yo ese número?
-Está en la planta del pie de su androide Don Juan.
-¿Pretende usted señorita que le pida a mi androide que levante su pie para que me enseñe el número de serie? Usted debe estar de coña. Ni loco le pido yo ahora mismo a Irene que se descalce y me enseñe el pie.
-Si en este momento no es posible consultar ese dato, también puede obtenerlo del contrato firmado con nosotros. Es el código alfanumérico de doce dígitos que consta en el encabezamiento. ¿Tiene usted a mano nuestro contrato?
-Espere un momento-. Por dios que se calle de una vez, esos gritos me están acuchillando la cabeza. Busco en la uno de los cajones de mi mesa de trabajo. Ahí está. Casi me siento un campeón al haber encontrado un contrato que ni recordaba que existía.
-Lo tengo señorita. Le dicto: 894571120Ueb.
- Gracias Don Juan. Ahora ¿me podría dar el código que se le facilitó el día de la adquisición?. Está justo debajo del número de serie.
-189094 ¿y ahora qué coño me pedirán? ¿Mi DNI?
- Está bien Don Juan. Ahora por favor ¿me podría dar su documento nacional de identidad?
¡La madre que los…!- Señorita por favor, que es una emergencia…
- Don Juan es mi obligación preguntarle todos estos datos, es por su seguridad, debemos comprobar su identidad.
Le resoplo mi maldito número de identidad, al menos este me lo sé de memoria.
-Muchas gracias Don Juan. Si me concede un segundo realizo las comprobaciones necesarias.
No me da tiempo a contestarle y a los gritos de Irene se le suma ahora la canción estúpida y pegadiza de su publicidad.
-Hola de nuevo Don Juan. ¿Esta usted ahí?
-Claro que estoy aquí, señorita.
-Sí, es correcto .Usted adquirió un modelo de compañía, sexo femenino, hace unos cuatro años.
-Pero señorita ¿puedo explicarle cuál es mi problema?
La voz amable me responde: -Señor todos estos pasos son necesarios para ayudarle, lo mejor posible, a resolver su problema. Y bien, dígame, ¿cuál es el problema?
Por fin hemos llegado a la parte que me interesa.
-Pues mi androide esta gritando, golpeando la puerta y llorando.
-Perdón, ¿dice que su androide llora? Eso es imposible.
-¿Imposible? Acerco el teléfono a la puerta unos segundos. ¿Lo ha oído señorita? ¿Me cree ahora?
-Yo no tengo ninguna razón para no creerle Don Juan, sólo le digo que eso es imposible.
-Pues este lleva seis horas berreando como una loca. Alguien debería decirle que es imposible, a ver si así se calla de una puñetera vez.
-Bueno Don Juan, cálmese, nuestros androides son muy estables, no enloquecen y sus leyes básicas les impiden hacer daño a ningún ser humano. No corre usted ningún peligro.
-Señorita… era una manera de hablar.
-Veamos. ¿Ha probado a reiniciarlo?
-Pues sí señorita, tres veces. Y no sólo no se reinicia sino que cada vez chilla más alto.
-Vaya, pues Don Juan, le paso con el servicio de mantenimiento, porque este tema parece complicado. Antes de que le pase, ¿tiene usted alguna otra consulta relacionada con nuestros productos?
¡Cago en tó!, ¿de dónde sacan a estos genios? –No, señorita…no tengo más consultas ni problemas.
-Entonces le paso. Buenas tardes y gracias por llamar a nuestro servicio de atención al cliente.
Vuelvo a oír la cancioncilla que si antes me resultaba indiferente, ahora cada vez que la escuche me provocará un ataque de epilepsia.
-¿Dígame?- otra voz, esta vez masculina me atiende. –Don Juan mi compañera me ha informado de que tiene un problema con uno de nuestros modelos.
–Si- respondo con una voz cansada.
-Bien, no se preocupe, su unidad funciona correctamente.
Me despierto de golpe - ¿Cómo? Si lleva seis horas berreando, ¿quiere que le acerque el teléfono?
-No será necesario Don Juan-, responde con la misma voz suave, que siempre tiene el efecto de exasperar más. -No, no señor, no es ningún problema. Seguramente usted ha comunicado a nuestro androide su deseo de poner fin a la relación.
-Pues sí, eso es lo que ha ocurrido.
-Entonces no se preocupe, es nuestra rutina de doble-confianza.
Empiezo a desesperarme. Rutina de doble-confianza, de qué diablos está hablando este tipo. Inspiro profundamente y pregunto con la contención del psicópata:
-¿Puede por favor explicarme eso de la “rutina”?
-Es bien sencillo- responde -. Estamos convencidos de la excelencia de nuestros productos, de que estos están en condiciones de satisfacer todas sus necesidades a lo largo del tiempo y de que usted, pase lo que pase, siempre volverá a confiar en nosotros. Por eso, hace tiempo decidimos establecer, en todos nuestros sistemas, una rutina de doble-confianza. Así evitamos que nuestros clientes tomen una decisión precipitada o poco reflexionada. Es por el bien de nuestros androides y por supuesto, una forma de conocer las nuevas necesidades e inquietudes de nuestros clientes.
Me encantaría poder estrangularle con sus propias palabras o en su defecto ahorcarme con el cable del teléfono, eso si tuviera cable ¡malditos móviles! Opto por guardar silencio.
El tipo del teléfono, inasequible al desaliento o quizá animado por mi silencio, continúa con su explicación.
-¿Usted ha pensado en las consecuencias de esa decisión para su androide?
-¿A que se refiere?- Pregunto mientras busco con la vista un espacio adecuado en la pared para darme un cabezazo.
-Me refiero al hecho de que su memoria será borrada, desmontado y posiblemente destruido. Eso sí, de acuerdo con las normativas medioambientales, en Gente Sintética no sólo nos preocupan las personas, sino también el medio ambiente. En resumen, abandonando a su androide, poniendo fin a su relación con ella, la está condenando a muerte.
-Desconocía que ese era el destino de los androides. No lo había visto desde este punto de vista.
-Lo sabemos Don Juan, por eso nuestra compañía establece esa rutina de reflexión, para evitar decisiones precipitadas por parte de nuestros clientes. Pero también entendemos que las personas y sus necesidades cambian. Por eso le ofrecemos la posibilidad de actualizar el software y el hardware de su androide con ventajosas condiciones. Conservando en lo esencial la identidad de su actual compañera, si eso es lo que desea. Vaya… acabo de ver que hoy cumple cincuenta años. Felicidades Don Juan.
-Gracias- respondo preguntándome cómo narices sabe ese tipo cuando cumplo los años.
-Ya entiendo el problema Don Juan. Seguro que usted empieza a sentirse mayor. Necesita recuperar su juventud, sentir que todavía es capaz de hacer cualquier cosa. No debe preocuparse, en Gente Sintética nos anticipamos a sus necesidades y le damos respuesta. Dentro de muy pocas semanas, para personas con usted, en la flor de la vida, saldrá el nuevo modelo “Lolita”. ¿No ha visto nuestros anuncios? Está teniendo mucho éxito entre personas como nosotros que ya no tenemos treinta años pero nos sentimos como si tuviéramos veinte. ¿Está usted interesado? Porque ya hay una importante lista de espera. Así que cuando antes haga usted su pedido antes recibirá nuestro nuevo modelo.
-No, no gracias, no estoy interesado, yo siempre he sido igual de gilipollas, a los veinte como a los cincuenta.
-Ya bueno... Si lo desea – me interrumpe el operador un tanto desconcertado -uno de nuestros agentes comerciales, concertará una cita con usted y le explicará más detalladamente las nuevas características a las que usted puede acceder en muy ventajosas condiciones. ¿Tiene usted alguna consulta más Don Juan?
-No, ninguna… ¡Sí! joder, claro que tengo una consulta. ¿Cómo coño logro que deje de llorar?
- Muy sencillo, acérquese a ella y dígale que la quiere y que siempre estarán juntos. Con esto el llanto cesará automáticamente y también automáticamente renovará con nosotros su contrato otros dieciocho meses. Claro está, como premio a su fidelidad, aumentaremos en 1000 puntos su cuenta, lo que le permitirá beneficiarse aún más de nuestras ofertas. ¿Hemos resuelto su problema Don Juan?
- Claro que sí –respondo. Una pregunta más, sólo por curiosidad, ¿los modelos masculinos, también lloran?
- No, no señor, ¿sabe usted quién era Johnny Weissmüller?
-Pues no, no tengo ni idea.
-Pues era un...
-Déjelo por favor, ya lo averiguaré yo por mi cuenta.
-Entonces, si no tiene ninguna duda más le deseo pase una buena tarde.
Apenas he escuchado su despedida y antes de que pueda renovar mi amor por Irene suena el teléfono.
-¿Sí, dígame? Una voz femenina de un sistema automático me suelta un mensaje:
-Para mejorar nuestro servicio, le rogamos sea tan amable de atender esta pequeña encuesta...
Esta vez no cuelgo, directamente estrello el teléfono contra el suelo, al final no cambiaré de androide, pero mira por dónde sí de teléfono. Ya hacía tiempo que tenía ganas de cambiar el modelo.
Un poco más tranquilo, después de este ejercicio de libertad, digo mucho más aliviado:-Irene, cariño, soy un completo imbécil...

