viernes, 24 de diciembre de 2010

Tregua navideña

Como cada año por estas fechas echo el cierre hasta después de reyes. Os deseo que paséis unos buenos días o como mínimo no os agobiéis demasiado. En fin, lo de siempre. Sed buenos y si sois malos, nada de arrepentirse, ponedlo por escrito para más adelante, uno nunca sabe que recuerdos puede necesitar. Un abrazo a todos, especialmente a esos cuatro que cambian de ciudad y continente. Buen viaje y buena suerte.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Muchos gestos y pocos euros

Un conocido me comentaba los recortes que está sufriendo la investigación en nuestro país. Amargamente se lamentaba de que ya llevaban unos años al limite presupuestario y que, después del último tijeretazo, se verían obligados a abandonar cinco patentes. Esta situación es especialmente dolorosa cuando algunas universidades públicas no solo están logrando grandes éxitos, sino que lo están consiguiendo a unos costes muy inferiores a los de la investigación privada. El caso concreto que he mencionado no es una excepción, hace un par de semanas un numeroso grupo de investigadores españoles manifestaron públicamente encontrarse ante un “Holocausto científico”. Quizá el calificativo, por sus connotaciones, puede resultar inadecuado, pero no podemos negar el hecho de que plasma de una forma muy gráfica la actual situación de la investigación en nuestro país.

Severo Ochoa, Miquel Servet, Domingo de Soto, Ramon y Cajal, Jaume Ferran i Clua, Felix de Azara, a quíen Darwin cita decenas de veces en su obra, son solo unos pocos ejemplos a quienes se les rinde tributo internacional, algo que también hacemos nosotros, pero solo tras su muerte o después de que sus méritos hayan sido reconocidos fuera de nuestras fronteras. Porque, desde luego, invertir en investigación se invertirá poco, pero a la hora de salir en la foto, lo que sobran son espontáneos y codazos. Resulta complicado comprender de qué manera se pretende cambiar el modelo productivo de nuestro país, acostumbrado a patentar poco y pagar mucho en concepto de royalties, si negamos los recursos necesarios a nuestros científicos e investigadores. Se pongan como se pongan los teóricos del recorte del gasto y los talibanes del libre mercado, este cambio requiere invertir mucho dinero público, ya que la iniciativa privada, salvo contadas excepciones, nunca ha mostrado excesivo interés en la investigación y el desarrollo.

La cuestión es si ese cacareado nuevo modelo productivo solo son palabras, un discurso hueco que pretende distraer la atención mientras el temporal amaina. Lamentablemente, los indicios y los hechos confirman la hipótesis de, que aparte de buenas palabras, a la Ciencia le esperan tiempos difíciles. Posiblemente muchos de nuestros investigadores tendrán que poner tierra de por medio si quieren desarrollar sus carreras profesionales, pero no deben desesperar. Si logran el éxito, descubren una fuente de energía abundante y barata o una vacuna contra cualquier enfermedad, pueden estar seguros de que después de muertos los reverenciaremos y algunas ciudades pueden incluso nombrarlos hijos predilectos. Eso sí, la patente de su descubrimiento será alemana, estadounidense o francesa. Lo curioso es que los problemas de nuestra Ciencia y las dificultades de nuestros científicos se solucionan de una forma sencilla: Menos gestos y más euros.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Silent running


La Voyager 1 ya se encuentra en los límites de nuestro sistema solar. Tras un viaje de treinta y tres años, la pequeña sonda de apenas ochocientos kilos ha completado su principal misión. Ahora se enfrenta a la fría inmensidad y, cuando su fuente de energía se agote, vagará silenciosa, transformada en una errante botella que contiene en su interior un disco de oro con imágenes y sonidos de nuestro planeta, como en la placa de la Pioneer. En él se dan detalles de nuestra especie y, lo más importante, localiza la posición de nuestro planeta en la inmensidad del Universo.

Puede que alguna especie inteligente, con capacidad para realizar largos viajes espaciales, encuentre nuestro mensaje, en este supuesto ya podemos ir cruzando los dedos. Si quienes lo reciben son pacíficos y bienintencionados se sentirán muy decepcionados cuando conozcan personalmente a los autores. Si en cambio, es una raza con costumbres similares a las nuestras, no nos engañemos, nos pintan bastos. También podría darse el caso deque dentro de cientos de años, si logramos sobrevivir como especie, una nave terrestre se tropiece con la ya entonces desvencijada sonda. Quizá nuestros descendientes hayan cambiado tanto que no sean capaces de reconocer a sus antepasados como los autores del mensaje o simplemente, que la riqueza y variedad de vida en nuestro planeta sea considerada solo un mito y la mayoría de los sonidos les resulten extraños o desconocidos. Existe la posibilidad de que transcurrido todo ese tiempo, sigamos siendo los mismos y quien encuentre ese mensaje decida fundir el disco para poder vender el oro.

El futuro se presenta tan lleno de posibilidades e incertezas que incluso puede llegar a no ocurrir nada y la sonda continúe su viaje durante milenios, custodiando un mensaje que no tendrá receptor. Al menos esa mínima expresión de nuestra cultura se salvará, mientras aquí en la Tierra, Pompeya se desmorona y las esculturas del Chillida-Leku parecen estar condenadas a la soledad. Quizá debamos recuperar el espíritu de la “Valley Fogue”, construir una inmensa nave espacial, llenar sus bodegas con todas las obras de arte que sean capaces de contener y lanzarla al espacio. Quizá la fortuna les acompañé y la especie que las encuentre, sin comprenderlas del todo, sepa sino apreciarlas, si al menos conservarlas.

viernes, 10 de diciembre de 2010

El mito de la caverna


En el mito de la caverna unos seres humanos vivían encadenados en una cueva. A sus espaldas, seres y objetos desfilaban frente a una hoguera y sus sombras, proyectadas sobre una pared era la única percepción del mundo que tenían aquellos hombres inmovilizados por las cadenas. Esa metáfora, pesadilla de algunos estudiantes de bachillerato, quizá también sea la nuestra. Seguramente Platón nunca pensó, acostumbrado a debatir todos los asuntos públicos en el ágora, que su alegoría, casi dos mil quinientos años después, continuaría estando vigente. El hombre ya es capaz de conocer con bastante precisión el mundo y los fenómenos físicos que lo envuelven, pero en otras cuestiones seguimos encadenados a una historia oficial, a una narración de los hechos construida sobre medias verdades, silencios o mentiras plausibles.

Evidentemente hace tiempo que perdimos la inocencia. Cada uno a su manera, era consciente de que quienes controlan y se aprovechan de los resortes del poder escondían mucha basura en sus armarios (el olor a veces nos alcanzaba). En este sentido, posiblemente las revelaciones de Wikileaks solo sean una tormenta en un vaso de agua. Lo realmente interesante e importante no es tanto el contenido de esos documentos, que también, sino las reacciones histéricas, desproporcionadas y las actuaciones concertadas que han revelado la existencia de una amplia red de complicidades y obligaciones mutuas entre Estados y multinacionales.

Parecer ser que nuestras democracias tienen unos límites, cada vez más estrechos, que están siendo fijados por una oligarquía política y financiera de dudosa calidad democrática empeñada en mantener a los ciudadanos en la penumbra, limitando el acceso a la información y en consecuencia condicionando nuestra libertad de expresión. Seguramente esos poderes, antes llamados fácticos, tienen interés cierto e ilegitimas razones para que permanezcamos encadenados en la cueva pero su respuesta esta vez ha proyectado en la pared su prepotencia y soberbia sin distorsiones. Ahora tendremos que esperar el final de esta tragedia para saber si la verdad, aunque casi siempre sea dolorosa, nos hace libres. Solo espero que Julian Assanger no corra la suerte de Prometeo, el Titan que se atrevió a robar el fuego de los dioses para entregarlo a los seres humanos.

viernes, 3 de diciembre de 2010

¡Que estudien ellos!


Uno de los fenómenos más sorprendentes de la segunda mitad del siglo XX fue la masiva afluencia de jóvenes a estudios de nivel medio y superior. Éste es uno de los factores que explican el gran desarrollo de aquellas sociedades que fueron capaces, y tuvieron la voluntad, de erradicar el analfabetismo y democratizar el acceso de los jóvenes a unos estudios que hasta ese momento habían estado vedados para la inmensa mayoría de ellos. Hasta la fecha no se cuestionaba que existía una relación directa entre las inversiones en educación y el incremento a medio plazo del PIB de un país. Así que cualquier nación que pretenda reducir las posibilidades de lograr una formación de calidad para sus ciudadanos, en el fondo lo que está haciéndose es el “harakiri” en términos sociales y económicos.

La decisión del gobierno británico, asesorado por un antiguo ejecutivo de una petrolera (quien seguramente sabe mucho de petróleo pero no necesariamente debe tener idea de nada más), de triplicar el coste de las carreras universitarias, solo se comprende en el contexto de una economía globalizada que permite, por ejemplo, que un ingeniero formado en la India acabe trabajando en Londres, a un coste menor, claro está, que su homologo inglés. Quizá esta medida sea en términos económicos “eficiente” (qué harto estoy de esta palabra) pero tiene unos importantes efectos perversos y no solo para los estudiantes ingleses, italianos o de cualquier otro país cuyos gobiernos, con la excusa de los recortes, están metiendo mano de forma descarada a uno de los objetivos sociales de un sistema educativo democrático como es garantizar la igualdad de oportunidades.

