jueves, 29 de enero de 2009

La blasfemia recorre nuestras calles

El autobús que recorre la ciudad de Barcelona, como antes ha hecho en otras, ha desatado la furia verbal de la jerarquía eclesiástica. En primer lugar la Conferencia Episcopal calificó el autobús de blasfemo, más tarde, el cardenal Rouco Varela, en un ejercicio de calidad democrática, exigió la necesidad de que la libertad de expresión fuera tutelada para “evitar herir la sensibilidad de los creyentes”. Y toda esta beligerancia ha sido provocada por una opinión expresada única y exclusivamente en términos de probabilidad.

El presente de este país parece construido sobre la nostalgia y el reproche permanente por no continuar siendo lo que fuímos o nos obligaron a ser. Una parte importante de la Iglesia española añora con pasión y mucho resentimiento los viejos y buenos tiempos. Cuando en este país no se publicaba un libro sin el visto bueno del Obispado o la Iglesia tutelaba la vida privada y pública de todos sus ciudadanos. Era inevitable, después de cuarenta años de dogma, contradicciones y algunas desviaciones evangélicas (el Nazareno dijo "dejad que los niños se acerquen a mí", de tocarlos no mencionó nada), mucha gente acabó hasta las campanas de tantos pecados propios y de tanta excusa y milonga cuando la Iglesia debía juzgar sus propias faltas. Si a esto sumamos que a gran parte de la sociedad el infierno se las trae al pairo y el paraiso , si pueden, se lo montan cada noche en sus habitaciones y además, con las luces encendidas, era irremediable que la Iglesia perdiera gran parte de su influencia social.

Quizá las palabras del cardenal parezcan un exotismo trasnochado, pero hay "meapilas" siempre dispuestos a ganarse el cielo enviando, en nombre de Dios, a algún hereje al anatómico forense. Así que los autodenominados representantes de Dios en la tierra deberían predicar, en estos tiempos revueltos, con el ejemplo, mostrando más prudencia al escoger sus palabras, porque tanta incontinencia verbal puede llevar a uno o varios chalados, de todo hay en la viña del Señor, a quemar algún autobús. Y si esto llega a ocurrir, espero que no, ya sabremos donde encontrar a los instigadores, los cuales entonces mirarán al cielo, con ese gesto tantas veces ensayado, implorando perdón y sabiduría para los necios que les señalan.

No obstante el mensaje ha sido expresado claramente, las autoridades cristianas y municipales de esta gastada y cansada piel de toro deben, como buenos católicos, tutelar el derecho a la libertad de expresión, en nombre de la Santa Madre Iglesia, impidiendo la circulación de los autobuses blasfemos por las calles de sus ciudades. Lo realmente lamentable es que estos prelados no hayan amenazado con excomulgar a quienes utilizaran uno de esos autobuses, porque con lo que cuesta apostatar, ahora mismo saldría a recorrer la ciudad en busca de uno de esos transportes de diabólicos e impíos mensajes que pese a tanta algarada se muestran esquivos con los incrédulos y descreídos. Desde luego San Pedro se quedó a gusto.

martes, 27 de enero de 2009

Día del Holocausto


El recuento de la barbarie:

De cinco millones y medio a seis millones de judíos.
De tres a seis millones de civiles de las diferentes repúblicas de la URSS ocupadas por el ejército alemán.
De dos a cuatro millones de prisioneros de guerra rusos.
De dos a tres millones de civiles polacos no judíos.
De un millón a un millón y medio de disidentes políticos de casi todas las naciones europeas(incluidos alemanes y republicanos españoles).
De doscientos a ochocientos mil gitanos. (En Hungría todos los gitanos fueron exterminados) .
De diez mil a doscientos cincuenta mil homosexuales.

