martes, 30 de agosto de 2011

Expediente X


Algunas personas se meten en política para hacerse ricos, otros porque sinceramente creen en sus ideas, algunos no tienen ni idea de en dónde se meten y por último, tenemos los Expedientes X. Vamos a suponer, es solo una suposición, insisto, solo estoy suponiendo (por si no te ha quedado claro en la dos primeras ocasiones), que somos gente de extrema derecha, firmes defensores de las esencias católicas de la Madre Patria, custodios de la pureza racial hispana, sea lo que sea que signifique eso, y que vivíamos plácidamente mientras el invicto caudillo gobernó España, ¿estamos en el papel?. Sé que es difícil e incluso doloroso, pero será solo un momento. Bien, si estamos todos preparados, proseguimos con nuestro descenso al infierno del absurdo.

Supongamos que, como gente de bien, pensamos que la única familia verdadera es la bendecida por la Sagrada Iglesia Católica Apostólica y Romana y está formada por un hombre y una mujer (hijos los que Dios quiera). Vamos a figurarnos que los únicos africanos que toleramos son los de la Guardia Mora o los oriundos de Fernando Poo y Rio Muni. Una vez que hemos descubierto que nuestra Patria está siendo invadida por gente de cuatro continentes, que además de inmigrantes son pobres, decidimos contribuir a salvaguardar el blanco que tanto nos gusta y nos metemos en política. Evidentemente, escogeremos Plataforma por Cataluña, un partido cuyo único mensaje electoral es el racismo y la xenofobia; formamos parte de su lista electoral, hacemos campaña a su favor y fíjate tú, salimos escogidos y obtenemos un acta de concejal.

Hasta aquí nada que se salga de lo habitual; seremos unos fachas pero nadie nos podrá acusar de incoherentes. El Expediente X comienza cuando dos de esas personas, escogidas concejales por sus posiciones abiertamente racistas, ponen en evidencia aspectos de su vida personal poco habituales en la ideología de extrema derecha. En primer lugar, una de las concejales recién escogida manifiesta que mantiene una relación con un camerunés. Posteriormente, otro compañero de listas admite que es homosexual y convive con su pareja que es dominicano.

Evidentemente, tras la carcajada llegó el desconcierto. Excluyendo que estas dos personas creyeran que la xenofobia era una bebida tropical y el racismo un baile exótico, algo que no debemos descartar, porque desde que Belén Esteban es “La princesa del pueblo”, la comprensión oral, la escrita también, muestra preocupantes signos de involución. Incluso tomando en consideración la ignorancia previa, es razonable pensar que estas dos personas, tras acudir a un par de actos electorales de su partido, se percataran que allí nadie bebía, ni bailaba y tuvieron la ocurrencia de consultar un diccionario o más sencillo aún, recurrir a Google, para averiguar el significado de los dos términos.

Asumido el hecho de que fueron capaces de descubrir que la naturaleza de la organización estaba en abierta contradicción con sus vidas personales, ¿por qué continuaron?. Desechada la opción ideológica y cuando resulta complicado creer en la buena fe y en la recta intención, sólo resta una posibilidad: que estas personas desearan ser concejales a toda costa, dándoles igual con quién y cómo. La cuestión era ser elegido y después Dios proveería y éste, en su sabiduría, atendió sobradamente las súplicas de quien se ayuda a sí mismo. No sólo les concedió el acta, sino también un gobierno en minoría para quien estos concejales, libres de cualquier disciplina de partido, serán dos valiosos votos, posiblemente muy caros de obtener.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Curioso y preocupante


No es una novedad que Warren Buffet denuncie la necesidad de pagar más impuestos, como tampoco lo es que manifieste el absurdo de que el sistema impositivo se ensañe con la clase media, mientras las grandes fortunas, desde la época de Reagan, viven en unas permanentes vacaciones fiscales, que han servido para incrementar las diferencias económicas entre ricos y pobres. Si a esto le sumamos que los sueldos medios se han ido reduciendo progresivamente, dándose la circunstancia de que muchos trabajadores, pese a tener un empleo, viven en la pobreza, como consecuencia de los bajos sueldos, es inevitable que en este contexto cualquiera capaz de ver más allá de su propia codicia, sea consciente de que se está generando una situación insostenible, desde el punto de vista social y económico.