En nombre de la maldita “eficiencia” estos gobiernos conservadores practican una forma de darwinismo social especialmente cruel, al vincular las ilusiones, los proyectos y el desarrollo personal de millones de jóvenes a sus posibilidades económicas, marginando de forma descarada a quienes, pese a su capacidad, no puedan financiarse los estudios. Si a esto le sumamos que importar profesionales tiene un grave perjuicio para las naciones pobres, las cuales, después de realizar importantes esfuerzos en la formación de médicos o ingenieros, ven como son otros países los que no solo se benefician de su inversión sino que también, pese al sacrificio, continúan dependiendo técnicamente de ellos. Tendréis que disculpar mi miopía, pero me resulta difícil apreciar qué tiene de eficiente condenar a personas y naciones a un permanente estado de subdesarrollo educativo, económico y social, por mucha necesidad que haya de reducir el gasto. La cuestión es qué pasará con esos miles de jóvenes que verán sus expectativas frustradas. Quizá decidan, a falta de otras opciones, dedicar su talento a volar edificios públicos o atracar bancos, la verdad, razones no les faltan.

P.D. Buen puente a todos.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La Mentira Descubierta


Si me hubiese castigado de la manera como nosotros castigamos a nuestros hijos ¿hubiese aprendido la lección?


Una historia del nieto Mahatma Gandhi.

El Dr. Arun Gandhi, nieto de Mahatma Gandhi y el fundador del instituto M.K. Gandhi para la Vida Sin Violencia en su lectura del 9 de Junio en la Universidad de Puerto Rico, compartió la siguiente historia como un ejemplo de la vida sin violencia en el arte de sus padres: Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el instituto que mi abuelo había fundado en las afueras, a 18 millas de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar. Estábamos bien en el interior del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mí, siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine. Un día mi padre me pidió que le llevara a la ciudad para asistir una conferencia que duraba el día entero y yo aproveché esa oportunidad.

Como iba a la ciudad mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba y como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes, como llevar el auto al taller. Cuando me despedí de mi padre él me dijo: Nos vemos aquí a las 5 p.m. y volvemos a la casa juntos. Después de completar muy rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me concentré tanto en la película, una película doble de John Wayne, que me olvidé del tiempo.

Eran las 5:30 p. m. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el auto y me apuré hasta donde mi padre me estaba esperando. Eran casi las 6 p.m. Él me preguntó con ansiedad: - ¿Por qué llegas tarde?. Me sentía mal por eso y no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne; entonces le dije que el auto no estaba listo y tuve que esperar.... esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller. - Algo no anda bien en la manera como te he criado puesto que no te he dado la confianza de decirme la verdad.

Voy a reflexionar que es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas a la casa y a pensar sobre esto. Así que vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por caminos que no estaban ni pavimentados ni alumbrados. No lo podía dejar solo.... así que yo conduje el auto 5 horas y media detrás de él.... viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho. Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir. Muchas veces me acuerdo de este episodio y pienso....

Si me hubiese castigado de la manera como nosotros castigamos a nuestros hijos ¿hubiese aprendido la lección?. ¡No lo creo! Hubiese sufrido el castigo y hubiese seguido haciendo lo mismo. Pero esta acción de no violencia fue tan fuerte que la tengo impresa en la memoria como si fuera ayer. ¡Éste es el poder de la vida sin violencia!

Gentileza, Marian Benedit

P.D. Lo ha enviado un amigo que debe de estar preparándose y documentándose para su próxima paternidad. En serio amigo, vete preparando para andar muchos km. Cuánto nos vamos a divertir malcriando a tu niña. :)

martes, 23 de noviembre de 2010

Supongamos por un momento, que...


Leo que los árboles expuestos a esa invisible radiación producida por las redes wi-fi, enferman, muestran “un brillo de plomo en sus hojas, sus cortezas se agrietan y sangran”. Parece ser, aunque apasionados alegatos desmienten esta conclusión, que poco a poco se van marchitando. Supongamos, por un momento, que esas radiaciones son totalmente inocuas tanto para los árboles como para las personas, concedamos el beneficio de la duda a ese negocio que mueve miles de millones y al que seguramente le da igual la salud de un árbol o la de mil personas siempre y cuando puedan sembrar las suficientes dudas como para no tener que asumir responsabilidades o invertir en sistemas que no dañen a los seres vivos. Supongamos, por un momento, que no es el modo como enviamos los mensajes sino su contenido el que los pone en peligro.


Dejemos volar la imaginación y pensemos que los árboles, por algún mecanismo desconocido, de forma voluntaria o involuntaria, son capaces de interceptar los mensajes que viajan en esas invisibles radiaciones, descifrarlos y averiguar su contenido. Gracias a ese don o maldición, han podido recibir noticias de parientes que habitan en otros lugares del planeta, así han descubierto que el cedro libanés continúa sin conocer la paz, que el roble inglés será convertido en tablones y que el pino mediterráneo ya solo arraiga en parterres. Y si esas noticias son desalentadoras, las que les llegan de la selva de Indonesia o del Amazonas son desastrosas. Con cada bit de información que descifran descubren que, en nuestro planeta, ni la acacia africana es ya capaz de prosperar. Así, lentamente, van acumulando millones de malas noticias que los contaminan, marchitando sus hojas, pudriendo sus troncos y transformando sus anillos en la narración de una extinción.

Supongamos por unos momentos que a los árboles, de tanto llorar, ya no les queda más remedio que evolucionar, que su única salvación sea cambiar, transformarse en otra cosa capaz de sobrevivir entre la podredumbre y la indiferencia. Seguramente los árboles más jóvenes en ese desesperado intento de encontrar un futuro, escarbaran en la información almacenada y encontraran la respuesta. Solo necesitan transformarse en seres humanos, esos si, dirían, saben adaptarse a todo, esos sí que son tipos duros e insensibles, por mucho que digan de las piedras y las plantas. Son capaces de ver cómo una mujer enferma de cólera y con aspecto de no haber comido en mucho tiempo muere tirada en una calle sin que nadie le preste ayuda. Ése debe de ser el futuro de los árboles si quieren sobrevivir, con el cambio perderán las hojas, las raíces y posiblemente también el corazón, pero así es la evolución.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Los testículos del saltamontes


Resulta evidente que la actual crisis económica está resultando ser una excelente excusa, una oportunidad histórica para que los partidos conservadores europeos desmantelen el estado de bienestar social. Reformas que hace apenas tres años hubieran supuesto un alto coste político, que nadie hubiera estado dispuesto a asumir, y que en el mejor de los casos podrían haber sido introducidas de forma gradual, ahora son tomadas de la noche a la mañana, sin apenas debate, presentándolas como actos inevitables y decisiones irremediables. Las políticas económicas aplicadas por Cameron, Merkel y Sarkozy son decisiones ideológicas, ya que recortar el gasto no es precisamente la mejor manera de estimular una economía ni de generar empleo. El oportunismo ideológico prevalece, no solo sobre el sentido común, sino también sobre el interés general. Con la cantinela del sacrificio se está imponiendo a gran parte de la sociedad una serie de cargas que lastrarán la recuperación económica y que suponen un riesgo para la cohesión y la estabilidad social.

Estas decisiones cuya legitimidad moral es más que dudosa, están siendo soportadas por los ciudadanos, sin que la banca y el mundo financiero asuma su responsabilidad (económica y moral) y sin que esos políticos que tanta prisa se han dado en recortar salarios, ampliar la edad de jubilación, incrementar tasas universitarias y aumentar los impuestos indirectos, hayan sido capaces, por falta de voluntad o impotencia (no sé que sería peor), de imponer al mundo financiero una sola norma que regule y limite su actividad, para evitar futuros desastres que, nos guste o no, ya se están gestando. Para hacer una afirmación de esta naturaleza no necesitamos ser economistas, ni siquiera astrólogos (sus primos hermanos profesionales), basta con reparar en los enormes beneficios que se reparten y con tener la sospecha de que los bancos, pese a todo el dinero invertido en rescatarlos, aún nos tienen guardadas algunas sorpresas. Pero especialmente porque a nadie se le escapa, que cuando una conducta no comporta riesgos y los platos rotos los pagan otros, es seguro que ésta volverá a repetirse.

Posiblemente lo más humillante es que nos tomen por imbéciles cuando se les aprietan los machos, cuestionando la idoneidad de sus recetas económicas. Y si se quedan sin excusas que las justifiquen tienen la cara dura de apelar a la ciencia. Sin vergüenza afirman que sus medidas responden a modelos científicos, supongo que los mismos que inspiran a creacionistas y a los confeccionadores de horóscopos. Les da exactamente igual que una ciencia sostenida en la Fe, tiene muy poco de ciencia y mucho de simple charlatanería. Y les resulta indiferente porque se han acostumbrado tanto a reírse de nosotros que ya ni se molestan en dar explicaciones plausibles o como mínimo que no insulten nuestra inteligencia. Sinceramente con este panorama la única opción razonable es que los ciudadanos radicalicemos nuestras posiciones y exigencias. No tengo ya tan claro si esta decisión ha de ser tomada por sentido común o simplemente, porque nuestros testículos ya tienen, en proporción, el tamaño de los de un saltamontes.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Drogas legales, trampas mortales


A mediados de los noventa, el 30% de los ingresos psiquiátricos que se producían en nuestro país estaban relacionados con el consumo de alcohol. Seguramente esta cifra no solo esté desfasada (para peor), sino que ya en su momento era solo la punta del iceberg de una situación mucho más grave. El alcohol, como con el resto de drogas, solo es una preocupación cuando provoca alarma social, cuando la comunidad identifica a sus consumidores como un riesgo o un problema de seguridad. Una de las muchas consecuencias que tiene una crisis es que la pérdida del empleo o la reducción de ingresos evidencian la dependencia. Personas que durante mucho tiempo fueron capaces de ocultarla a familiares y amigos, ahora se encuentran atrapadas en una necesidad de consumo que no pueden sufragar y evidentemente recurren a cualquier otra vía que les permita continuar drogándose.