domingo, 25 de enero de 2009

Psicoanálisis silvestre

En tiempo de crisis unos nos apretamos el cinturón y otros se reescriben a sí mismos, revelándonos una oculta faceta de psicoanalistas silvestres. Empresarios y políticos sin rubor afirman que parte de la crisis tiene un componente psicológico. Es una cuestión de confianza y una de las claves para reducir el impacto económico y social de la crisis es que los ciudadanos perdamos el miedo y continuemos consumiendo como si el desempleo y los desahucios fueran solo producto de nuestra imaginación. Sin embargo los ejercicios de lucidez y empatía (uno se pregunta si alguna de estas personas ha tenido alguna vez en su vida dificultades económicas) no acaban aquí. Para rematar la faena un ministro aconseja como fórmula para salvaguardar el empleo en nuestro país, consumir productos “made in Spain” y un consejo aparentemente sencillo de seguir se convierte en un verdadero reto, porque después de años de deslocalizaciones y de que nuestras empresas hayan considerado la I+D un gasto y no una inversión, es complicado encontrar algo que no lleve impreso el “made in China”. Y salvo que China sea un pueblo de la provincia de Toledo o una aldea de Sierra Morena, a la industria de este país le pintan bastos si depende de nuestra voluntad de consumo para sobrevivir.
Pero no van desencaminados del todo, algo de psicológico tiene esta crisis. Pero los protagonistas de este cambio de mentalidad no deben ser los consumidores, al menos no exclusivamente, sino quienes se acostumbraron a obtener beneficios desmesurados en muy poco tiempo sin tomar en consideración ningún otro factor. Y este necesario cambio parece aún muy lejano.
Posiblemente el neoliberalismo ha quedado desprestigiado como ideología y quizá también como filosofía económica. Durante años empresas e individuos transformaron su actividad económica en una carrera depredadora de recursos y personas. Sin embargo pese a las evidencias y las consecuencias económicas y sociales de este largo periodo de desregulación, muchos directivos y empresas continúan empeñados en aplicar como modelo de gestión el principio de internalizar los beneficios y externalizar los costes, utilizando el empleo como instrumento, no ya para preservar la actividad del negocio sino como fórmula para elevar los menguantes beneficios. Es verdad, un cambio de mentalidad es necesario y también, ya de paso, que algunos recuperen la vergüenza o como mínimo la empiecen a utilizar.

martes, 20 de enero de 2009

Comandante Sully

Si he de viajar en avión quiero que el piloto sea el comandante Sully. Fue capaz de casi un imposible, un amerizaje sin que el avión se desintegrara, salvando de esta manera a más de ciento cincuenta personas. Nuestra sociedad empeñada en rendir culto a la “eterna juventud” y en negar de forma obsesiva el envejecimiento, no parece estar acostumbrada a reconocer los méritos personales o profesionales de quienes tienen más de sesenta años. Y es en el terreno profesional donde esta realidad adquiere su dimensión más sangrante. Muchas empresas descartan trabajadores aptos y cualificados utilizando la edad como pretexto. Ante este desprecio a la experiencia, aparentemente, no mostramos sorpresa, ni rechazo, lo asumimos como una consecuencia inevitable y lógica del envejecimiento. Independientemente de la preparación, experiencia o eficacia, nos comportamos como si al llegar a los cincuenta todas las anteriores virtudes desaparecieran arrastradas por un imperativo biológico.

Las empresas tienen miopes razones económicas para tomar este tipo de decisiones. Nosotros como sociedad también podríamos tener razones de la misma naturaleza para oponernos (las jubilaciones las pagamos todos). Sin embargo guardamos silencio, como si el miedo al envejecimiento nos inmovilizara y nuestro silencio, lamentablemente, alimenta esas decisiones. Nos aferramos a la juventud como si se tratara del Santo Grial de la vida, llegando incluso al extremo del ridículo y en ocasiones también a poner en riesgo nuestra salud por prolongar una absurda fantasía que nos aleja de nuestra condición humana. Por eso es refrescante que por una vez el héroe tenga sesenta y siete años, siendo incluso posible que la experiencia de este piloto haya supuesto la diferencia entre un enorme susto o un gran desastre. Ciento cincuenta personas de todas las edades le deben la vida a alguien a quien muchos ya daban por jubilado y viviendo en Florida. Algunos deberían tomar buena nota: después de los sesenta y cinco no solo hay existencia, sino también competencia profesional.