martes, 22 de julio de 2008

Crónicas de un tiempo sin líneas (II)

Transferencia

-Fernando, somos amigos hace más de sesenta años, has vivido mucho más de lo que vivieron tus padres y los míos. Perteneces a la primera generación capaz de superar los cien años de vida. Cien años plenos, sin decadencia física ni mental, sin dolor. Pero la ciencia ya no puede hacer nada más por ti.
-¡Pero algo se podrá hacer! Pese a que es la tercera vez que Alfonso repite la misma respuesta, yo he insistido una y otra vez, como si repitiendo mi pregunta, la respuesta pudiera cambiar.
-Si es por dinero...- Un gesto de su mano me da a entender que no continúe por esa dirección.
-Por desgracia, Fernando, el dinero no es el problema, podemos seguir cambiando órganos, renovando tu piel y tus músculos, pero tu cerebro se acerca al final y para ese aún no tenemos recambio. Ahora podemos evitar muchos de sus procesos degenerativos. Hace apenas cincuenta años la gente aún moría sin darse cuenta. Hemos logrado superar esas situaciones, pero por alguna razón que desconocemos, cuando el cerebro se acerca a los ciento veinte años empieza a apagarse y nada parece ser capaz de estimularlo ni de prolongar su funcionalidad.
Sus palabras me recuerdan la muerte de mi padre, como un vegetal. Incapaz de reconocerse, incapaz de reconocer a nadie. Su muerte fue un alivio para quienes le habíamos querido. Sólo unas semanas después el alivio fue dando paso al recuerdo de quién había sido y sólo entonces pude empezar a llorarle. Después de eso me juré a mi mismo no pasar por esa situación. Durante años fingí ignorar el miedo a la decadencia, a la destrucción, a la pérdida de mi identidad. Cuando los primeros indicios del final de la juventud empezaron a mostrarse, inicié mi lucha contra la decadencia. No soportaba los cambios que la naturaleza imponía en mi cuerpo. La progresiva pérdida de funcionalidad de mis órganos: Primero el corazón, después los pulmones, los riñones, el hígado y el estómago. Todos parecían conspirar contra mí. Mi cuerpo se había convertido en mi peor enemigo.
Durante algún tiempo mis células madre fueron las que prolongaron la juventud y la salud. Después la biomecánica convirtió mis reconocimientos médicos en una revisión como las que se hacían a los viejos vehículos de combustión interna: cambio de aceite a los treinta mil. Ajuste de articulaciones, cambio de filtro hepático y renal cada quince mil. Me sentía más una máquina que un ser humano. Pero cuando con noventa años eres aún capaz de jugar durante dos horas un partido de tenis, entonces da igual casi todo. Además las máquinas rara vez fallan y si las conservas bien duran mucho tiempo.
Ahora he de escuchar que todo esto se ha terminado. Mi cerebro se niega a continuar viviendo, se rinde como si estuviera ya agotado y deseara descansar para siempre. Me resisto, vuelvo a repetir lo mismo. –Algo se podrá hacer- .
Para mi amigo todo es muy sencillo, él tiene sesenta años y durante otros veinte podrá continuar manteniéndose con el mismo aspecto gracias a sus células madre y a la cirugía, para él es muy sencillo, con esa piel suave y tostada, una cara sin arrugas, unas manos sin manchas y un pelo abundante y brillante.
-¡Maldita sea!- estallo con furia. -Tienes que hacer algo, aún soy joven, aún me quedan muchas cosas por hacer. No puedes decirme que todo se ha terminado y enviarme a casa con unos golpecitos en la espalda.
Me mira sorprendido por mi estallido, es la primera vez que es testigo de uno de mis accesos de furia.
-Está bien Fernando- me dice con voz tranquila. -Vuelve la semana que viene. Pensaré en esto y haré unas cuantas llamadas, tengo algunos compañeros de universidad dedicados a la investigación. A ver si podemos encontrar algo que como mínimo retrase un poco el proceso. Pero no te puedo prometer nada.
Doy las gracias sin mirarle mientras voy hacia la puerta de su despacho. Salgo a la calle algo más tranquilo. Sé que un poco de presión de vez en cuando ayuda, especialmente si tus donaciones mantienen a todo un equipo investigador del hospital, tu médico recibe de forma discreta cada año como regalo de navidad paquetes de acciones muy rentables y su casa de verano pudo adquirirla gracias al préstamo sin intereses que salió de mi bolsillo.
Entro en casa. Hace más de veinte años que vivo sólo y desde entonces siempre ha sido un lugar silencioso. Dejo el abrigo sin encender las luces, la penumbra me acompaña hasta el sillón. Me siento y observo la oscura pantalla del televisor. Recuerdo a Laura, mi exmujer, ella siempre creyó que la vida tenía una razón de ser, una razón metafísica que explicaba la muerte. Según ella, tratar de sustraerse al ciclo de las cosas transformándose en una máquina, era algo que iba contra la misma existencia humana. Un reto a los dioses y a la propia naturaleza, un punto de vista absurdo. La vida es lo que es, no hay nada más allá. ¿Los dioses?, malditos dioses. ¿Dónde estaban ellos cuando mi padre tuvo aquella muerte miserable? Esa necesidad de trascendencia, de encontrar un sentido a la vida, sólo era un desesperado intento de nuestros antepasados de encontrar una explicación y un consuelo a la brevedad de sus vidas. El único auxilio real del hombre sólo es el hombre y lo que no hagamos por nosotros mismos nadie lo hará por nosotros.
Pero para ella esa trascendencia era una verdad esencial. Cuando su fuente de células madre se agotó, fue consecuente, se dejó envejecer. Después de esa decisión y pese a llevar con ella casado casi cincuenta años opté por divorciarme, alejarme de ella, de su decadencia. No quería a mi lado una mujer cuya piel llegaría a ser como el cuero reseco. No quería que su egoísmo se convirtiera en un espejo, en el recordatorio permanente de mi futuro.