Hay miles de personas que son consumidoras y este consumo se desarrolla en la clandestinidad. Viven con normalidad y su entorno es incapaz de detectar la dependencia hasta que surge algún problema asociado al consumo. Sin desdeñar la importancia numérica de este colectivo, existe una forma más perversa de convivir con un drogodependiente sin ser consciente de estar haciéndolo, y es que la droga en cuestión sea una sustancia no solo socialmente aceptada sino que esté presente en la mayoría de nuestros ritos cotidianos y festivos, como es el caso del alcohol. Esta sustancia es causa directa e indirecta de miles de muertes cada año, el sufrimiento social que ocasionan es elevado y el coste sanitario, ahora que algunos parecen estar tan preocupados por él, millonario. Sin embargo convivimos con el alcohol sin reparar en su peligrosidad, la etiqueta de “legal” parece transformarlo en un producto poco amenazador, casi inocuo, pese a las pruebas en contra de esta percepción.

Este es parte de problema, la combinación de ignorancia e hipocresía tienen como resultado un peligroso cóctel de tópicos y complacencias, que pueden tener como consecuencia una dependencia cruel e implacable que cada día provoca el sufrimiento de millones de personas. Si comparamos las muertes provocadas por el alcohol y las ocasionadas por la heroína nos preguntaríamos, con mucha razón, porqué la segunda está prohibida mientras el primero goza de una amplia aceptación social. Sin embargo, que yo sepa, nadie llama a un camarero “camello” cuando objetivamente cumple la misma función: servirnos una dosis de droga. Nadie mira con desconfianza al viticultor y en cambio sí lo hacemos con los cultivadores de coca, cuando su cultivo y consumo es tan tradicional como el de la vid. No debemos desdeñar que la “búsqueda de la euforia” es tan antigua como la propia humanidad y que la única posibilidad que tenemos de combatir cualquier drogodependencia reside en la educación y la prevención (por supuesto esos mensajes que “recomiendan el consumo moderado” mientras tratan de hacernos beber cerveza, no deberíamos considerarlos como actuaciones preventivas). Un hecho es innegable, ya sea mascando coca, bebiendo vino o fumando hachís, continuaremos drogándonos hasta que nos extingamos como especie, así que quizá, eliminar la consideración de drogas legales e ilegales, de duras o blandas, sería un buen paso para evitar que millones de personas conviertan, por ignorancia, sus vidas y las de sus familias en un infierno.

viernes, 29 de octubre de 2010

Solo son niñas

Algunas niñas pueden pintarse como mujeres, tratar de moverse como ellas, imitar sus conductas e incluso estar lo suficientemente desarrolladas para parecerlo. Pero no, pese a que pretendan demostrar y demostrarse lo contrario, continúan siendo unas crías. Da exactamente igual que un ejercicio literario con mucho estilo y sin zafiedad, las elevara al mito de “lolitas” o que algunos códigos penales parezcan haber sido redactados pensando en los intereses e instintos de pederastas y demás alimañas, pero pese a todo, solo son niñas. Cuando un anciano de setenta y cuatro años presume en un libro de haber mantenido relaciones sexuales con dos niñas de trece años, a las que califica de “zorrillas”, no somos testigos de un acto de provocación artística, ni de un intento de vender más de tres libros (no es precisamente un superventas), ni siquiera de las nostálgicas ensoñaciones de lo que antes se conocía como un viejo verde sino de algo mucho más repugnante, como es considerar a los niños simple mercancía y mantener relaciones sexuales con ellos tan solo una machada de la cual se puede presumir. Esa narración recoge lo más miserable de una realidad que desprecia a la mujer, reduciéndola a un simple objeto sexual, dejando en evidencia un machismo de la peor catadura, así como la hipocresía de unos hombres que por disponer de dinero o poder, reducen a una persona, independientemente de su edad, a un cuerpo con una sola función.

Este tipo con sus palabras alimenta una de las conductas más viles e infames a las que se puede exponer un ser humano, y si se ha atrevido a ir tan lejos es porque parece que algunos sectores sociales, por simples razones ideológicas, están dispuesto a perdonar los desmanes de voceros y confesores. Somos testigos de cómo, grupos “pro-vida” histéricamente radicalizados, amenazan e intimidan, con una retórica incendiaria, a médicos, enfermeras y mujeres que desean interrumpir su embarazo. Pero aún no hemos visto a ninguno de ellos montar el mismo escándalo en la Plaza de España de Roma, ni exigir a las puertas de ningún palacio episcopal el procesamiento de los sacerdotes acusados de pederastia. Esa parte de la sociedad que aún alumbra sus cavernas quemando libros, se remite a la literatura, a la creación artística, a las obras de ficción de verdaderos escritores, como Henry Miller o Gil de Biedma, para amparar a uno de sus pregoneros más barroco y servil. La literatura seguramente tiene, como ha dicho Esperanza Aguirre (quien seguramente es una gran lectora), actos absolutamente reprobables, pero casi todos son imaginados. Dashiell Hammett nunca necesitó matar a nadie para describir un asesinato, ni Goethe irse de copas con el diablo para escribir Fausto. Pero claro, estamos hablando de escritores, no de escribanos subvencionados y consentidos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

En el principio era el Verbo

En el principio era el Verbo y el Verbo era en Dios, y el Verbo era Dios. Esto era en el principio,en Dios, y el monje fiel debería repetir cada día con salmodiante humildad ese acontecimiento inmutable cuya verdad es la única que puede afirmarse con certeza incontrovertible.

Umberto Eco. El nombre de la rosa.


La estrategia de criminalizar como fórmula para devaluar cualquier movimiento social que cuestione las directrices y consignas del neoliberalismo, se ha convertido en algo habitual. Los primeros en ser desdibujados por el expeditivo método de ser tachados de “violentos”, fueron los movimientos antiglobalización. Su coherente denuncia de los efectos perversos del un capitalismo salvaje a escala global, sin fronteras políticas ni jurídicas que lo contuvieran, las claras advertencias del desastre social, humano y ecológico, no solo fueron desatendidas, sino que sus miembros fueron criminalizados y sus reivindicaciones reducidas a explosiones de violencia incontrolada orquestadas por radicales o tipos que cobraban por serlo (la figura del revienta manifestaciones es tan antigua como las mismas manifestaciones). Fue irrelevante que las mentes más lúcidas de nuestro siglo suscribieran el rechazo a una globalización injusta, así como que la inspiraran intelectualmente. Al final las imágenes de los telediarios solo mostraban escaparates rotos, coches quemados y policías repartiendo palos (supongo que para disuadir a otros de sumarse a tan absurdo movimiento).

No tienen suficiente con ordenar a su capricho e interés las relaciones económicas del planeta, también exigen nuestro asentimiento, controlar nuestras reacciones, en definitiva, que aceptemos el saqueo sin rechistar. Se atreven a llamar violentos a quienes salen a la calle tratando de resistirse a las consignas del “Gran Hermano”: eficiencia, competitividad, mansedumbre. Hasta la palabra les molesta. Califican de violentos a los sindicalistas, de salvajes a los estudiantes, de poco realista a cualquiera que se atreva a cuestionar los postulados del nuevo mundo, ese lugar extraño e inhóspito dónde la medida de todas las cosas ya no es el hombre, sino el beneficio. Los que amartillan misiles, arrasan aldeas, torturan a prisioneros de guerra y aplauden el despido preventivo de miles de trabajadores solo para saciar la codicia de los accionistas. Ellos que destrozan vidas, destruyen familias y queman ilusiones tienen la desfachatez de acusar de violentos a quienes aún tienen el suficiente sentido común para protestar contra lo que a todas luces es un despropósito, un callejón sin salida en términos económicos y sociales.

No son solo días extraños, sino también salvajes. El feroz dinero consume a los hombres, los destructores de mundos y hacedores de infiernos no tienen suficiente con reducirnos a simples fichas de su inmenso juego de monopoli, quieren controlar las palabras y su significado. Saben que quien controla el verbo define el mundo, modela la realidad. Y si alguien pretende replegarse a los bosques para desde allí golpear rápido y duro, que se olvide. El Bosque de Sherwood, símbolo universal de la resistencia, de la lucha del débil contra el fuerte, refugio de proscritos y soñadores, será vendido. Son seres voraces, no tienen suficiente con apropiarse de nuestro futuro, de nuestras retinas, sino que también quieren dominar los bosques y colinas imaginarios, los espacios donde se gestan todas las rebeliones. Ahora volvamos a nuestros televisores y oigamos las palabras que todo siervo fiel deberá escuchar cada día con salmodiante humildad: "No le ocurre nada a su televisor. No intente ajustar la imagen. Ahora somos nosotros quienes controlamos la transmisión. Controlamos la horizontalidad y la verticalidad. Podemos abrumarle con miles de canales o hacer que una simple imagen alcance una claridad cristalina, y aún más. Podemos hacer que vea cualquier cosa que conciba nuestra imaginación”. Toda resistencia es fútil.

jueves, 21 de octubre de 2010

Prisioneros del anonimato

Treinta y tres hombres permanecieron atrapados en una mina durante casi setenta días. Si esos mineros no hubieran tenido familias, amigos y a todo un país empeñado en rescatarlos, su suerte hubiera sido muy diferente. Si su destino hubiera dependido de la empresa, la misma que los envió a trabajar a las profundidades de la tierra incumpliendo las normas de seguridad, el final sería otro. Ésta posiblemente se habría limitado a calcular el coste del rescate, asumir que le resultaba más rentable pagar indemnizaciones (eso si alguna vez llegaba a pagarlas) y a escarbar un poco la tierra para salvar las apariencias. Por suerte, a diferencia de otros accidentes que tienen lugar en la mina, en esta ocasión se transformó en un fenómeno mediático global que cambió el destino de treinta y tres hombres.

