miércoles, 6 de julio de 2011

¿Ciencia o cinismo?

Cuando las cosas van mal todos tenemos una interpretación de los hechos y una receta para solucionar la situación. Y en este jardín de opiniones, las hay de todos los colores, unas serán acertadas, otras abiertamente extravagantes, y algunas, a la vista de su inconsistencia, han de ser elevadas al rango de religión. Claro que ésta es una religión un tanto especial, ya que desprecia la mística clásica para sustentarse en una ciencia que construye su propio relato de los hechos, ignorando las pruebas que ponen en entredicho sus conclusiones y despreciando aquellas otras investigaciones cuyos resultados no se ajustan a las necesidades, deseos e intenciones de quienes consideran la Fe como un instrumento científico válido.

Muchas personas escarmentadas con el delicado compromiso entre razón y religión se vieron abocadas al escepticismo y puesto que santos y relicarios tienen ya poco predicamento, ha sido necesario recurrir a nuevas fórmulas que explicaran, de forma mínimamente convincente, algunos hechos. Uno de ellos es la necesidad de esclarecer las causas del fracaso escolar en nuestro país. Éste no solo es una tragedia, sino también una vergüenza que nos salpica a todos y compromete seriamente el futuro económico y social de nuestra nación. Es un problema complejo en el que intervienen multitud de factores individuales y sociales, sin embargo pese a la evidencia, siempre hay quien tiene una explicación sencilla o una solución infalible al problema.

Los últimos en realizar su aportación a la galería de despropósitos a cuenta del fracaso escolar han sido los representantes de la CEOE. Estos empresarios que ahora también son docentes, sociólogos, psicólogos y trabajadores sociales, afirman, sin empacho ni vergüenza, que el fenómeno responde a factores genéticos (determinismo genético). Si el diagnóstico puede ser motivo suficiente para hacernos reír, las razones ideológicas ocultas tras él son para echarse a temblar. Si se desprecian los factores sociales, las condiciones económicas, la estabilidad familiar de los alumnos y por supuesto las inversiones públicas en educación argumentando que los pobres resultados escolares de algunos alumnos son solo consecuencia de su limitada capacidad intelectual, da igual lo que se haga, estos chicos tienen su destino escrito en los genes, por lo tanto es inútil e ineficiente invertir dinero en su formación.

Siguiendo la lógica de esta argumentación acabamos tropezando con un mensaje perverso y clasista: los estudiantes de clase alta, no obtienen mejores resultados por su mayor disposición de recursos y opciones educativas, sino porque son más listos que el resto de los mortales. Supongo que a eso lo llaman ciencia, aunque algunos lo llamarían cinismo.