Hace cinco años murió. Ni siquiera fui a su entierro. Nuestros hijos no me lo han perdonado ni creo que lo hagan. Pero la verdad, me da exactamente igual. No me queda ya ningún amigo, casi todos han desaparecido. Como leí en una ocasión “unos arrebatados por la vida, otros por la simple imposibilidad de cruzar la calle”. Ahora me limito a llamar de vez en cuando a alguna prostituta, ya casi más por costumbre que por verdadero deseo sexual. Sólo mantengo una cocinera a la cual nunca he visto y a un perro a “pilas”, a veces necesito compañía, pero cuando me canso de sus ladridos me limito a desconectarlo hasta la siguiente ocasión que echo de menos algo de movimiento y ruido en casa.
La semana pasa lentamente, como siempre cuando esperas algo. Finalmente llega el día y me encuentro repitiendo en la consulta de mi amigo la escena de la semana anterior. Pero esta vez me mira sonriendo. -Esto va bien-, pienso para mí.
-Tengo algo que quizá pueda interesarte – dice. -Después de tu visita hice unas llamadas, he hablado con unos antiguos compañeros y estos me pusieron en contacto con un grupo de investigadores…
-No necesito conocer tu red de contactos. ¡Suéltalo de una vez!- le digo con la falta de delicadeza del que paga demasiado y lo sabe.
Finge no reparar en mi impertinencia y prosigue con su explicación.
-Te parecerá una locura, pero este grupo de investigación lleva años trabajando en un proyecto…bueno, son varios proyectos con un solo objetivo.
-Quieres ir al grano, no tengo toda la tarde.
-Tranquilo y escucha con atención- contesta sonriendo, mostrando una dentadura blanca y perfecta. -Te lo explicaré todo y a mi ritmo, porque quiero que lo entiendas muy bien. Llevan años trabajando en un androide, no de aspecto humano, sino idéntico a un ser humano. Con la única diferencia de que todas sus funcionalidades orgánicas son de origen sintético. Ellos, ya sabes como se entusiasman con sus trabajos estos tipos, no lo consideran un robot, sino un ser humano sintético. Por decirlo de otra manera, un hombre con base de silicio en lugar de carbono, ¿lo comprendes?
Claro que lo comprendo, incluso yo vi de niño las viejas reposiciones de las series de ciencia ficción del siglo XX. Entiendo sus palabras, pero no sé muy bien a donde quiere llegar. Ignorando mi mirada confusa, él continúa con su exposición. El médico, el científico ha desaparecido y ha dado paso al visionario. Esto me anima y aumenta mis esperanzas.
-Sus dos grandes retos- prosigue -siempre han sido dos cuestiones esenciales: la complejidad de la estructura del cerebro humano y la programación. ¿Te suena un tal Asimov?
Niego con la cabeza.
-Fue un escritor de ciencia ficción de mediados del siglo XX. Te lo menciono porque de él tomaron el nombre que dieron a esos cerebros sintéticos, él los llamaba positrónicos. Ahora, después de años de trabajo, han sido capaces de recrear la estructura y funcionamiento de un cerebro humano. Se han aproximado tanto como nuestros conocimientos y tecnología les han permitido. Mucho más que nos acercaremos conforme pase el tiempo.
-Vale. ¿Y todo esto de que me sirve? Ya tengo varios ordenadores, no necesito otro.
-¡Ves!- me interrumpe levantándose de la silla y recorriendo su despacho de arriba abajo. Finalmente algo más calmado vuelve a sentarse.
-Ese es el error de todo el mundo. No te estoy hablando de un ordenador que cumple tus órdenes, que enciende o apaga las luces de tu casa, ni siquiera las de una ciudad. Estoy hablando de un cerebro capaz de almacenar, procesar, pensar por sí mismo. Algo capaz de superar su código binario, capaz a largo plazo de tomar por si mismo decisiones, sin necesidad de la supervisión de ningún ser humano.
-Disculpa Alfonso, no sé si lo he preguntado antes. ¿De dónde dices que han salido ese grupo de chalados?
Durante unos segundos no reacciona. Entonces vuelve a sonreír.
-¿Cuál es el principal obstáculo para los viajes espaciales? – me pregunta.
-Y yo que sé – respondo sin esforzarme en dar con la respuesta.
-Fernando, inténtalo.
-¿La falta de espacio? - contesto sin demasiado entusiasmo.
-Ese sólo es uno de los problemas. Y son muchos más los que se presentan en los programas espaciales. ¿Recuerdas a los primeros astronautas? Eran pioneros, auténticos aventureros. Sólo así se explica que pudieran ser capaces de aceptar meterse en habitáculos durante meses con tal de salir al espacio. Ahora las cosas son diferentes, nadie quiere pasarse dos o más años metido en una nave espacial. Las cosas han mejorado algo, pero todo el programa espacial y de comercio con las explotaciones mineras corre el riesgo de desaparecer por la falta de astronautas. Ya casi nadie esta dispuesto a enterrarse en una nave durante largos meses y menos aún a enfrentarse al millón de cosas que pueden salir mal en ese tiempo.
-Existen naves robotizadas- añado.
-Ya, así les va con esas naves. De cada tres viajes una de ellas desaparece sin dejar rastro o se convierte en un montón de chatarra. La Agencia Espacial necesitaba algo diferente. Seres sin nuestras limitaciones, libres de casi todos los sistemas de soporte vital y sobretodo autónomos. Esas son las referencias de ese “grupo de chalados”.
Guardo silencio. Ha logrado impresionarme. Ese proyecto debe contar con el apoyo económico de importantes inversores, qué yo sepa nadie presta dinero a ningún desequilibrado, salvo que sea un familiar.
-¿Puedo continuar?- pregunta Alfonso sin ninguna sonrisa en su rostro.
-Sí, adelante, disculpa mi escepticismo.