jueves, 15 de enero de 2009

Levántate... y rueda

En pocas semanas la desesperada industria automovilística ha presentado un gran número de modelos de coches híbridos y eléctricos. Este hecho, no podemos negarlo, adquiere casi la dimensión de un milagro. Según tengo entendido, ahora ya no estoy tan seguro, el desarrollo de un nuevo modelo de coche o de motor puede llevar años. Sin embargo estos señores, espoleados por la necesidad y las ganas de echar mano a nuestros impuestos, han logrado algo que hasta hace muy pocas semanas era una quimera, un proyecto imposible e inviable, y cito textualmente las palabras de uno de sus directivos: “el futuro del coche pasa, inevitablemente, por el hidrógeno”.
Si la rápida respuesta de la industria no ha sido un milagro, entonces no quedan más narices, la explosión de presentaciones de coches eléctricos es un fraude o una tomadura de pelo. Si damos por hecho que es materialmente imposible, diseñar, probar y poner en producción un motor en unas semanas, entonces quedan solo dos posibilidades. La primera, que el motor de alguna batidora haya acabado bajo el capó de un coche. O la segunda, que esos motores ya existieran y durante todo este tiempo hayan estado guardados en algún cajón a la espera de ser necesitados, no para revolucionar la industria del automóvil, sino simplemente como instrumento de relaciones públicas.
Ya veremos (el tiempo a veces obra milagros) si estos modelos híbridos y eléctricos son un compromiso serio de futuro o solo una manera de distraernos mientras nos vacían los bolsillos. Se admiten apuestas.
*Thomas Edison con el Detroit Electric Model 47, 1914

martes, 13 de enero de 2009

James Joyce † 13 de enero 1941

-El hombre no lo deleita ni la mujer tampoco -dijo Stephen-. Vuelve después de una vida de ausencia a ese lugar de la tierra donde ha nacido, donde ha estado siempre, hombre y muchacho, un testigo silencioso, y allí, terminado su viaje por la vida, planta su morera en la tierra. Entonces muere. El movimiento ha terminado. Los sepultureros entierran a Hamlet père y a Hamlet fils. Un rey y un príncipe por fin en la muerte, con música accidental. Y, aunque hayan asesinado o traicionado, son llorados por todos los corazones sensibles y tiernos, ya sean de Dinamarca o de Dublín, porque la pena por los muertos es el único esposo del que no quieren divorciarse.
"Ulises"

domingo, 11 de enero de 2009

La imprescindible ejemplaridad

¿Cuántos individuos o quizá sería más correcto decir energúmenos son necesarios para inmovilizar a un discapacitado psíquico y arrebatarle una cartera? En Barcelona es suficiente con dos revisores de tranvía para tan elevada hazaña. Pese a la legítima resistencia opuesta por el joven discapacitado, los dos valientes lograron, tras duro forcejeo, ponerlo de rodillas a él y a sus derechos. La explicación de los bravos empleados, porque excusa no hay ninguna, es que solo trataban de comprobar la autenticidad de la “tarjeta rosa”. Es público y notorio que las personas afectadas de síndrome de Down son hábiles falsificadoras de pases de transporte y tarjetas de crédito. Ante la negativa del pasajero a entregarles el documento “lo retuvieron por su seguridad”, eso según su versión, porque las taimadas cámaras, seguramente compinchadas con el “agresivo” pasajero, ya que las imágenes coinciden con su relato, muestran una escena muy diferente, donde un indefenso joven es derribado y sujetado en el suelo por dos animales empeñados en arrebatarle la cartera.
Que yo sepa hasta el momento estos señores no han sido suspendidos de empleo y sueldo, ni ningún juez los ha llamado a declarar por agredir y vulnerar los derechos de un ciudadano. En este caso la rapidez y la ejemplaridad son imprescindibles e inexcusables ya que cada vez es más frecuente en la red de transportes públicos que tipos, amparados en la impunidad y en una “autoridad” legitimada única y exclusivamente por sus empresas, incurran en abusos y vejaciones a pasajeros, siendo también frecuente que sean los más débiles e indefensos el blanco de sus desmanes. De otro modo es posible que la inacción de quienes están realmente legitimados para actuar sirva como coartada a estas conductas.