Si estos trabajadores fueron salvados por la preocupación de los familiares, la solidaridad ciudadana, la tecnología de la NASA, el oportunismo político o el interés mediático, es una cuestión que cada uno debe resolver por su cuenta, y esta conclusión inevitablemente dependerá de nuestra fe en la naturaleza de los seres humanos. La cuestión es que a diferencia de otras situaciones, los focos han convertido lo que fue un trágico accidente en un circo. No cabe duda de que la historia reúne todos los componentes para un buen guion: pasiones desatadas en la superficie y atrapadas en el subsuelo, una situación aparentemente insuperable, un gran despliegue de medios técnicos, unos hombres que han trabajado ininterrumpidamente para poder rescatarlos y lo más importante, un “happy end” que ha dado sentido a toda la historia. No pretendo menospreciar la preocupación, ni mucho menos el esfuerzo realizado para traerlos de nuevo a la superficie, pero elevarlos a los altares de la épica ya me parece pasarse de la raya.

Es cierto, estos hombres han sufrido una experiencia extraordinaria y a diferencia de otros miles de mineros (en China solo en el 2009 y en los yacimientos de carbón murieron 2600), han podido vivir para contarla. En el fondo y repito, sin menospreciar su padecimiento, son tipos afortunados, mucho más que los cientos de trabajadores que cada día pierden la vida en accidentes laborales y sobre los que casi nadie repara. Pocos periodistas ponen palabras que expliquen la ausencia ni sus causas, y nadie monta un carnaval mediático cuando un albañil cae de un andamio, un camionero se sale de la carretera o una máquina arranca la vida de su operador. Sobre estas muertes solo quedan estadísticas, datos prisioneros del anonimato. Y seguramente a las familias de estos trabajadores los héroes les traen sin cuidado, hubieran tenido suficiente con que sus seres queridos hubieran sido simples supervivientes.

jueves, 14 de octubre de 2010

La función debe continuar

Una avalancha de lodo rojo, lo suficientemente ácido para arrancar la piel a sus víctimas, inundó un área de cuarenta kilómetros cuadrados llegando a alcanzar el Danubio, un río del que beben veinte millones de personas. Seguramente la zona afectada tardará años en recuperarse, posiblemente en un plazo relativamente corto el paisaje recuperará un engañoso y peligroso aspecto de normalidad pero muchas de las sustancias tóxicas permanecerán en el suelo durante décadas. De forma discreta perjudicarán la salud de miles de personas mientras las autoridades, expertas en negar lo obvio, garantizarán que ese líquido inodoro, incoloro e insípido llamado agua, transformado ahora en un caldo espeso de invisibles metales pesados, no tendrá ningún efecto sobre la salud. Sostendrán que el polvo de la tierra contaminada, arrastrado por el viento, será inofensivo incluso cuando la evidencia demuestre que respirarlo equivalga a inspirar vidrio molido.

La lista de desastres ecológicos es larga: cuando no es un petrolero es una plataforma que se incendia, una presa que revienta tras acumular millones de litros de veneno o un reactor nuclear que se calienta lo suficiente como para fundir el acero. Tantas veces se ha repetido la escena que ya conocemos el resto de la historia, a fuerza de reiteración hemos logrado conocer de memoria los diálogos y las excusas habituales en este tipo de comedias, incluso adivinamos el final, lo cual no solo resta interés a la historia, sino que también desluce la magistral interpretación de sus personajes. Saber de antemano que los responsables vivirán impunes y felices, que nunca pagarán por sus delitos ni sus balances serán contaminados por la indeleble huella de multas millonarias, resta fuerza a la representación. Pero ya se sabe, llueva o truene, la función debe continuar y para el resto de los mortales, como dicen los actores entre bambalinas: mucha mierda.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Deudas de guerra

El pasado uno de octubre Alemania terminó de pagar las reparaciones de guerra impuestas por el Tratado de Versalles en 1919. Los tataranietos de aquellos que lucharon y murieron en la Gran Guerra, como fue conocida en su época, finalmente han terminado de pagar las deudas, solo se han necesitado noventa y un años para que la factura quedara definitivamente liquidada. Millones de jóvenes, primero henchidos de proclamas patrióticas, después porque no les quedó más remedio, fueron conducidos sin ningún escrúpulo ni remordimiento a una enorme trituradora que solo se detuvo cuando ya no quedó carne con la que alimentarla.

Los mismos necios cuya incompetencia mató, mutiló y embruteció a toda una generación, en un gesto coherente con su ineptitud y miopía, acabaron firmando una paz que, a la postre, solo resultó ser una tregua de veinte años. Creo que el último hombre que combatió en la primera guerra mundial falleció en el 2009. Ninguno de los testigos sobrevivió a la carga económica del conflicto, no vivieron lo suficiente para ver cómo la deuda, manchada de sangre y barro, era saldada. Nuestras existencias son demasiado breves para pagar por todas nuestras equivocaciones y, éstas, no solo son persistentes, sino que, inevitablemente, alguien en el futuro tendrá que asumir nuestros errores. Y si el pasado es sencillo de olvidar, el futuro es otra cuestión, especialmente cuando adquiere la forma de un vientre abultado o la de un niño correteando por un pasillo.

Vivimos nuestro futuro como especie entre la complacencia y la indiferencia, cuando éste nos inquieta miramos en otra dirección y nuestra mirada siempre acaba con un encogimiento de hombros o mostrando una irresponsable e irreflexiva confianza en la tecnología. La misma confianza que debieron mostrar los estrategas de principios del siglo XX en unas tecnologías que creían que haría posible que, la guerra que se disponían a librar fuese, no solo breve, sino también la última. Lamentablemente las soluciones mágicas no existen, la Ciencia tiene sus límites y nuestro problema como especie no es una cuestión de maquinas, sino de actitud. Podemos arrasar nuestro planeta, convertirlo en un erial, arrancarle hasta el último gramo de su aliento y luego morirnos con la confianza de que las consecuencias serán para otros. Pero al menos tengamos la valentía de decirles a nuestros hijos, que si ellos y los hijos de sus hijos son condenados a una existencia miserable sobre una tierra yerma, no culpen a los dioses ni al destino, sino a quienes no hicieron nada por preservar su futuro.

jueves, 30 de septiembre de 2010

29 de septiembre

Durante unos días los medios de comunicación debatirán quien gano la huelga general, el baile de cifras y opiniones, condicionadas por las intenciones y las ideologías, reducirán la jornada de huelga a una competición, a un mero ejercicio de esgrima verbal que, a golpe de sandeces, acabará por desvirtuar la intención primaria de cualquier huelga.

La vencedora absoluta de la jornada del día veintinueve fue, sin lugar a dudas, la resignación. Los ciudadanos en general y los trabajadores en particular, seguramente ignoraron la convocatoria de huelga no porque consideren la reforma laboral como un buen instrumento para mejorar el empleo sino, simplemente, porque sospechan que sus opiniones e intereses cuentan poco o nada. Las decisiones parecen ya haber sido tomadas. Esa abstracta plaga de langostas, llamada mercados, mostró sus preferencias y dictó el guión a unos gobiernos sumisos que parecen haber olvidado el viejo y querido principio del bien común. Quién está dispuesto a perder un día de sueldo cuando todo parece una comedia, cuando las políticas económicas solo reparan en los ciudadanos para enjuagar las pérdidas de unos mercados volubles y caprichosos a los que tanto les da especular con cereales como con deuda pública.

Quién está dispuesto a tomarse en serio a quienes hablan de libertad y están reduciendo la democracia a un simple rito electoral que se repite cada cuatro años. Posiblemente el presidente de la CEOE (ese empresario que no paga a sus trabajadores y se sorprende porque luego protestan) tenía razón. Con libertad no hay huelgas, pero tranquilos, en noviembre viene el Papa y él nos recordará que los mansos heredarán la tierra, ¿cuándo? Eso nadie lo sabe.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Entre El Capital y un prospecto

Era curioso el criterio que la dictadura franquista aplicaba en relación a los libros de Marx. Por una parte “El Capital”, su obra fundamental, era fácil de encontrar en cualquier biblioteca. Por el contrario, el Manifiesto Comunista, un ejemplo de sencillez divulgativa, estaba prohibido. Cuando vi por primera vez esa obra me quedé sin respiración y comprendí inmediatamente porque no estaba prohibida su venta. Tres gruesos tomos impresos en papel cebolla, que me hicieron pensar que, si la oposición al capitalismo dependía de la lectura de aquellos libros, éste sería eterno.

Excluyendo el desinterés, la más efectiva de las censuras, existen muchas maneras para que una persona permanezca en la inopia. La forma clásica, y también la más directa, es la prohibición de una obra (o varias). Otra es que ésta se autoexcluya gracias a su poder de intimidación (como es el caso de El Capital). Y los modernos medios de comunicación han desarrollado otras formas más sutiles como el bombardeo constante y masivo de información hasta saturarnos, sin dar tiempo a discriminar entre la revelante e irrelevante o, simplemente, no dar excesiva publicidad a los hechos sobre los que se quiere pasar de puntillas. Ésta última parece ser la forma escogida por la Comisión Europea y otros organismos internacionales para comunicar sus decisiones. Estos ejercicios de sigilo institucional parecen ser de carácter estacional. Si la comisión de un delito tiene unos agravantes como son la alevosía, la premeditación y la nocturnidad, estas instituciones le han sumado el de la “estivalidad”.

Aprovechando el verano y el inicio de las vacaciones, La OMS informó de que varios miembros del comité asesor sobre la gripe A, deberían haberse abstenido de participar en él como consecuencia de sus vínculos con la industria farmacéutica. Un mes más tarde, ya en pleno agosto, la mencionada organización anunció el fin de la pandemia. Tras seis meses describiéndonos el Apocalipsis, este organismo se desdijo de todo lo dicho de forma rápida, discreta y, por supuesto, sin que uno solo de los responsables dimitiese. Entre uno y otro anuncio, la Comisión Europea propuso rebajar las medidas adoptadas como consecuencia del mal de las vacas locas. Una de las medidas que propuso eliminar era la de alimentar al ganado con restos de otros animales, causa directa de la Encefalopatía Espongiforme.