-No te preocupes, es comprensible. A mi también me costó aceptarlo al principio, pero después de su explicación y una visita al centro de investigación, me he convertido en un auténtico y sincero defensor del trabajo de esos chicos. Si hubieras estado allí… si hubieras visto su trabajo… Durante cinco minutos estuve sentado en silencio al lado de una de sus obras, ¡maldita sea!, si hasta le di los buenos días al entrar en la sala de espera. Era una reproducción perfecta de un ser humano. ¡Oye! si quieres te arreglo una visita al centro. Cuando les di tu nombre me enseñaron hasta los lavabos. Tu apoyo sería muy bien recibido.
Me abstengo de preguntar que apoyo esperan de mi, si el económico o el publicitario, pero no creo que Alfonso soportara una nueva impertinencia.
-Pero pese a todos los avances- prosigue -su mayor dificultad, su principal obstáculo para el desarrollo pleno de ese cerebro, continúa siendo la programación. Cómo se traduce la identidad de un ser humano en un programa binario que ha de ser capaz de ir más allá de esa traducción, capaz de aprender. Cómo se construye una identidad básica que pueda desarrollarse a partir de su experiencia, de su interrelación con el entorno. Cómo podemos en definitiva conseguir que tenga una opinión sobre las cosas y cierta “intuición” en el manejo de la maquinaria a su cargo. Ellos utilizaron un ejemplo que me encantó. Compararon ese código binario con el óvulo y el espermatozoide, capaces de combinarse para dar lugar a una nueva existencia. Y ya tienen la respuesta.
-¿Cuál es?- pregunto ansioso. Hasta yo me he dejado llevar por el entusiasmo.
-Que es imposible. No existe programador ni ordenador capaz de generar un programa de esas características. Al menos por el momento.
Mi desencanto impide hacer ningún comentario.
-Hasta ahora sólo habían conseguido androides que parecen seres humanos, se mueven como nosotros, incluso hablan como nosotros. Pero incapaces de hacer nada más allá de su programación. Unos completos cretinos que si no les dices qué deben hacer y cómo hacerlo se quedan inmovilizados mirando la pared.
Pienso que el problema no es tan grave, tengo una larga lista de seres humanos verdaderos que se comportan de la misma manera. Pero toca mostrarse un poco más pragmático y me limito a preguntarle qué utilidad tiene para mí ese experimento.
Me mira en silencio, con teatralidad, como quien se dispone a dar una gran noticia o a revelar un gran misterio. Tras esa pausa lo soltó.
-Así estaban las cosas hasta hace un par de años. Entonces dieron con la solución. Eran incapaces de convertir robots en seres humanos, pero no de transformar seres humanos en robots.
Creo que ha llegado el momento de levantarme y cambiar de médico. Él adivina mis pensamientos, me detiene cuando cojo mi abrigo apoyado en las rodillas y trato de levantarme. Rodea la mesa y se sienta en ella quedando frente a mí.
-Pensarás que es una locura, pero te estoy proponiendo transferir tu identidad, tu experiencia, tus recuerdos y tus conocimientos, es decir, trasladar todo lo que guardas en tu cabeza a uno de esos cerebros “positrónicos” virgen. Utilizar tu cerebro como matriz de programación.
-Alfonso, ¿supongo que estas de broma? Estoy desesperado pero no hasta ese punto.
-¡Joder Fernando!, nunca te expondría a un experimento de ese tipo si no hubiera sido probado antes.
-¿Ha sido probado?- pregunto.
-Claro que sí. O piensas que todo el mundo puede pagar por prolongar su vida o abandonar una silla de ruedas. Hay gente que ahorra durante años antes de poder volver a andar o vende todas sus propiedades para salvar su vida. Voluntarios no han faltado.
-¿Y ha funcionado?
-Claro que ha funcionado. Por eso me atrevo a proponértelo. La solución resultó de una gran simplicidad, la información almacenada en nuestro cerebro es en esencia impulsos eléctricos. Estos impulsos pueden ser transferidos a uno de esos cerebros sintéticos. Puede producirse alguna pérdida de recuerdos, especialmente de los más lejanos. Pero por lo demás están en condiciones de trasladar tu identidad a un cerebro no sujeto a las leyes de la biología y en principio de una duración casi indefinida.
-¿Has dicho indefinida?
-Sí, eso he dicho. Pero existen limitaciones. Tu vida ya no será la misma. No tendrás emociones, perderás el gusto y olfato, aunque eso se puede corregir con emuladores. No sentirás frío ni calor, ni hambre, ni sueño, ni tampoco deseo sexual. Pero todo esto se puede atenuar como te he dicho con emuladores. Aún así no dejará de ser una imitación de tus actuales sentidos y necesidades. Y lo más importante, esta transferencia se ha de realizar mientras tu cerebro es plenamente funcional. Si esperamos es posible que empiece a fallar, si eso ocurre puede que esa pérdida nos impida realizar una transferencia completa y por lo tanto eficiente. Huelga decir que tu cerebro orgánico morirá en la transferencia.
-Si quieres tomarte unos días para pensarlo, hazlo. Si tienes alguna duda llámame y te la aclararé Si necesitas visitar el centro de investigación, en un par de horas lo puedo arreglar.
Sé que es una decisión difícil, es renunciar a tu existencia para continuar viviendo sin sentimientos, afectos o pasiones. No volver a amar, no apreciar nunca más un amanecer o una obra de arte, no saborear un buen vino, leer comprendiendo las palabras pero sólo recordando el significado y las intenciones de las que ya leíste… No es una decisión para tomar en un día.
Me levanto de la silla donde he estado sentado y me acerco a la ventana, pongo mi mano sobre el cristal. Está nevando ahí fuera, pero el frío no alcanza mi mano. Observo cómo el día transita hacía la noche y mientras miro el horizonte encapotado, le pregunto: ¿y donde estará la diferencia amigo mío?

