martes, 30 de junio de 2009

Pensiones

Si algunos bancos, cajas y asociaciones empresariales pusieran tanto empeño en arrimar el hombro en lugar de dedicar todas sus energías a meternos miedo, posiblemente las dificultades serían menos intensas y duraderas. Pero no, ellos en su miope codicia solo parecen interesados en ampliar sus beneficios trasladando la presión fiscal a las rentas medias y bajas. Solo parecen preocupados por reducir el importe de las indemnizaciones por despido y en fundamentar nuestro sistema tributario en impuestos indirectos, que son por definición, desproporcionadamente injustos, eso sí, con la ventaja de que hacen innecesarios los paraísos fiscales y con el inconveniente de que incrementan la desigualdad social.

Un nuevo informe, de dudosa objetividad y confeccionado por algún experto de declarada fidelidad económica e ideológica, ha visto la luz. Esta vez ha sido FUNCA (Fundación de Cajas de Ahorros) y el tema principal ha sido de nuevo nuestras pensiones. Estos señores proponen, sin ni siquiera tener la gentileza de regalar un bote de vaselina con cada copia del informe, ampliar la edad de jubilación hasta los setenta años e incrementar el periodo de cotización mínima, pasándolo de quince a veinticinco años. Y esto, dicho por los representantes de unas entidades que de forma sistemática han regulado sus plantillas prejubilando a empleados con cincuenta y dos años, resulta como mínimo grotesco. Ahora, cuando el gobierno empieza a cortar el grifo de esas prejubilaciones irracionales, imputadas a nuestros impuestos y aportaciones sociales, descubren la perentoria e inevitable necesidad no solo de reformar nuestro sistema de pensiones, sino también de dar entrada a la gestión privada. Propuesta, esta última, que en la Galilea del siglo I les hubiera supuesto la lapidación inmediata, especialmente después de haber logrado que los ahorros de miles de personas se evaporaran en cuestión de minutos.

Y todas estas reformas las plantean como si nuestro sistema público de pensiones fuera un dechado de generosidad, cuando la realidad es que comparándolo con otros modelos europeos resulta muy exigente. Por ejemplo, Francia solo exige doscientas horas trabajadas para tener acceso a la pensión mínima, Suecia tres años. En España son quince los años requeridos y eso solo te otorga el derecho al cincuenta por ciento de tu base reguladora, que está vinculada a los ingresos del trabajador (para el cien por cien se requieren treinta y cinco años). Nuestro país tiene además una exigencia muy perversa, y es que los últimos dos años cotizados deben de ser inmediatamente anteriores al hecho causante, por lo que si tienes la mala suerte de no tenerlos, da igual cuanto tiempo hayas cotizado, te quedas sin pensión. Así que nuestro sistema más bien se distingue por su mezquindad.

Las propuestas de estos señores solo parecen ir dirigidas a dejar a miles de trabajadores sin sus pensiones o reducir estas a la mínima expresión, para obligarnos a contratar seguros privados. Ellos saben perfectamente que los mayores de cuarenta y cinco años, junto con jóvenes y mujeres, es uno de los colectivos que más altas tasas de desempleo presenta y este, casi siempre, es de larga duración. Con sus propuestas muchas personas pueden quedar fuera del sistema de pensiones contributivas, incluso después de muchos años de cotización. La verdad no sé qué me jode más, que estos sinvergüenzas abusen de forma tan descarada o que nuestras calles en lugar de adoquinadas estén asfaltadas.

miércoles, 24 de junio de 2009

Generación Ni-Ni-Ni

Antes, a los jovencitos que se pasaban el día tumbados en el sofá y cuya única actividad era la de tocarse los huevos, se les calificaba, sin excesivas contemplaciones, de vagos redomados. Esa conducta no resultaba del todo inocua, ya que no solo comprometía el futuro de sus protagonistas, sino también la salud de sus padres. De hecho, la principal causa de hipertensión entre adultos con hijos adolescentes era tener un zombi incrustado en el sillón de la salita.