Sin embargo, en honor a la verdad, tengo que reconocer que esta comisión, justo el día antes de terminar el verano, en un gesto de transparencia que se anticipaba al final de la barra libre estival, anuncio que, desde el 2014, las farmacéuticas estarán obligadas a indicar y ampliar en los prospectos los diferentes efectos adversos de los medicamentos. Lamentablemente, si algo tienen en común el Capital de Marx y los prospectos es que casi nadie los lee. Esa letra tan pequeña y esas palabras tan comprimidas son una invitación a ignorar sus instrucciones, especialmente entre los ancianos con problemas de visión, que son casi todos. Así que desde el 2014 la Comisión Europea ha concedido a la industria farmacéutica una excusa estupenda para escurrir el bulto si alguien la palma o le salen tentáculos verdes en la cabeza después de tomar un medicamento. Me pregunto si habrá algún libro o documento, a medio camino entre la extensión de “El Capital” y la compresión de un prospecto que explique, de forma clara y sencilla, como meter en cintura a esos impresentables que dedican el tiempo a jugar con nuestra salud.

martes, 21 de septiembre de 2010

Objetivos del Milenio

Hasta hace unas semanas no tenía ni idea de qué era el coltán, parece ser que es el resultado de la contracción de dos minerales. Está presente en móviles y ordenadores. Su capacidad de soportar altas temperaturas y de almacenar carga eléctrica de forma temporal lo convierten en un recurso estratégico. Alguno de sus principales productores son países africanos y, para no saltarnos la norma, estas naciones tienen conflictos internos entre diferentes grupos que solo pretenden controlar el recurso. Éste solo es un ejemplo de cómo la riqueza natural africana, y la de otras naciones subdesarrolladas, se convierte en una maldición que empobrece y mata a sus gentes. Cacao, café, petróleo, diamantes, la lista de recursos es larga y variada, pero las consecuencias de su explotación, invariablemente, siempre son las mismas: guerras, hambrunas y miseria.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio marcan unas metas estrechamente vinculadas a los derechos humanos, lamentablemente la cumbre internacional de los objetivos del milenio, pese a la buena voluntad, acabará siendo otro ejercicio de hipocresía que dejará las cosas más o menos como están. Las naciones desarrolladas, inmersas en su permanente crisis de egoísmo, agravada por la recesión económica, se limitarán a poner cara de circunstancias para, luego, en la intimidad recortar unas ayudas al desarrollo que en la mayoría de los casos no son precisamente ejemplos de filantropía, sino más bien otra forma de hacer negocio. Alguna de las propuestas presentadas como la de establecer una tasa financiera a la banca, son directamente irrealizables (no quieren pagar por la crisis que provocaron, lo van a hacer por unos pobres muertos de hambre). Otras como la de cobrar dos euros en cada billete de avión, tasa por otra parte de carácter voluntaria, son declaradamente ridículas. Si la cuestión del desarrollo de estas naciones depende de una tasa (sería sorprendente si así fuera) que la pongan sobre todas las materias primas que salen de África. Unos céntimos por cada kilo o litro de los valiosos recursos que producen o, simplemente, un canon sobre todos los ordenadores (somos capaces de proteger hasta el absurdo la propiedad intelectual, con un poco de esfuerzo posiblemente podríamos salvaguardar las vidas de otros seres humanos) seguramente sería suficiente para mejorar la situación. Sin embargo, esta tasa continuaría siendo más de lo mismo, una limosna para compensar el amplio y sistemático expolio al que sometemos a estas naciones.

Un economista de aquellos que con el buen rollito acaba por hacernos comulgar con ruedas de molino, afirmaba que no había que ayudar a las naciones africanas. Sostenía con toda su sabiduría y desfachatez, que las naciones receptoras de ayuda estaban en peores condiciones que las que no la recibían. Y estoy de acuerdo con él, pero por motivos diferentes. Este economista camuflado, emboscado dirían algunos, no quiso o no supo ver que el empobrecimiento no era resultado de las ayudas, sino de las condiciones impuestas por el FMI y la OMC asociadas a la concesión de las mismas. Estas naciones pueden salir de la pobreza solas, Malawi es un ejemplo de cómo se puede luchar contra el hambre infantil, no solo sin necesidad de la ayuda internacional, sino también rechazándola. La única ayuda que necesita África es que se devuelva la tierra, y sus frutos, a sus legítimos propietarios, todo lo demás son discursos hipócritas que no pueden ocultar la realidad, ellos pasan hambre pero quienes tienen las entrañas resecas somos nosotros.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Madrid: Zona libre de sindicatos

Las zonas francas de exportación en algunos casos son también declaradas “libres de sindicatos”. Espacios donde se aplican normas excepcionales que impiden no solo la presencia de sindicatos, sino que también quedan excluidas de la legislación laboral y de la inspección de las autoridades laborales del país dónde radican. Posiblemente la derecha económica se sentiría muy feliz si el planeta entero fuera declarado zona libre de sindicatos y no existiera ninguna fuerza política y social que moderara sus impulsos depredadores.

Es evidente que los sindicatos, como cualquier otra organización humana, no son perfectos. Pero de ahí a pretender transformar comportamientos individuales y marginales en una norma de conducta general, despreciando e insultando a miles de sindicalistas que hacen su trabajo demasiado bien, a la vista de la ofensiva mediática, solo se explica en la mala fe. Esgrimir como argumento de “inutilidad social” el bajo índice de afiliación de los trabajadores, obviando que el modelo de nuestro país de “taller abierto” desincentiva la afiliación, ya que los beneficios de la negociación colectiva se extienden a todos los trabajadores, estén o no afiliados. Esta omisión, como muchas otras que iremos leyendo a lo largo de los próximos meses, pone en evidencia el encanallamiento de las intenciones.

Me temo que la derecha de este país, como ya hizo en su momento Margaret Teacher, ha iniciado una campaña cuyo objetivo es devorar cualquier postura contraria o cualquier futura oposición a sus intereses e intenciones económicas. Y sería un grave error reducir la ofensiva de Esperanza Aguirre contra los sindicatos, a una de sus habituales salidas de tono (Mariano Rajoy propuso en pleno debate sobre la reforma laboral prohibir las huelgas mientras la negociación colectiva estuviera abierta). En el mejor de los casos podemos considerar que Madrid solo es el laboratorio de las FAES, el lugar escogido por los representantes de la derecha más reaccionaría, ahora llamada liberal, para poner en práctica una estrategia cuyo objetivo último es transformar nuestra sociedad en un disgregado y desconfiado grupo de ciudadanos sumisos, enmudecidos y posiblemente también atemorizados.

En todo caso, ya puestos a generalizar, propongo que ante el gran número de casos de corrupción que salpican a los políticos del PP (que cobran de nuestros impuestos y de sus “apaños”), este partido, para ahorrarnos dinero y disgustos, reduzca el número de candidatos a concejales, presidentes autonómicos o simplemente no presenten listas electorales en aquellas poblaciones en las que alguno de sus militantes haya estado involucrado en casos de corrupción. ¿Verdad que sería un despropósito? Aunque claro, pensándolo bien….

martes, 14 de septiembre de 2010

El paraíso de la estadística

El estado japonés ha perdido la pista a doscientos ochenta y cinco mil centenarios y también al dinero de sus pensiones. La longevidad de sus ancianos parece desvanecerse por efecto del fraude. De esos miles de jubilados, casi novecientos superaban los ciento cincuenta años, edad que para una tortuga puede ser algo normal, pero que en el caso de un ser humano resulta sospechosa. Está claro que el fraude no es una cuestión de latitudes, sino una conducta social que desborda fronteras políticas y culturales. En este sentido recuerdo un fraude de esta naturaleza en nuestro país, en esta España que siempre entierra a sus muertos, sea en cementerios o en cunetas. Una familia, antes de enterrar al abuelo, tuvo la precaución de amputarle un dedo y guardarlo en el congelador. Durante años el apéndice compartió espacio con las barritas de merluza y las pechugas de pollo. Durante todo ese tiempo se sirvieron del dedo cada vez que necesitaban firmar la autorización bancaria que les permitía retirar la pensión de la cuenta del finado. Lo que ya no recuerdo es si el engaño fue detectado porque sufrieron una interrupción del suministro eléctrico y el dedo se descongeló o porque los documentos desprendían de forma habitual un sospechoso olor a merluza que puso en alerta a los empleados del banco.

Si estas conductas ponen en evidencia que algunas personas tratan con mucha frivolidad y liberalidad los impuestos de todos (seguramente consideran estas estafas como retornos o desgravaciones de sus propios impuestos), no es menos cierto que las administraciones públicas y los gobiernos parecen dejarse seducir fácilmente por todos aquellos resultados estadísticos que puedan insuflar algo de ánimo a los ciudadanos. Así es posible que un país, o varios, destruyan treinta millones de empleos, pero las altas expectativas de vida demuestren no solo que la gente no se muere de hambre, sino que también es necesario reformar el sistema de pensiones, no vaya a ser que encima de no trabajar luego quieran cobrar. Estos gobiernos, organismos internacionales y demás charlatanes que pretenden hipnotizarnos mostrándonos fabulosos paraísos estadísticos o distraernos culpando a gitanos y musulmanes de todos nuestros males, deberían andarse con cuidado con lo que juegan, porque al final uno puede encontrarse un armario lleno de cadáveres centenarios, unos hornos rebosantes de ceniza o a treinta millones de desempleados, acompañados de sus familias, demasiado obcecados como para prestar atención a los números y a sus promesas.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Ha estallado la Paz

Ante la incapacidad o imposibilidad del ejército norteamericano de doblegar la voluntad de resistencia de los ciudadanos de Vietnam del Norte y la abierta oposición interna e internacional al conflicto, Nixon decidió “vietnamizarlo”. Unos años después, pese a la ayuda económica y militar de los EEUU, el gobierno de Vietnam del Sur fue derrotado y las imágenes de la espantada norteamericana se convirtieron en un icono cultural. Cinco años más tarde la URSS, ignorando la experiencia estadounidense, invadió Afganistán para sostener a un tambaleante gobierno pro-soviético. Después de un sangrante conflicto el ejército soviético se retiró (en este caso los medios occidentales lo interpretaron como una victoria de la libertad) y el gobierno títere solo sobrevivió unos pocos años. Ambos conflictos son solo dos ejemplos de la esterilidad (en términos sociales y políticos) de casi todas las intervenciones militares. Este tipo de acciones, salvo causar muertes, únicamente sirven para retrasar lo inevitable.