lunes, 21 de julio de 2008

Infancia

Anónimo.
Para mí, la vida dejó de ser lo que me habían prometido en un mes de abril. Recuerdo estar jugando a la comba en la calle y a mi hermana pequeña bajando por el descampado gritando que él había muerto. Sentí que algo se me caía encima, algo muy pesado que no me dejaba moverme y mientras todos nos miraban, la cogí de la mano y subimos a casa llorando.Yo le quería y él a mí también, siempre supe que era su favorita aunque nunca me lo dijera. Por las mañanas me despertaba riendo al sentir su aliento en mi cara, desayunaba rápidamente, y era él quien me llevaba al colegio. A la salida, muchos días nos íbamos a pescar al río, con una vara de avellano con tanza y anzuelo y unas migas de pan, y siempre cogíamos algunos pescados, que luego mi madre se negaba a limpiar.Parece ser que no vio venir el coche, pasó casi media hora tirado en la calle sin que nadie acudiera en su auxilio, sin que nadie lo abrazara y murió solo. A la semana siguiente le dije a mis padres que el próximo perro lo quería de raza. Según mi amiga Belén, así seguro que me duraría más.

Dirección correo electrónico

Anónimo tiene razón. No he indicado una dirección de correo electrónico para vuestras historias. Aquí os la dejo terraincognita.jga@gmail.com

viernes, 18 de julio de 2008

Crónicas de un tiempo sin líneas

El tamaño ya no es un problema
La idea me la dió una vieja película de serie B: “El increíble hombre menguante”. Y yo que siempre he sido una persona muy apañada y de amplios recursos, valoré la posibilidad de utilizar el concepto para resolver uno de mis grandes problemas, bueno, el mío y el de muchos otros.
Después de darle unas cuantas vueltas al asunto, estudiar algo de física, química y biología, creí estar ya en condiciones de trasladar el proyecto, de mi cabeza al papel. Y más tarde, a partir de mis planos, pude construir la máquina. El artefacto fruto de mi ingenio que me permitiría reducir el tamaño de las cosas y a mi mismo a voluntad. No, no estoy loco, simplemente estoy desesperado. Mido dos metros, peso ciento treinta kilos y vivo en un piso de treinta metros cuadrados. Mi vida gira en torno a la cama. En ella duermo, en ella como y también desde allí veo la televisión.
Envidio a la gente que con un metro setenta y cinco y ochenta kilos de peso pueden tener en sus minúsculos pisos: una estantería e incluso un par de sillas. Esos son unos lujos que yo, por mi tamaño, no puedo permitirme, de hecho, mi armario está en el trastero del sótano.
El proyecto en sí parecía imposible, pero también parecía un imposible vivir en estas condiciones, teniendo la permanente sensación de estar en una celda y llevo diez años haciéndolo.
No nos engañemos, la vida no sólo es un techo donde cobijarse, es la necesidad de tener espacio para almacenar recuerdos: fotos y otros objetos aparentemente inútiles que nos recuerdan nuestro paso por ella. Estoy cansado de acumular mis viajes y mis recuerdos en el puñetero disco duro del ordenador, de no estar acompañado de fotos de las personas y los lugares que en algún momento fueron importantes para mí. Estoy cansado de vivir entre unas paredes sin espacio, para las cuales mi vida terminó hace cinco años.
Además, a los problemas de espacio, he de sumar los provocados por mi constitución física que ha contribuido a impedirme desarrollar una vida normal. ¡Cuánto envidio a esos enanos de metro setenta! A esos tipos que incluso pueden tener una pareja y pasar la noche con ella en su piso. Eso para mí hubiera sido el paraíso. Pero quién querría pasar una noche conmigo. Qué mujer estaría dispuesta a dormir atrapada entre la masa de mi cuerpo y un tabique. Alguna en el pasado se atrevió, pero nunca repitieron. Luego se corrió la voz de que yo no tenía casa, sino un camarote donde se corría el riesgo de morir aplastada o asfixiada.
Como pueden ver, los incentivos eran enormes. Ya no era cuestión de tener una vida social, a eso ya había renunciado hacía mucho tiempo. Todas mis citas empezaban y acaban en las cafeterías. Pero mis últimos años, antes de morir de un ataque de claustrofobia, deseaba experimentar las sensaciones de mi infancia. Una habitación solo para dormir, un baño donde poder lavarme los dientes sin necesidad de sentarme en la tapa del inodoro, un lugar lejos del dormitorio donde poder comer y una cama lejos de la cocina, a salvo de las salpicaduras de la cena. Es decir, quería poder disfrutar de un poco de espacio, poder moverme sin golpearme las rodillas, poder ver la televisión sentado en un sillón estirando las piernas sin necesidad de abrir la puerta del rellano. Si, lo sé, soy o más bien siempre he deseado ser un sibarita.
Como iba diciendo, para poder realizar mi experimento, tuve que renunciar a mi cama, deshacerme de ella para tener espacio donde trabajar. Durante dos largos meses dormí en el suelo. Sobre unas mantas, fue incómodo, pero si lograba obtener éxito todos los padecimientos y sacrificios serían recompensados. Una vez construido el artefacto pasé a la fase de experimentación. Primero probé con tomates, los primeros ensayos me asustaron, llenaron las paredes de salpicaduras y durante una semana estuve comiendo espaguetis a la boloñesa. Pero un día el tomate no estalló, apenas era perceptible, pero su diámetro y peso se habían reducido. Y lo mejor de todo, esta reducción era homogénea.
Continué los experimentos y llegó el día de probar con seres vivos. Bajé al sótano y emboscado en un rincón, tras una larga espera y varios intentos fallidos, logré mi objetivo: capturar vivas algunas cucarachas. Siempre me han dado un profundo asco, pero gracias a ellas di el salto en mi proyecto. Mi máquina funcionaba, pude reducir y restaurar su tamaño original a voluntad. Pero claro, tratándose de cucarachas, bichos tremendamente resistentes acostumbrados a aguantarlo casi todo, los resultados podían no ser extrapolables a otros seres vivos. Así que compre un par de periquitos, los más ruidosos de la tienda. El vendedor me hizo una oferta muy buena, creo que cuando me fui lo vi resoplando de alivio. Probé mi máquina con ellos y el resultado fue tan bueno como con las cucarachas. Eso sí, después de los experimentos aquellos periquitos no volvieron a decir ni mu y pasaron el resto de su vida en un rincón de la jaula, mirando el mundo con desconfianza.
Entonces llegó el momento de ir de compras de verdad. Compré una gran casa de muñecas, totalmente amueblada: con una cama enorme en una de las habitaciones, con sillones, un sofá, varias mesas y sillas, unos cuantos armarios y un baño tan grande que no necesitaba salir al comedor para enjabonarme. Un sueño de casa, me costó un dineral, pero aún así no necesité hipotecarme durante dos vidas para poder pagarla. También compré unos cuantos bonsáis, más bien bastantes bonsáis, otra pasta en naturaleza, pero me daba igual.
Entonces llegó el gran día, no sólo fue el día que me prejubilaron, sino también fue el momento de probar la máquina. Estaba calibrada para reducirme a veinte centímetros y por seguridad establecí un encendido automático de la misma cada veinticuatro horas para devolverme a mi tamaño original en caso de emergencia. Ahora, cada vez que llego a casa, paso por el baño y salgo de él con mi nueva estatura. Entonces paseo por la larga alameda que conduce hasta la puerta de mi enorme casa de muñecas. Entro, abro el armario del recibidor, dejo la chaqueta y enciendo el equipo de música que también he reducido. Me paseo por mi enorme vivienda, disfrutando del espacio, de las paredes cubiertas de libros, de fotos y recuerdos. Incluso tengo una buhardilla llena de trastos totalmente inútiles que compre en un mercadillo.
Pensé reducir el tamaño de la nevera, finalmente opté por no hacerlo. Nadie sabe lo que puede cundir la compra de la semana cuando sólo mides veinte centímetros. Todo supuso una importante inversión, pero con lo que ahorro en alimentación, electricidad y otros gastos, pronto la habré amortizado.
Ahora que tengo tiempo y el dinero me preocupa mucho menos, tengo nuevos proyectos para los veintisiete metros cuadrados restantes. De hecho, puede que divida el pisito en dos alturas, y dedique una de ellas, la más cercana al fregadero, para cultivos biológicos y una piscina. Ya estoy trabajando en una escalera de caracol a escala, espero tenerla acabada antes de que llegue el calor. Podría patentar mi invento, ¿pero quién iba a sacar provecho de él? Sólo los promotores, que acabarían vendiendo pisos de tres metros cuadrados. Así que disfrutaré en secreto de mi invento. Quizá dentro de unos años, cuando note la cercanía de la Parca, vuelque toda la información en la red. Pero mientras llega ese momento, mi única preocupación y problema es cómo meter en casa un caballo y varias vacas para poder reducirlos sin levantar las sospechas, ni las quejas de mis vecinos. Porque mi antiguo piso, ahora tiene la extensión de un rancho.