Sin embargo, a pesar del amplio consenso existente respecto a la clasificación de esos jóvenes, unos psicólogos y sociólogos bien dispuestos a pasarse la navaja de Occam por el arco del triunfo, en combinación con unos padres consentidores y una sociedad empeñada en dejar de llamar a las cosas por su nombre, les han puesto una nueva etiqueta. Estos chicos ya no son unos gandules recalcitrantes, sino miembros de una generación llamada Ni-Ni (Ni estudian - Ni trabajan). Esta clasificación resulta sorprendente no solamente porque da carta de naturaleza a esos chicos y los reafirma en su pasividad, sino porque al mismo tiempo desprecia el esfuerzo de miles de jóvenes, de todos los tiempos y lugares, que cada mañana se levantan tratando de tener una vida mejor, incluso cuando saben que el esfuerzo puede tener una magra recompensa.

Por supuesto que no estoy cuestionando el derecho de un joven a sentirse desalentado, desanimado o desorientado, hacerse adulto no es una tarea sencilla. Pero es que no estamos hablando de una crisis personal, ni siquiera de una situación de abandono temporal de los estudios o de un periodo de desempleo, no señor, estamos hablando de jóvenes que sin ningún rubor declaran estar dispuestos a no dar un palo al agua en su vida. En todo caso y como parece inevitable que esos jóvenes sean reclasificados, solo sugiero un pequeño cambio en la denominación, en lugar de Ni-Ni, deberían ser llamados Ni-Ni-Ni (Ni estudian - Ni trabajan - Ni tienen intención de hacerlo) o en su defecto que quienes les han puesto etiqueta a esos ñoños y encuentran excusas para su conducta deberían acogerlos en sus casas una temporada, a ver si después de meses de soportar su indolencia y sus reiteradas peticiones de dinero para alimentarla, se dejan de hostias y vuelven a la explicación más sencilla y al viejo concepto de vagos redomados.

miércoles, 10 de junio de 2009

Año Mariano

Debemos reconocerlo, Rajoy es inasequible al desaliento, unas horas después de ganar las elecciones europeas, con una abstención cercana al 60% y por una diferencia de dos diputados, ya se siente, al fin, líder de su partido y por supuesto del país entero. ¿Realmente existe motivo para tanto entusiasmo? Para contestar a esta pregunta deberíamos abandonar los límites del ombligo del Sr. Rajoy, de su equipo político y sus querubines mediáticos para tratar de encontrar una perspectiva más amplia y menos interesada.

Rajoy siempre apostó por utilizar las elecciones europeas como instrumento para refrendar su liderazgo y este objetivo político ha condicionado el discurso electoral, que ha sido realizado en clave nacional, extendiendo de forma automática una victoria en las europeas a un futuro triunfo en España. Esta sencilla fórmula ha sido un eficaz acicate para que un electorado, tradicionalmente euroescéptico acudiera a las urnas. Lo que no está tan claro es porqué decidió regalar un triunfo electoral al sector más radicalizado del PP escogiendo a Mayor Oreja como cabeza de lista, en detrimento de otros candidatos con perfiles más moderados o de su confianza. Quizá fue la oportunidad para hacer desaparecer de la escena política a un personaje incómodo y ya de paso tratar de aislar a Esperanza Aguirre de quienes podrían ser, por naturaleza ideológica, sus aliados más probables.

Pero todo este andamiaje político no ha conseguido eliminar la vulnerabilidad del secretario general del PP, ya que su principal debilidad, la falta de arraigo territorial, persiste. A diferencia de Esperanza Aguirre que es “propietaria” de los votos obtenidos en Madrid, Mariano Rajoy vive de prestado. Su liderazgo y resultados electorales dependen de la lealtad de los barones regionales y esta necesidad le ha obligado a salir en defensa de personas implicadas en tramas corrupción. Y si bien sus fieles simpatizantes y entregados votantes comparten con él el juicio exculpatorio de las urnas, quizá el resto de ciudadanos tengan otra opinión diferente respecto al funcionamiento de la justicia y del auto otorgamiento de perdones.