Lo realmente increíble es que esas historias de errores y horrores se repiten con monótona y desalentadora frecuencia. El actual gobierno afgano sobrevivirá mientras las tropas de la coalición estén presentes. Cuándo éstas se retiren, algo que ocurrirá tarde o temprano, los talibanes volverán a controlar el país. No lo conseguirán gracias a su bondad, tolerancia o capacidad de diálogo, sino simplemente porque son la única fuerza coherente, en términos ideológicos y militares, que quedará sobre el terreno. Ellos lo saben y su estrategia perseguirá el objetivo de causar el máximo número de bajas a las tropas de la coalición hasta que éstas, presionadas por la opinión pública, decidan retirarse.

En Iraq las cosas no irán mucho mejor, claro que este caso tiene excepciones y novedades. Por una parte las reservas petroleras iraquíes hacen que la necesidad política de la retirada no sea incompatible con la seguridad del suministro. Así que la administración Obama ha optado por aceptar como solución la privatización del conflicto. Ante la evidencia de que el gobierno o el desarticulado ejercito iraquí previsiblemente serán incapaces de controlar la situación (bastante tendrán con sobrevivir), serán empresas como Xe Services (anteriormente Blackwater), las que se encargarán de preservar la rentabilidad de la inversión. Así que Iraq se desangrará en una larga guerra civil y dentro de unos años, cuando sus pozos ya no sean tan rentables e incluso los mercenarios abandonen el país, los sesudos expertos citaran a Iraq y Somalia como ejemplos de estados fallidos, ignorando, consciente o inconscientemente, que lo único fallido son las intervenciones militares.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Francisco de Quevedo † 8 de septiembre de 1645


Poderoso Caballero es Don Dinero

Madre, yo al oro me inclino,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuando quiero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
donde el Mundo le acompaña;
viene a morir en España,
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Es galán, y es como un oro,
tiene quebrado el color,
persona de gran valor,
tan Cristiano como Moro.
Pues que da y quita el decoro,
y quebranta cualquier fuero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son reales.
Y pues es quien hace iguales
al Duque y al ganadero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Mas, ¿a quién no maravilla
ver en su gloria, sin tasa,
que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
y al cobarde hace guerrero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Sus escudos de Armas nobles
son siempre tan pricipales,
que sin sus Escudos Reales
no hay escudos de armas dobles.
Y pues a los mismos robles
la codicia su minero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos,
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos,
y ablanda al juez más severo,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Y es tanta su Majestad
(aunque son sus duelos hartos)
que con haberle hecho cuartos
no pierde su autoridad.
Pero pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Nunca vi Damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz
que rodelos en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
y hace propio al forastero,
poderoso Caballero
es Don Dinero.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La jauría humana


Cuando el odio de los hombres no comporta ningún riesgo, su idiotez se deja convencer fácilmente y los motivos vienen por sus propios pasos.
Louis Ferdinand Céline. Viaje al fin de la noche.

Seguramente la mujer que decidió meter un gato en un contenedor de basura haya tenido tiempo, sino de arrepentirse de su acción, sí como mínimo, de maldecir la cámara que la registró. Todos estamos de acuerdo en que maltratar a un animal, abandonarlo o matarlo, cuando ya ha dejado de ser útil (como hacen algunos cazadores cuando sus perros han perdido sus cualidades) es un acto despreciable. Pero no podemos llamarnos a engaño, en el catálogo de vilezas que la humanidad ha desplegado a lo largo de los siglos, lo de meter un gato en un contenedor, posiblemente no ocuparía los primeros puestos, ni seguramente los últimos. De hecho, el acto de esta mujer no solo ha puesto en evidencia su pobre condición humana, también la de muchos otros que, a través de las redes sociales la han llegado a amenazar de muerte. Amenazas lo suficientemente creíbles para que esta mujer esté siendo protegida por la policía.

Esta actitud social, esta forma virtual (esperemos que quede solo en eso), de Ley de Lynch pone de manifiesto una escala de valores un tanto extraña. Un ser humano es acosado, condenado y amenazado de muerte por maltratar a un gato y posiblemente alguien podría llegar a aplaudir si la amenaza de muerte se hiciera efectiva. Es seguro que entre esas miles de personas hay muchas que son firmes y sinceras defensoras de la vida, sin diferenciar entre perros, gatos, ratones y hombres o árboles. Pero posiblemente otros, que se indignan ante este acto, luego con toda tranquilidad requieran los servicios de mujeres atrapadas en las redes de prostitución o consideran que el color de la piel de un ser humano es una explicación y un motivo para que éste tenga una muerte prematura, posiblemente no verán ningún contrasentido en su conducta.

Es inquietante la facilidad con la que nos ponemos a apilar leña para purificar a nuestros semejantes, mientras ignoramos nuestras propias vilezas. Es preocupante que algunos seres humanos ardan en deseos de justicia cuando se trata de un animal, pero transmitan la más desalentadora de las indiferencias cuando quien sufre es un ser humano. Da miedo pensar cómo las tinieblas medievales y las sombras de la inquisición pueden revelarse en un instante y convertirnos, a cualquiera de nosotros, en parte de una jauría humana dispuesta a perseguir, apalear o colgar a una persona considerándolo un acto de justicia. La verdad, esta mujer puede ser una descerebrada, una desequilibrada o, simplemente, una mala persona, sin embargo en algo tenía razón: solo es un gato.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Fe de errores

Quiero dar las gracias a los lectores que han tenido la gentileza de indicarme una falta de ortografía que, como mínimo, se puede calificar de grotesca. También, por supuesto, agradecer a quienes, en un gesto de discreción o simplemente incapacitados temporalmente por una conjuntivitis aguda, se mostraron tolerantes con el despropósito ortográfico. Podría alegar enajenación mental transitoria, toxicomanía habitual o un absoluto despiste al modificar el tiempo verbal e ignorar el resto de la conjugación, pero, con vuestro permiso, voy a correr un tupido velo sobre la cuestión. En serio, lamento los daños que podáis haber sufrido en vuestras retinas, si os sirve de consuelo me han asegurado que la ceguera será temporal.

P.D. Espero que todos hayáis tenido un buen verano o un buen invierno si sois del hemisferio sur. Por último, no por eso lo menos importante, dar las gracias a los lectores que hicieron los comentarios cuando anuncie que me iba de vacaciones. Hubiera contestado antes pero mis genes de erizo reaccionan inmovilizándome ante las muestras de afecto.

martes, 31 de agosto de 2010

Crepúsculo de estío


Casi tres mil kilómetros más viejo, algunas líneas más sabio y otras tantas más idiota (de todo hay que leer) el domingo por la tarde me di cuenta de que el verano había finalizado. Esa tarde terminé de leer un libro y al llegar a la contraportada, fui consciente de que esa historia era de aquellas que tenía la virtud, no solo de poner fin a las estaciones, sino también de cerrar heridas y, de una manera u otra, acabar formando parte de esos cuatro o cinco libros que siempre recuerdas con el suficiente cariño como para no tratar de volver a leerlos. Algunas impresiones pueden ser muy frágiles y, a veces, no resisten el paso del tiempo. Debo reconocer que llegó muy bien recomendado aunque, al empezar a leerlo, me di cuenta de que era mejor dejarlo para más adelante. La delicadeza y ternura de sus personajes invitaban al enamoramiento y a esas reflexiones crepusculares tan impropias del verano. Así que decidí pasar a cuestiones más livianas y a lecturas más ligeras esperando que llegara el momento idóneo para leerlo. Éste llegó después de una de esas salidas en la que te prometes que, nada más llegar a casa, pondrás la moto en venta, regalarás dos cascos, un año de seguro y, si es necesario, pagaras al comprador para que se la quede. Así que en un ejercicio de estoicismo me paré un momento a descansar y reunir la paciencia necesaria para hacer los últimos cien kilómetros, y por supuesto, para que la sangre volviera a mi trasero.

Una vez rodeado por el silencio y en la penumbra (dos bienes muy poco apreciados), me di cuenta de que, detenerme en tierra de nadie, había sido una decisión afortunada. Como buen urbanita hace tiempo que perdí la costumbre de mirar el cielo nocturno, no tenemos costumbre de levantar la mirada del suelo. Allí me quedé absorto viendo esos miles de puntos brillantes. Imaginé, ya en plena crisis mística, las posibilidades que nos brindan las noches y cómo nos explican. Pensé en esas estrellas extinguidas hace millones de años pero cuyo brillo aún vemos y también en esas otras que permanecen ocultas porque su luz aún no nos ha alcanzado. Creo que si nos consideramos como una noche estrellada, nuestra vida se comprende mucho mejor. Pasados, como estrellas desaparecidas, que aún ejercen influencia en nosotros y cuanto más tiempo pasa su brillo es más exiguo hasta que finalmente desaparece. Oportunidades no reveladas y esos tiempos: pasados, presentes y futuros, rodeados de miles de decisiones, buenas y malas que al final, cuando las miras con calma, agradeces que estén ahí para recordarte que los aciertos y desaciertos brillan con la misma intensidad pero nunca sabes durante cuanto tiempo.