Si las declaraciones de Warren Buffet pueden ser interpretadas como un gesto de inteligencia, también son un aviso de que la avaricia rompe el saco y seguramente, estén encaminadas a tratar de reformar el capitalismo para evitar su quiebra. La carta firmada por dieciséis millonarios franceses pidiendo un incremento de impuestos, en cambio, es un ejemplo de condescendencia y prepotencia. No piden, pese a los titulares de prensa, que se les suban los impuestos, sino que se establezca una contribución “excepcional”, mientras dure la actual situación económica y que ésta tenga “proporciones razonables”, para evitar la fuga de capitales o la evasión fiscal, por lo que su oferta no es gran cosa. En el mejor de los casos, podríamos considerarla una propinilla al fisco para lavar su pésima imagen y tratar de mantener a medio y largo plazo sus privilegios fiscales.

Si bien la petición no deja de ser un mero acto cosmético, contra el cual no tengo nada (cada uno tapa sus defectos como puede), si resulta inquietante la velada amenaza que contiene la misiva. Por una parte, dejan claro que ellos hacen lo que les da la gana, disponen de los medios para evadir y ocultar bienes y por otra parte advierten, de forma descarada, que no aceptarán ningún cambio en un modelo fiscal que tantos beneficios les ha reportado. Evidentemente, como son gente formada en las mejores escuelas y de modales exquisitos, saben que una amenaza si se la acompaña de un acto de caridad será malinterpretada y los titulares sólo recogerán el gesto de magnificencia, obviando la canallada implícita del entrelineado. Quizá empiecen a estar preocupados y sospechen que esta crisis y la que parece avecinarse, puede generar la suficiente masa crítica como para que se produzcan estallidos sociales de consecuencias políticas y sociales imprevisibles para sus intereses. No deja de ser curioso y preocupante que los ricos europeos y estadounidenses se ufanen y afanen en ofrecer su colaboración económica tras cuatro días de algaradas en Londres.

jueves, 18 de agosto de 2011

Flotando en estado Zen


Hace unos días recibí una de esas presentaciones de Power Point que pretenden darnos una lección magistral sobre la amistad o el amor. En este caso concreto, la intención no era hacerte recordar lo maravillosa que es la vida, ni te amenazaba con siete años de mala suerte si rompías la cadena, ni tampoco te prometía que tus deseos se verían cumplidos si la enviabas a varios cientos de tus contactos. El objetivo era mucho más modesto, porque explicaba de forma sencilla y didáctica, casi como un sermón, el porqué unos países eran ricos y otros no. Según la presentación, todo se reducía a una cuestión de actitud y voluntad de sus ciudadanos, resumiendo los grandes males que aquejan a las sociedades en cuestiones económicamente tan relevantes, como la puntualidad, la pulcritud en el vestir y la seriedad. En resumidas cuentas, según el autor o autora de la presentación, los pobres son pobres, porque les da la gana o carecen de la suficiente voluntad para dejar de serlo; dicho en román paladino, viven en la miseria porque son unos auténticos haraganes.


Hay que reconocer que la profundidad del análisis es para dejar consternado a cualquiera, no porque haya gente capaz de ignorar los hechos de forma tan torticera o dispuesta a inventarse rocambolescas teorías para justificar y legitimar las desigualdades, sino porque hay personas que, de buena fe o presionados por las circunstancias, se las toman en serio. Y en ese universo de explicaciones absurdas, que pretenden imputar al individuo la responsabilidad de todas sus desgracias, tengo especial inquina a esa pseudo-filosofía llamada “Pensamiento positivo”. Quizá soy un cenizo, dominado por pensamientos negativos, pero por muchas vueltas que le he dado, no he sido capaz de ver qué tiene de positivo padecer un cáncer o perder tu empleo, ni por supuesto, que oportunidades de mejora personal pueden aportar al individuo.

Realmente, me sorprendería que esos impresentables que se pasan la vida abrazándose a árboles para sentir sus vibraciones (aunque posiblemente al recibir las suyas el pobre árbol pierda todas sus hojas) ignoraran el hecho que en demasiadas ocasiones no es suficiente con la voluntad o el deseo de vivir. Que con frecuencia la personas pierde la esperanza y muchas batallas, porque la realidad generalmente no atiende a oraciones ni concede ventajas (salvo que puedas pagarlas), independientemente de lo bueno que sea tu “rollo” metafísico. Saben perfectamente que si el individuo asume toda la culpa nunca buscará responsables, ni explicaciones a las desigualdades y por supuesto, no tratará de cambiar las cosas. Saben muy bien que el hombre "positivo" tragará con todo, tratando de aprovechar “su oportunidad”, mientras los miserables de esta tierra, culpables de muchas desdichas, se parten de risa viéndonos flotar en estado Zen.