jueves, 8 de enero de 2009

La furia de Goliat

El principio de autodefensa ha sido muy a menudo utilizado como excusa para ajustar cuentas entre naciones y resolver de forma contundente las rencillas y rencores. A veces, estas agresiones son reales y en otras ocasiones son solo montajes destinados a salvar la cara frente a la opinión pública o evitar el juicio de la historia. Sin embargo, la réplica siempre tiene en común una misma característica, la desproporción en relación a la ofensa. Y la respuesta israelí es un claro ejemplo de esta desproporción. Su acción militar parece inspirada por un impulso homicida dirigido contra civiles indefensos que se han convertido en la carne de cañón de este laberíntico conflicto.

No cuestiono el derecho del estado de Israel a garantizar su integridad territorial, ni tampoco menosprecio el derecho de sus ciudadanos a vivir sin el temor a que un cohete les caiga sobre la cabeza. Pero lo que está ocurriendo en Gaza no es una guerra, es simple y llanamente una matanza indiscriminada. El ejercito israelí esta mostrando una brutalidad cuyo precedente podemos encontrarlo en la matanza de Sabra y Chatila. Sus acciones revelan sus intenciones y estas parecen perseguir única y exclusivamente el exterminio cultural del pueblo palestino o como mínimo desarticular su estructura social. La sistemática destrucción de cualquier tipo de infraestructura y el aislamiento del territorio ha convertido la franja de Gaza en un gueto de ruinas humeantes. Todos estos hechos guardan inquietantes similitudes con tácticas, intenciones y acontecimientos de nuestro pasado. Es aterrador comprobar como cualquier pueblo es capaz de transformarse en un verdugo colectivo, solo necesita encontrar las excusas adecuadas para pasar, en pocas generaciones, de víctima a matarife.

Los líderes de Hamas no son mucho mejores que los tanquistas israelíes. Me pregunto dónde están sus heroicos y valientes milicianos, los mismos que desataron la tormenta. Estos no parecen estar muriendo defendiendo a su gente. Se han atrincherado cobardemente lejos de los combates, en el interior de las ciudades, donde saben que los tanques nunca entrarán porque son presa fácil, donde saben que la infantería no se aventurará porque el número de bajas sería enorme y la opinión pública israelí no las comprendería. Quienes predican e incitan a la inmolación esperan agazapados a que la furia israelí se disipe masacrando a civiles indefensos ,mientras ellos, pacientemente, esperan un alto el fuego que les permita glorificar y justificar sus irresponsables tácticas.

Luego nos sorprendemos cuando algunos niños cargan sus cuerpos de dinamita y la hacen estallar en autobuses llenos de personas. Para ellos seguramente el presente solo es la certeza de una vida miserable y sin futuro, así que prefieren probar suerte en la promesa de un incierto paraíso. Es la historia de siempre y da igual donde tenga lugar la guerra, los Goliats de todas las cataduras y religiones tomaron ya hace mucho tiempo el gusto de jugar al ajedrez mientras tienen un pie puesto sobre el cuello de los David de este mundo y en esta ocasión el joven pastor carece de honda, solo le queda la resignación y posiblemente la muerte.