Finalmente llegué a casa, evidentemente no puse la moto en venta, me ha cogido cariño y no me siento capaz de romperle el corazón, aunque con gusto ese día le hubiera pateado el cárter. Al menos tenía claro que ya había llegado el momento de leer ese libro, así lo hice y el domingo pasado lo terminé. Esa noche me acosté con la sensación de que como el verano, un mundo, con sus luces y sombras se había extinguido, sentí algo de tristeza, pero también tuve la certeza absoluta de que una noche estrellada o una camelia, pueden cambiar el destino.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Evangelina Sobredo Galanes (Cecilia) † dos de agosto de 1976

Lo sé, hoy es día cuatro, pero cada verano, con esto de las vacaciones, evito esta fecha (quizá algún día explique y me explique el porqué) y de este año no pasaba.

viernes, 2 de julio de 2010

Cerrado por vacaciones


Hasta finales de agosto echo el cierre, mis vacaciones no son tan largas, pero en verano resulta complicado quedarse en casa escribiendo. El calor debilita la disciplina, diluye la tinta y dispersa las ideas (cuando no las cuece). Con tanta luz y durante tantas horas es inevitable distraerse, cualquier esfuerzo que implique sentarse delante de un ordenador para escribir es ir contracorriente de los propios deseos, así que en uno de mis escasos gestos de sabiduría acepto, sin presentar contienda, la inevitable derrota.

Espero que todos tengáis un buen verano, seáis felices y si las circunstancias no acompañan, esperaremos al otoño, quizá con el cambio de estación las cosas mejoren algo, o como mínimo, habrá menos horas de luz para poder verlas. Mucha suerte a todos y tened cuidado ahí fuera, que en septiembre se pasa lista.

miércoles, 30 de junio de 2010

Plata o plomo


Las leyes atadas a las fronteras nacionales parecen insuficientes para detener las actividades de las organizaciones criminales. La libertad de movimiento de capitales y los paraísos fiscales han sido maná para estas organizaciones. La gran cantidad de recursos de los que disponen no solo les permiten burlar las leyes sino también retar abiertamente a los estados, estableciendo fronteras interiores donde, sin disimulo, imponen su ley. Este poder no solo ha sido comprado gracias al dinero o a las amenazas, también es el resultado de un progresivo debilitamiento de los estados, que por imposibilidad, incompetencia o ideología han abandonado sus responsabilidades, desatendiendo las necesidades de sus ciudadanos, que han sido satisfechas, a un precio muy alto, por grupos mafiosos.

México lleva años librando una dura y cruenta guerra contra estos delincuentes. En Jamaica la extradición hace unas semanas de un traficante, protegido durante mucho tiempo por políticos locales, solo fue posible después de un intenso enfrentamiento entre la policía y sus seguidores. Este fenómeno no es patrimonio exclusivo de una nación. Su situación económica y desarrollo social únicamente determinan el grado de intensidad y que las acciones de estos grupos sean más evidentes o disimuladas. Lamentablemente la mayoría de estados, por sí solos, no pueden competir con los recursos económicos e instrumentos de impunidad que la globalización ha puesto a disposición de las organizaciones criminales.

Si no se pone coto a estas organizaciones, si no somos capaces de vencer en este reto fruto de la desigualdad, la injusticia y el desprestigio de las instituciones democráticas, es posible que el siglo XXI sea testigo de la desintegración de los estados más débiles o que otros sean controlados por personas vinculadas a estas organizaciones criminales. A los ciudadanos, progresivamente desposeídos de derechos y oportunidades, solo les quedará la posibilidad de ser sicarios, siervos o cadáveres. Si alguien piensa que este conflicto es exclusivamente una cuestión de orden público está muy equivocado, es una guerra por la democracia y la libertad de los individuos.

lunes, 28 de junio de 2010

Vamos a fingir durante unos días


La ley contra los inmigrantes irregulares de Arizona ha tenido la virtud de poner en evidencia la hipocresía social y económica que hay tras este fenómeno. A unas semanas de su entrada en vigor un grupo de políticos y empresarios, entre los que se encuentra Rupert Murdoch, han creado una plataforma, “Alianza para una nueva economía”, a la que se han sumado empresas como Boeing, HP y Disney, pidiendo que todos los inmigrantes sean regularizados. Aquellos políticos que los han acusado de ser el origen de todos los males y las empresas que han financiado campañas cuyo lema era la estigmatización del indefenso, muestran ahora sus cartas y su pánico.


Cierto es que posiblemente algunos congresistas actúen de buena fe, convencidos del despropósito legislativo y humano que el estado de Arizona pretende poner en marcha. Pero no es el caso de esas multinacionales; cuando han logrado que los trabajadores miren con desconfianza a los inmigrantes y el resentimiento finalmente ha cristalizado en leyes absurdas, recuerdan el peso que esa mano de obra tiene en la economía y por supuesto en sus desmedidos beneficios.

Deberíamos tomar ejemplo en nuestro país y tratar de expulsar a todos los inmigrantes o como mínimo hacer el amago, a ver cuántos minutos tardan en poner el grito en el cielo esos empresarios miserables que abandonan a sus empleados accidentados o que abusan sexualmente de sus trabajadoras. A ver durante cuánto tiempo esos partidos, disimuladamente racistas o abiertamente xenófobos, mantienen en su punto de mira político a estas personas. En serio, vamos a fingir durante algunos días ser unos mal nacidos, a ver si así, los de verdad, quedan retratados.

martes, 22 de junio de 2010

El Potosí Afgano

Las razones para la invasión de Irak fueron desde los primeros momentos bastante evidentes. Nadie se creyó las arengas, ni por supuesto que los gobiernos, civilizados y civilizadores tardaran treinta años en ver la luz y descubrir que durante todo ese tiempo habían estado alimentando y armando a un asesino. De golpe, y con clara intención de golpear, recordaron con una extemporánea indignación que en 1988 ese dictador había gaseado a cinco mil kurdos en la población de Halabja. Durante veintidós años aquellas víctimas, como casi todas cuando su piel no es blanca, no importaron a nadie, pero la necesidad de excusas las convirtió en mártires. Aún así la mayoría tuvimos claro que al séptimo de caballería la justicia o la venganza se la traía al pairo y que allí lo único que se sustantivaba era el control de las reservas de petróleo iraquíes.

Sin embargo lo de Afganistán resultó un poco más confuso, no sabíamos muy bien si aquella nación era invadida para expulsar a los talibanes del gobierno o para perseguir a un escurridizo terrorista llamado Bin Laden, capaz de saltar de cueva en cueva enganchado a una máquina de diálisis. Cuando escuché que tras el 11 de septiembre la coalición internacional iba a atacar el país de donde eran originarios la mayoría de los terroristas suicidas, las mujeres eran obligadas a llevar burka y no se les permitía ni conducir un coche, pensé, ingenuo de mí, que iban a dejar Arabia Saudí hecha unos zorros. Estaba equivocado, el objetivo era Afganistán, y las intenciones de esta acción, descartadas las humanitarias, se convirtieron en un auténtico misterio. Por suerte para la transparencia de los hechos a la codicia le cuesta mucho disimular sus razones e intenciones. La semana pasada nos enteramos de que en aquella tierra agreste, curtida por la guerra y donde las mujeres continúan tan puteadas como antes de la intervención militar, se habían descubierto grandes yacimientos de minerales. En un instante Afganistán se había convertido en el Potosí asiático, reduciendo toda la mitología de la bienintencionalidad a un mero ejercicio de relaciones públicas.

Ahora nos vendrán con la milonga de que esos descubrimientos han sido toda una sorpresa, que por casualidad, un grupo de geólogos en plan “intrépidos exploradores”, no solo se atrevieron a entrar en un territorio donde cualquier occidental está de suerte si no sale con las pelotas colgando del cuello, sino que tuvieron las santas narices de ponerse a hacer prospecciones mineras en medio de una guerra. Y como no era cuestión de demorarse demasiado, las bombas de la coalición han demostrado ser muy caprichosas en cuestión de objetivos, hicieron tan bien su trabajo que acertaron a la primera. Toda una aventura que pone en evidencia que esa guerra, como todas, se reduce a un pobre desgraciado metido en una trinchera y a unos hijos de mala madre alejados de las balas y la metralla, que armados con calculadoras suman beneficios y restan vidas.

martes, 15 de junio de 2010

Prohibir el burka

Vaya por delante mi desconfianza hacia cualquier vestimenta cuyo uso sea resultado de una imposición explícita o implícita. Y no pretendo tampoco ocultar mi recelo hacia las prohibiciones, especialmente cuando su fin es regular conductas anecdóticas (salvo en la CNN, quien haya visto una mujer con burka en nuestro país que levante la mano). El cumplimiento de la norma solo servirá para incrementar el aislamiento de unas mujeres que, por convicción u obligación, viven sujetas a unas tradiciones que, ante la imposibilidad de hacerlas invisibles, las envuelve en sudarios.

Independientemente de nuestra postura ante las religiones e incluso cuando nos mostremos abiertamente hostiles hacia el ensañamiento que la mayoría de ellas muestran hacia las mujeres, debemos preguntarnos qué utilidad tiene una norma que, en el mejor de los casos, regulará la vida cotidiana de doscientas mujeres en una comunidad de casi cuarenta y cinco millones de personas. Qué sentido tiene impedirles el acceso a equipamientos públicos: a mercados, a centros sanitarios o sociales, a lugares donde seguramente podrían detectarse casos de malos tratos. A qué las estamos condenando, a reventar en su casa por una enfermedad o que sus maridos, ahora con la ley de su parte, incrementen la presión que ejercen sobre ellas para que permanezcan encerradas en sus hogares y dependan de ellos hasta para comprar alimentos.