domingo, 14 de agosto de 2011

Sepulcros blanqueados

Afirmaba David Cameron que los disturbios ocurridos en Londres y otras ciudades inglesas eran el resultado “de la falta de responsabilidad de unos jóvenes que piensan que el mundo les debe algo y tienen más derechos que responsabilidades. Hay algo que está mal en la sociedad británica, existe una falta de educación adecuada y una falta de ética y moral”. Debo reconocer que estoy de acuerdo con sus palabras. Parte de lo ocurrido se explica en el triunfo del dinero y la posesión de bienes materiales como único objetivo social y en el “todo vale” como instrumento para lograr el éxito. Está claro que estos jóvenes son un reflejo de un sistema social que permite a sus banqueros hundir las economías sin ser procesados, que consiente que sus políticos utilicen sus dietas para sufragar gastos personales no relacionados con su actividad y que incentiva la evasión fiscal permitiendo que los ricos eludan su parte de responsabilidad en la contribución al bienestar de la comunidad. Tiene razón cuando dice que algo va mal en la sociedad británica (en las otras también), cuando la cultura de la irresponsabilidad se ha instalado en la élite social y económica.

Qué conducta podremos esperar de los más jóvenes si sus padres o ellos mismos han perdido el empleo porque sus empresas, pese a obtener beneficios, los han despedido solo para contentar a los accionistas. Realmente, salvo en las formas y los objetos saqueados, la única diferencia que logro ver entre esos adolescentes alborotadores, o por ejemplo, los especuladores que juegan con el precio de los alimentos, es el número de víctimas y damnificados que provocan sus acciones. Responsabilizar a los padres y a la escuela de la falta de educación es un argumento frívolo e hipócrita, posiblemente encaminado a justificar, en nombre de la eficacia, mayores recortes en la enseñanza pública y ya de paso distraer la atención sobre las causas que han alimentado el conflicto.

Quizá sería interesante analizar qué posibilidades educadoras tienen padres y profesores cuando sus valores compiten con la publicidad, con un entorno que incita a los jóvenes a consumir y poseer unos bienes y servicios que no están al alcance de sus bolsillos. Se está condenando a millones de personas a ser meros espectadores de una fiesta consumista, se les está diciendo que deben conformarse con observar los objetos deseados a través de un escaparate, mientras el “todo vale” campa a sus anchas. Qué resultado esperaban obtener cuándo quienes pontifican sobre la ética y la moral son, como dijo el Nazareno, como sepulcros blanqueados.

martes, 9 de agosto de 2011

La estrategia del avestruz

Unos barrios de Londres están que arden y no sólo en sentido figurado. Por más que he buscado no he podido encontrar ningún análisis que explique con detalle las posibles causas de este estallido social, sólo vagas referencias a conflictos raciales y un par de líneas que citaban los recortes del estado del bienestar y las altas tasas de desempleo como posibles causas. Por lo demás, la mayoría de la información se centra exclusivamente en los enfrentamientos con la policía, los saqueos y los incendios, poniendo especial énfasis en la violencia de los manifestantes. Parece ser que una vez colgada la etiqueta de “violento” es innecesario profundizar y analizar las posibles causas que han provocado el conflicto.

Estamos siendo testigos de cómo un gran número de ciudadanos, en diversos países, están saliendo a la calle mostrando un descontento que presenta elementos reivindicativos comunes. España, Gran Bretaña e Israel, donde trescientos mil jóvenes se manifestaron la semana pasada, son solo unos pocos ejemplos de un proceso que parece estar adquiriendo una dimensión global. Es innegable que algo se está moviendo y tampoco podemos negar al capitalismo la virtud de que, pese a las diferencias culturales y las distancias geográficas, ha sido capaz de provocar una reacción, cuyo denominador común es un amplio rechazo social a un sistema caracterizado por su naturaleza depredadora y su tendencia natural a generar profundas desigualdades sociales.

Confundir el síntoma con la enfermedad es un error. Tratar de reducir las manifestaciones a simples expresiones de violencia, además de tendencioso, es de género estúpido. Aplicando la estrategia del avestruz sólo se logrará que estos lícitos y legítimos movimientos se radicalicen; aunque claro, quizá ésta sea una consecuencia deseada por el “establishment”. Reducir las reivindicaciones a una mera cuestión de orden público evitará incómodos análisis que apunten a la necesidad de emprender reformas para equilibrar un sistema especializado en ensañarse con los más desfavorecidos.