Aviso a navegantes

Llegó el verano y las vacaciones. No sé vosotros, pero yo durante estos días entro en una fase de indolencia y desinterés casi absoluta respecto al mundo y sus noticias. Esto no significa que vaya a dejar de colgar entradas en el blog, sólo que estas, salvo algún momento de crisis en mi plácida y temporal existencia, tendrán una naturaleza más ligera. Durante estas semanas, al menos hasta la llegada del buen tiempo, es decir de la lluvia y el frío, iré colgando algunas historias cortas.
Son historias sencillas, sin demasiadas complicaciones ni pretensiones, escritas en su momento simplemente para pasar el rato. Si alguien, pierde la vergüenza y se anima a enviar sus historias de verano o de invierno, eso da igual, estaré encantado de colgarlas. Sólo quiero advertiros que si no indicáis nada en otro sentido, estarán sujetas a la misma licencia Creative Commons que he escogido y recordaros que el texto no debería superar las tres o cuatro páginas por cuestiones de espacio.
Espero que os gusten o como mínimo no os den un motivo para odiarme, por suerte para mí y mi ego, los silbidos no suelen atravesar el monitor. Quiero también agradecer a los lectores y comentaristas habituales vuestra participación y paciencia con mis opiniones.
Un abrazo a todos y espero que paséis unas buenas vacaciones, yo por mi parte pretendo estos días poder languidecer todo lo posible. Ahí os dejo la primera.

martes, 15 de julio de 2008

Al vencedor

Cuando los espías surgían del frío y John Le Carré nos lo contaba, un tipo decidió hacer un experimento en Moscú. Escogió una puerta al azar, se detuvo allí y poco tiempo después, tras él, se había formado una larga cola. Los satisfechos, opulentos y decadentes ciudadanos capitalistas sonreíamos ante estas situaciones. Al tiempo que nos confirmaban el fracaso del sistema comunista, de la incapacidad de la economía planificada para satisfacer las necesidades más básicas de sus ciudadanos. Mucho han cambiado las cosas, la Unión Soviética ya sólo es un recuerdo. Rusia es una economía capitalista como casi todas y las colas parecen cosa del pasado. No sabemos si por la gran abundancia de productos o porque pese a ser capitalistas como nosotros, la opulencia continúa mostrándose tan esquiva con sus ciudadanos como en los tiempos de la guerra fría.
Seguramente para aquellas gentes, comunistas a la fuerza, hacer cola era la única forma posible, fuera del inasequible mercado negro, de adquirir productos tan básicos como los alimentos. No tenían demasiadas opciones, en cambio, nosotros pese a las múltiples ofertas existentes y a nuestra relativa capacidad de elección, acabamos también haciendo colas. Casi nunca por cosas tan necesarias como el pan o la leche, sino sólo por estar a la última, por ser los primeros en poseer uno de esos cacharros electrónicos, el cual posiblemente estará ya obsoleto antes de que la cola para comprarlo haya desaparecido. Y si para conseguirlo debemos dormir a la puerta de una empresa de telefonía, eso da igual, todo sacrificio es poco cuando se trata de obtener el Santo Grial de la temporada.
Ya no nos gobierna la necesidad sino el capricho y posiblemente las obsesiones. Por fin somos realmente como la propaganda comunista nos retrataba, capitalistas opulentos y decadentes o lo que es lo mismo, gilipollas integrales dispuestos a consentir los precios abusivos, la tomadura de pelo descarada fruto de nuestra impaciencia. Todo es poco cuando se trata de poseer uno de esos aparatos absurdos que nos permitirán durante unos días, en el mejor de los casos, calmar nuestra sed de colas. Así podremos mostrar a nuestros amigos y conocidos los laureles del vencedor y disfrutar de nuestros diez minutos de gloria. Salvo que tengas amigos manazas, en ese supuesto, el tiempo de gloria se puede reducir a tres minutos y medio.
Parece ser que andamos muy faltos de talento o de oportunidades cuando necesitamos un chute constante de “novedades” para diferenciarnos de nuestros semejantes, para encontrar en un teléfono una identidad y poder distinguirnos como aquel que nunca fue primero en nada, salvo en una cola.