No veo el sentido a esta moda municipal de prohibir el burka, solo se me ocurre pensar que siempre ha sido más económico estigmatizar que invertir en servicios sociales o en políticas de integración. Posiblemente alguien pensará que esta interpretación es recurrir a un argumento que, por manido, ha perdido su sentido pero, al menos, tiene la virtud del optimismo, ya que la proliferación de estas normas no solo puede ser síntoma de un cínico oportunismo político sino también una respuesta, cargada de simbolismo, cuyo objetivo es tratar de apaciguar los ánimos y rebajar la tensión social que se está acumulando en algunos barrios de las grandes ciudades. El tiempo dirá si este disparate legislador, a cuenta de los derechos de las mujeres, tiene alguna utilidad práctica o solo sirve para que una conducta residual acabé convirtiéndose en un elemento de diferenciación e identidad cultural que alimentará la radicalización de las posturas.

miércoles, 9 de junio de 2010

Silencio, se graba

Las palabras se las lleva el viento con tanta frecuencia como es necesario. Muchos acuerdos y declaraciones, la más común, “te amaré para siempre”, son una clara demostración de que los compromisos verbales, y los otros también, tienen una evidente tendencia a diluirse en el tiempo, especialmente si solo se sostienen en la memoria y el único registro que queda es el lejano y casi siempre brumoso recuerdo de una conversación. El papel trata de solucionar esa fragilidad inherente a cualquier pacto verbal, confiere a las palabras la virtud de la permanencia pero, como cuando lees teatro, éstas pierden su fuerza y se transforman en una monótona retahíla que pueden llegar a tener un efecto soporífero.

Por eso son preferibles las grabaciones, las palabras permanecen en el tiempo, así como las intenciones y las inflexiones con las que fueron pronunciadas y nos permiten, sin haber participado o haber sido testigos de la conversación, hacernos una idea muy exacta de su naturaleza. Seguramente por este motivo es un instrumento tan apreciado en las investigaciones policiales, cuando uno se siente a salvo de oídos extraños suele sacar a pasear su verdadera naturaleza e intenciones, sin complejos y sin disimulos mostramos nuestras miserias y canalladas. Además son fáciles de transmitir, no me imagino a nadie sin un interés cierto en una causa judicial leyendo esos miles de folios que sirven para instruirlas, esos cientos de tomos que, buscando la verdad de los hechos, acaban enterrándolos y convirtiendo los procesos judiciales en un romance interminable a los que solo la muerte del juglar pone fin.

Quizá esta sea la explicación de por qué el PP muestra tanta hostilidad hacia el sistema SITEL* (aprobada su utilización cuando gobernaban) y, en general, hacia las escuchas telefónicas autorizadas por los jueces, no porque pongan en evidencia la red de corrupción de la trama Gurtel, sino porque podemos oír, ser testigos directos de la prepotencia, la chulería, la arrogancia y el sentido de impunidad demostrado por los protagonistas en sus conversaciones. Las grabaciones trasladan los sosos textos teatrales al escenario, es allí donde muestran toda fuerza y de ahí el rechazo de quienes viven de la comedia pero permanentemente tratan de ocultar su condición de actores. No son los únicos, Berlusconi está empeñado en aprobar una ley que pretende limitar las autorizaciones judiciales de escuchas legales e impedir que la prensa pueda darles publicidad. No solo pretenden incrementar las garantías de impunidad de los corruptos sino también que sus verdaderas caras, la intención de sus palabras y sus actos nunca pisen un escenario.

*Sistema Integrado de Interceptación Telefónica.

Charles Dickens. † 9 de junio de 1870

Aunque el señor Gradgrind en nada se parecía a Barba Azul, pudiera decirse que su habitación era una cámara azul, de tanto como en ella abundaban los libros azules. Si eran capaces de demostrar algo - y por lo general podían demostrarlo todo-, era allí donde lo demostraban, formando un ejército cada vez más fuerte por la constante llegada de nuevos reclutas. En aquel departamento encantado se calculaban las más complicadas cuestiones sociales, se reducían a totales exactos, y finalmente, se resolvían..., siendo una lástima que no se enterasen de ello las personas a quienes más directamente interesaba. Lo mismo que si se construyese un observatorio sin abertura alguna al mundo exterior, y el astrónomo, aislado en su interior, dispusiese una reproducción del mundo estelar sin más recursos que pluma, tinta y papel, también el señor Gradgrind, dentro de su observatorio -y hay muchas gentes como él -, era capaz, sin echar una ojeada a las hormigueantes miríadas de seres humanos que había en torno suyo, de disponer de sus destinos en la pizarra y de enjugar todas sus lágrimas con un sucio trocito de esponja.

"Tiempos difíciles"

jueves, 3 de junio de 2010

La voz de los espectros

Hay personas que afirman haber visto espectros vagamente familiares deslizándose por pasillos en penumbra. Otros, en las horas más profundas de la noche, han podido oír sollozos en habitaciones que llevaban años cerradas o han sido testigos de cómo imágenes enmascaradas en la oscuridad repetían viejos gestos y continuaban con sus costumbres cotidianas como si no recordaran o ignoraran la visita de la muerte. Dicen que algunas casas vacías tienen memoria y sobreviven a la soledad prolongando la existencia de sus antiguos habitantes, alimentando la ilusión de permanencia de quienes se extinguieron y ya no son recordados.

Nuestras memorias son muy pequeñas para contener todos los hechos y personas, nuestros intereses excesivamente limitados y el presente, perfecto o imperfecto, ya no entiende de conjugaciones, ocupa excesivo espacio, nos distrae demasiado para prestar atención al tiempo gastado y escuchar las voces de quienes vieron sus existencias cotidianas segadas por la pasión homicida de sus semejantes, de los que fueron obligados a retomar sus vidas convertidos en espectros y condenados a subsistir en las sombras. Las victimas, desde las casas encantadas, que son casi todas, nos advierten de que el pasado, si te descuidas, puede ser también futuro. Nuestra generación tiene la suerte de desconocer el mensaje de odio y destrucción de los tambores de guerra. Los oímos, pero su sonido nos llega amortiguado por la distancia, hemos curtido nuestras retinas con imágenes de victimas y desesperación, aceptando con cínica naturalidad, el hecho de que las únicas palabras posibles son las balas.

Podemos ignorar los lejanos años del diluvio de fuego y metal, pero sus gotas de acero, enterradas en ciudades y campos, ni se olvidan de nosotros ni del propósito para el que fueron creadas y, cada vez que pueden, ejercen de matarifes. No debemos despreciar la persistencia en la historia de homicidas dispuestos a convertirnos en carne de cañón y la posibilidad que existe, por pequeña que sea, de que cualquiera de esas mechas que van prendiendo allí y allá pueda acabar desatando el infierno. Y cuando todos los misiles hayan sido lanzados y llegue el silencio, ni los fantasmas encontrarán donde refugiarse.

Dany el rojo

miércoles, 2 de junio de 2010

La fábula de las deudas y los burros. (Anónimo)


Se solicitó a un prestigioso asesor financiero que explicara esta crisis de una forma sencilla, para que la gente de a pie entienda sus causas. Éste fue su relato:

Un señor se dirigió a una aldea donde nunca había estado antes y ofreció a sus habitantes 100 euros por cada burro que le vendieran. Buena parte de la población le vendió sus animales. Al día siguiente volvió y ofreció mejor precio, 150 por cada burrito, y otro tanto de la población vendió los suyos. Y a continuación ofreció 300 euros y el resto de la gente vendió los últimos burros. Al ver que no había más animales, ofreció 500 euros por cada burrito, dando a entender que los compraría a la semana siguiente, y se marchó.


Al día siguiente mandó a su ayudante con los burros que compró a la misma aldea para que ofreciera los burros a 400 euros cada uno. Ante la posible ganancia a la semana siguiente, todos los aldeanos compraron sus burros a 400 euros, y quien no tenía el dinero lo pidió prestado. De hecho, compraron todos los burros de la comarca. Como era de esperar, este ayudante desapareció, igual que el señor, y nunca más aparecieron.

Resultado:
La aldea quedó llena de burros y endeudados. Hasta aquí lo que contó el asesor.

Veamos lo que pasó después: Los que habían pedido prestado, al no vender los burros, no pudieron pagar el préstamo. Quienes habían prestado dinero se quejaron al Ayuntamiento diciendo que si no cobraban, se arruinarían ellos; entonces no podrían seguir prestando y se arruinaría todo el pueblo. Para que los prestamistas no se arruinaran, el Alcalde, en vez de dar dinero a la gente del pueblo para pagar las deudas, se lo dio a los propios prestamistas. Pero estos, ya cobrada gran parte del dinero, sin embargo, no perdonaron las deudas a los del pueblo, que siguió igual de endeudado. El Alcalde dilapidó el presupuesto del Ayuntamiento, el cual quedó también endeudado. Entonces pide dinero a otros ayuntamientos; pero estos le dicen que no pueden ayudarle porque, como está en la ruina, no podrán cobrar después lo que le presten.

El resultado:

1. Los listos del principio, forrados.
2. Los prestamistas, con sus ganancias resueltas y un montón de gente a la que seguirán cobrando lo que les prestaron más los intereses, incluso adueñándose de los ya devaluados burros con los que nunca llegarán a cubrir toda la deuda.
3. Mucha gente arruinada y sin burro para toda la vida.
4. El Ayuntamiento igualmente arruinado.

Resultado¿ final?:
Para solucionar todo esto y salvar a todo el pueblo, el Ayuntamiento bajó el sueldo a sus funcionarios.