Además si comparamos los resultados obtenidos por otros partidos conservadores en Europa, estén o no gobernando en sus respectivos países, podremos comprobar como las diferencias porcentuales respecto a los principales partidos socialistas europeos dejan en entredicho los 3,5 puntos logrados por Mariano Rajoy. Así que por mucho que se desgañiten desde calle Génova reclamando una futura victoria electoral, esta no está tan clara ni es tan previsible como pretenden hacernos creer. Ya se verá si las elecciones europeas marcan el inicio del año Mariano o solo son uno de esos chutes de adrenalina tan necesarios y habituales en política. A pesar de todo, si los chicos del PP quieren celebrar esta victoria por todo lo alto, que lo hagan, pero que no se olviden de invitar a Pirro, así la lista de triunfos y expectativas no solo estará completa, sino que también será realista.

jueves, 4 de junio de 2009

La fuerza de la naturaleza

Últimamente cuando leo alguno de esos artículos que hablan de la crisis económica y el futuro impacto que tendrá en nuestras vidas, tengo la impresión de estar leyendo un parte meteorológico o una de las cuartetas de Nostradamus. Sus autores plantean nuestro futuro económico y social en unos términos que parecen referirse a fuerzas desatadas de la naturaleza, como si tratáramos con fenómenos inevitables y que escapan a nuestro control, como un terremoto o un huracán ante los que solo nos resta rendirnos y resignarnos.

Pese a estas opiniones, la economía ni es un fenómeno natural, ni un ser superior con vida propia. Ni por supuesto los seres humanos somos vasallos condenados a vivir sometidos a sus caprichos y designios. La economía, y disculpad la obviedad, es una actividad humana que no solo puede ser regulada, sino también conducida a unos objetivos concretos. Tan solo es necesario definirlos y por supuesto mostrar la voluntad política necesaria para alcanzarlos. De hecho esos autores no parecen recordar, o no quieren hacerlo, que la actual crisis económica es justamente el resultado de esa posibilidad de moldear nuestro entorno económico. Desde Reagan, quien inició su mandato eliminando gran número de leyes anti-monopolio, hasta el Tratado de libre comercio, tenemos muchos ejemplos de instrumentos jurídicos puestos al servicio de unos principios ideológicos que pretendían crear las actuales condiciones socio-económicas.

Por otra parte, tampoco se puede explicar el nivel de descontrol al que ha llegado el sistema capitalista como consecuencia de la ausencia de un antagonista ideológico desde la caída del muro Berlín, este hecho lo único que estableció fue el unilateralismo de los EEUU, pero como acontecimiento histórico, no supuso ni el triunfo ideológico del capitalismo ni la desaparición de otras opciones. Además, muchas personas que nos consideramos de izquierdas nunca tuvimos en Moscú, esa dictadura teñida de rojo, una referencia ideológica. Ahora supongamos que esta mañana al salir de casa nos ha caído una maceta en la cabeza o que aún no hemos hecho la buena obra del día y damos por buena esta teoría. Después de veinte años desde la caída del dichoso muro la batalla ya no es solamente entre la izquierda y la derecha, sino entre quienes pretenden recortar nuestros derechos devaluando la calidad de nuestras democracias y quienes creemos que nuestras libertades y nuestro bienestar social son principios irrenunciables sea cual sea la amenaza, y sobretodo, que las decisiones las toman los ciudadanos y no los consejos de administración.

Aquí lo único inevitable, además del viento y de la lluvia, es la cara que le echan algunos, que aprovechando el miedo, la inseguridad y el desempleo de millones de personas pretenden dar un nuevo giro de tuerca a su codicia. Lo peor de todo es que esos tipos con sus planteamientos pretenden reducirnos a irrelevantes y prescindibles marionetas, escribiendo nuestros destinos al son de sus intereses. Deberían recordar, como grandes defensores que son de la propiedad privada, que el futuro y la esperanza son las posesiones más valiosas que tenemos y estas son inalienables.