jueves, 10 de julio de 2008

Chantaje

Los beneficios empresariales se han incrementado. Aún así la CEOE presenta un panorama desolador para el empleo. Ellos tienen la receta para evitar el desastre, la misma que utilizan desde hace treinta años, con crisis o sin ella: más flexibilidad, más desregulación, menor presión fiscal y por supuesto que sea el estado y los impuestos sobre las rentas salariales quienes sufraguen sus gastos en I+D y las necesarias inversiones en infraestructuras. Para ellos el empleo sólo es una moneda de cambio, un gasto variable que sirve tanto para mantener beneficios como para chantajear al conjunto de la sociedad con su egoísmo y miopía.
Muchos de estos empresarios han vivido durante años la ilusión de ser competitivos gracias a los sueldos bajos y a la falta de formación de sus empleados. Ahora cuando la calidad y la productividad serán los factores de supervivencia, despiertan y son conscientes de que sus beneficios no se han reinvertido en mejorar sistemas y procesos, en aumentar el valor añadido de sus empresas. Da igual, el estado protector, o mejor sería decir, el estado chantajeado, les proveerá de todo lo necesario para poder continuar viviendo en su sueño, para prolongar la ilusión de que el esfuerzo, en tiempo de crisis, sólo atañe a los trabajadores. Los salarios han retrocedido de forma constante, la presión fiscal sobre los asalariados ha aumentado, mientras los beneficios de las empresas se incrementaban y sus obligaciones fiscales se reducian. Si al menos esos indultos fiscales hubieran estado sujetos a la obligación de reinvertir, formar e investigar, es probable que ahora las circunstancias para nuestra economía fueran otras.
Acostumbrados a ese estado de tolerancia, ahora exigen un nuevo giro de tuerca a sus reivindicaciones, introduciendo otro elemento en sus amenazas. Si el estado central no les hace caso, irán a presentar sus exigencias a las comunidades autónomas. En alguna de ellas es posible que encuentren interlocutores más sensibles a sus propuestas. Una amenaza velada a sindicatos y estado. Descentralizaran la negociación colectiva allí donde puedan, individualizarán la relación laboral allí donde haya margen para hacerlo, prescindirán de la normativa social y laboral allí donde les dejen.
En tiempos difíciles el empresario responsable se esfuerza en mantener su negocio y a sus trabajadores, distribuyendo el esfuerzo entre todos e incluso con esta voluntad en ocasiones ha de tomar decisiones duras, pero no son nunca su primera y única opción. En cambio, los mercaderes se pasan al contrabando y los chantajistas amplían el número de rehenes y el montante del rescate exigido.

miércoles, 9 de julio de 2008

Lógica y gramática

Decía el general Von Clausewich que los planes militares tienen su propia gramática interna, pero no necesariamente han de tener lógica. Si bien el BCE no es un estado mayor, si parece tener en consideración la opinión de este general. La actual inflación es resultado del incremento del precio de los alimentos, petróleo y en general las materias primas. No está provocada por el consumo desbocado de los ciudadanos, quienes hemos tenido que frenarnos a la vista de las circunstancias.
Seguramente el incremento en el precio de estos productos sea resultado por una parte de la presión especulativa de fondos de inversión que han buscado refugio en estos mercados y por la otra, de unas redes de distribución controladas por un número de actores muy reducido y por lo tanto poco transparentes en la formación de los precios.
En este contexto el BCE con sus decisiones, consigue que los consumidores, principales víctimas del incremento de la inflación, lo seamos también de las políticas económicas destinadas a contenerla. Las cuales hasta la fecha han resultado del todo inútiles quizá porque no atacan la raíz del problema. A los ciudadanos nos cuesta entender no sólo la decisión de aumentar los tipos de interés, sino también porqué debemos vivir, sin poder hacer nada, atrapados entre la lógica especulativa de unos y la gramática de otros.

martes, 8 de julio de 2008

O Bella Ciao

Esperanza Aguirre ha decidido ir a la guerra. Se ha preparado para una larga campaña de trincheras y ha convertido Madrid en su bastión. Ahora, ante la imposibilidad de ser emperatriz, se transforma en guerrillera y desde su seguro reducto electoral lanzará golpes de mano y cortes de manga a quien es, al menos sobre el papel, su líder político. Pero antes de lanzarse a la lucha ha puesto las cosas en orden “intra muros”. A quienes mostraron sus simpatías por Rajoy o pueden convertirse en posibles candidatos alternativos en un futuro congreso del PP madrileño, los ha fusilado. Un aviso para todos aquellos que no muestren la lealtad debida o sean débiles de corazón. Es la guerra y en esta cruzada de ambiciones personales no hay espacio para tibios ni pusilánimes. No se siente sola, los sectores más duros de PP y los inquisidores mediáticos están con ella.
En Valencia puede haber perdido una batalla, pero no ha agotado sus posibilidades y éstas si pueden llegar a agotar a sus enemigos. Sabe muy bien que una guerra por Madrid sería fratricida para la moral de la organización y para la opinión de los votantes, una catástrofe para la autoridad y el futuro de Rajoy. Si él quiere transmitir una mínima imagen de unión y autoridad, deberá ceder en casi todas las pretensiones de la “reinona”. Deberá tolerar que se convierta en heroína y referencia de quienes echan de menos el lenguaje recio y los gestos duros, de quienes esperan agazapados cualquier tropiezo de un líder cuya autoridad sólo se ha fundamentado en el desconcierto, la desorganización y la carencia de un liderazgo capaz de vertebrar la resistencia de los “duros”. Nadie ha querido dar la cara, en política si la pones demasiado pronto te la parten, así que los posibles contendientes prefieren esperar hasta el 2011, aprovechando cualquier tropiezo para debilitar a quien ahora parece, de forma precaria, controlar el partido. No pintan bien las cosas para la “Espe”, su indisimulada ambición y precipitación han complicado un hipotético liderazgo. Rajoy no lo tiene mucho mejor, controla el partido gracias a los barones regionales y de todos es sabido que la lealtad de estos es caprichosa, exigente y muy dada a la ambición, poco confiable cuando quieres ser “jefe”. Así si esta frágil alianza fracasa sólo le quedará una opción: volver a los brazos de la extrema derecha, hoy por hoy el único cuerpo ideológico con verdadera entidad dentro del PP.
Todo esto la “reinona” lo sabe y si no puede ser la primera, tampoco quiere ser la última. Ella tiene la clave de la victoria o la derrota. Sin los votos de catalanes y vascos es difícil gobernar España, sin Madrid es imposible mantener la cohesión interna y el liderazgo en el Partido Popular.

domingo, 6 de julio de 2008

Caleidoscopio (Pasado)

Por Claudia.
Estaba leyéndolo y encontraba una diferente manera de escribir...pero hasta el final no vi que era otro el autor.Me imagino que lo que cuentas será algo común a muchas ciudades grandes, reconozco que siempre fui partidaria de las pequeñas ciudades de provincias. Diecisiete años viviendo en un pueblo te permite disfrutar de una infancia especial, de una filosofía de vida distinta...pero también te muestra el lado oscuro que casi todas las cosas tienen. Te fumas el primer cigarrillo en la orilla del río, lejos de casa y de las calles conocidas...das el primer beso ya de noche y sin nadie cerca...y al llegar a casa encuentras a tu madre con la zapatilla en la mano y un detallado relato de los hechos, escena a escena. El cine ya cerró, teatro hubo uno hace más de cuarenta años, la Biblioteca ya casi la leíste entera...Los pueblos suelen ser el paraíso de la infancia y un placer para nuestra madurez (especialmente cuando trabajas en la ciudad y el pueblo está ahí, esperando, para servir de descanso al guerrero), pero para el resto de la película...prefiero una pequeña ciudad tranquila.

viernes, 4 de julio de 2008

Caleidoscopio (Pasado)

Por Alex Sánchez.
Aun recuerdo como paseaba mi "Barcelonidad" con orgullo por pueblecitos del Norte de Holanda o de la Alemania profunda, lugares donde Barcelona era como el Shangri-la o la ciudad de las promesas de Pione, arrancando ohs de admiración entre arquitectos, diseñadores y publicistas. Hace ya más de 20 años de eso y como otros he visto diluirse y perderse esa pasión e ilusión por enorgullecerme de vivir en una de las mejores ciudades del mundo. Puede que lo siga siendo, a buen seguro una de las más caras. Recordarás que a pesar de vivir en un pueblecito dentro de la gran urbe (nuestro barrio seguía de lejos los ritmos de la ciudad automarcandose los suyos propios en función de las necesidades de sus aldeanos), pero allí estábamos, bajando a merendar a antiguas granjas de reconocidísimas calles que hace tiempo dejaron paso a tiendas de postales de diseño para turistas; paseando con tranquilidad por callejuelas del centro donde el cruce con alguna prostituta "nacional" era mera anécdota y en las que la máxima sensación de peligro era la desorientación en un mar de pasajes, callejas, donde el borracho autóctono no suponía mayor inconveniente que la inversión de tiempo dedicado a oír su perorata. Aquella ciudad perdió su encanto para mí hace tiempo. Busqué un lugar lejos de ella para vivir, un pueblecito donde recuperar las sensaciones que me habían acompañado en mi infancia, un lugar donde mis hijos pudieran salir a jugar a la calle y no dar por imposible todo lo que algún powerpoint nos recuerda que hacíamos y que hoy sería impensable reproducir en la ciudad, una casita con jardín, ese sueño prohibido.Y ahora, como tantos otros, ya no siento nada, casi te he olvidado y no lo lamento, quizá la culpa fue de los que quisieron y quieren convertirte en una atracción turística, los mismos que ahora hacen viviendas de las oficinas en Paseo de Gracia, intentan emular a ciudades como Londres o Nueva York y se equivocan, esas ciudades siempre supieron escuchar a sus habitantes y crecieron a su ritmo, es triste, pero hay ciudades que cambian de rostro y se vuelven desconocidas incluso para sus propios moradores.Que te vaya bien ciudad, ya no te necesito y no te añoro.

jueves, 3 de julio de 2008

El escepticismo de Santo Tomás

Todos nos preguntamos si el supuesto viaje al centro de ese partido llamado popular es real o tan sólo una comedia. Puede que hayan hecho las maletas y decidido abandonar las posiciones de extrema derecha, pero también cabe la posibilidad de que todo sea una simple operación cosmética, un “lifting” mediático y este congreso sólo haya servido para silenciar a sus radicalizadas voces e impulsos.
Ya descubrieron en el pasado, cuando su candidato mostraba suaves formas y hablaba el catalán en la intimidad, cual era la táctica para poder gobernar. Guardar en el armario las nostalgias y rencores del abuelo y mostrarse como una tibia y moderna fuerza política de derechas, alejada de los fantasmas de conquista y exclusión sobre los cuales siempre habían construido sus discursos. Puede que todo haya sido una operación de marketing, una puesta en escena para ocultar el pulso interno por el poder y convertir la sorda y miserable lucha por los cargos, en una reflexión sobre el pasado y futuro de sus métodos y estrategias.
Si todo ha sido ciertamente un viaje al centro, debemos reconocer la capacidad de autocrítica y reflexión de los militantes de esa organización, aquellos que tan a gusto se sentían siendo definidos como franquistas sociológicos y se empeñaron en tomar las calles al grito de “por Santiago y cierra España”, amenazando a tirios y troyanos con ejemplares castigos, humanos y divinos. Esos que destilaron rencor durante cuatro años contra todo aquel que se dejó “engañar” y no les votó. Durante cuatro años mostraron y expresaron un profundo resentimiento contra quienes confiaron en la investigación policial, en los tribunales y en el sentido común, negándose a ser manipulados por titulares surrealistas y a suscribirse a esperpénticas conspiraciones.
Ahora en apenas tres días conciliares, los defensores de la cristiandad y martillo de herejes, abandonan espadas y posiciones, volviendo a mostrar ante todos los ciudadanos sus delicadas virtudes centristas. Son de nuevo tiernos cachorros publicitarios que arrastran por toda la casa largas tiras de papel higiénico. Vuelven a ser respetuosos con la diferencia y firmes defensores de los principios democráticos. Debemos felicitarles por su rápida conversión, por su gran capacidad para reconocer y subsanar los errores.
Yo, prisionero de mi escepticismo, esperaré como Santo Tomas a meter el dedo en la llaga para comprobar la santidad centrista de esa organización y poder tener la absoluta certeza de que los apóstoles de la extrema derecha, al tercer día resucitaron transformados en demócratas.
"El escepticismo de Santo Tomás" Caravaggio.