miércoles, 26 de enero de 2011

Hombre blanco soltero busca...

Después de pensarlo mucho he tomado una decisión. Tras años de cómoda soltería creo que ha llegado el momento de renunciar a mi plácida existencia y asumir responsabilidades familiares. No ha sido una decisión sencilla, ni tomada a la ligera, he dedicado muchas horas a reflexionar sobre los cambios que experimentaría mi vida y a cuántas comodidades tendría que renunciar. Pero estoy firmemente convencido de que ha llegado el momento de dejar de hacer siempre lo que me da la gana sin rendir cuentas a nadie. Esta decisión no es un acto de madurez, ni muchísimo menos, más bien es una forma, un tanto particular, lo reconozco, de rebelarse ante el estado de indefensión e injusticia fiscal al que estamos sometidas las personas, no importa su sexo, solteras.

Este cambio vital tan trascendental, como todas las grandes ideas, tiene sus padrinos. Y quiero aprovechar estas líneas para agradecer a la señora Esperanza Aguirre y al Conseller de Salut de la Generalitat de Catalunya esta revelación. Sin sus atinados juicios nunca me hubiera planteado un cambio de vida tan radical como el que acabo de exponer. Estos dos personajes han sido para mí una inspiración, pese a sus diferencias ideológicas, más aparentes que reales, sus propuestas fiscales han logrado seducirme. La señora Aguirre ha sostenido y justificado durante mucho tiempo que aquellos padres que escolarizaran a sus hijos en centros privados deberían tener deducciones fiscales porque según ella, descargaban del gasto al sistema público. Y el Conseller antes mencionado se ha sumado a esta línea argumental, en esta ocasión en relación a las mutuas privadas de salud. Debo reconocer que la propuesta tendría algo de sentido si no existiera una red pública que atendiera esas necesidades y los ciudadanos no tuvieran más opción que acudir a la privada para satisfacerlas, pero éste no es el caso. Ese argumento tan solo es una excusa que pretende no solo incentivar la contratación de servicios privados, sino también reconducir recursos públicos para beneficiar a unos intereses económicos y grupos sociales muy concretos, mientras el resto de la población, que no quiere o no puede pagar colegios u hospitales privados, ve menguar la calidad de la enseñanza y de la sanidad pública.

Por una vez decidí ser más papista que El Papa, es decir, más neoliberal que Friedman y puestos a buscar excusas para evitar pagar a Hacienda, me pregunté porqué un hombre soltero, sin hijos y que apenas va al médico, debe pagar más impuestos que un padre o un enfermo crónico. No genero apenas gastos al sistema público de enseñanza, ni tampoco al sanitario, es más, la estadística dice que los solteros vivimos menos tiempo y con el pasteleo que se traen con la edad de jubilación es posible que muera antes de llegar a cobrar la pensión. Me pregunté, con toda la lógica neoliberal de la que fui capaz (léase “con toda la desfachatez”), ¿cuándo me alcanzarán a mí y a otros miles de personas en mi misma situación, las desgravaciones fiscales? Trasladé el interrogante a un buen amigo, experto en fiscalidad, y su respuesta fue rotunda: Nunca. Mientras se reía de mi ocurrencia, con muy poco disimulo y ninguna formalidad, me dio un consejo, cásate, ten hijos y ve al médico todos los días. Una vez descartada la posibilidad de la desgravación, solo restaba asumir la situación y tratar de generar el máximo gasto posible. Así que como el año fiscal ya ha comenzado, y tengo un poco de prisa por empezar a aprovechar mis impuestos, he decidido tirar por la línea de en medio y poner el siguiente anuncio: “Hombre blanco soltero, con muchos kilómetros recorridos, pero en buenas condiciones de uso, busca viuda (triste o alegre) con cuatro o más hijos, en edad escolar, para deducción fiscal. Máxima seriedad y discreción. Abstenerse curiosas, viudas recurrentes y opusinas.”

miércoles, 19 de enero de 2011

Así seguro que lo ves


Los cuatro ni han sufrido ni padecido la navidad este año. EL cambio de continente ha supuesto que celebremos el fin de año en febrero, concretamente el 3 y que en lugar de pasar al 2011 pasemos al 4073, nuevos lugares nuevas costumbres.
Poco a poco todo se va resituando, los dos a sus quehaceres escolares y los otros dos a sus futuros laborales.
Que decir que este, aun más viejo continente, resulta sorprendente y que ahora, una vez desbloqueada la censura gracias a la sacrosanta red privada virtual, podremos tener una comunicación más frecuente.
Queda pendiente la publicación de Las Crónicas desde Shang Hai, aunque antes deberé ordenar las anecdotas y sorpresas que se acumulan en mi maltrecho disco duro biológico...
Un abrazo desde oriente.

Alex Sánchez.


Está bien eso de retrasar el año nuevo, así puedes diversificar un poco el gasto y conceder unos días de tregua al hígado (ya nos hacemos mayores para los excesos, y también para los defectos). Espero con impaciencia tus crónicas, tan solo te pido una cosa, procura no practicar el chino mandarín en ellas (el cantonés tampoco). No me extiendo más, el sábado tengo el examen de “quehostiamevoyadar” y debo encender algunas velas, sacrificar varios cientos de gallinas y alquilar mi alma al diablo, aunque solo sea a tiempo parcial, a ver si así suena la flauta.
Otra cosita, mi disco duro biológico está más o menos como el tuyo, pero el del ordenador hace un mes que pasó a mejor vida y con él se fueron muchos recuerdos y algunas direcciones de correo electrónico, incluida la tuya (ya he descubierto la utilidad de hacer copias de seguridad y he aprendido a hacerlas). Si no te supone mucha molestia o inconveniente envíamelas de nuevo, si es posible antes del 4074 D.C. Un fuerte abrazo desde occidente.

miércoles, 12 de enero de 2011

Power balance

No hace mucho unas pulseras de silicona se anunciaban como fuente de fuerza, resistencia y flexibilidad, todo gracias a que contenían un “holograma que reaccionaba positivamente en el campo de la energía del cuerpo”. Pese a un lenguaje propio de charlatanes se vendieron como churros. Posiblemente una explicación de su éxito (además de la ignorancia) fue que algunos famosillos y famosotes las lucieron públicamente sin ningún disimulo. Una persona medianamente razonable pensaría o que ese tipo era un cretino integral, algo por otra parte no excesivamente descabellado, o simplemente que cobraba una pasta por lucir la pulsera, y que mientras hubiera dinero de por medio les daba igual quedar como imbéciles.

Así son las cosas. Tras cada predicador, charlatán o sinvergüenza hay una legión de crédulos aborregados, sin ningún sentido crítico, dispuestos a imitar todos sus gestos, que se toman en serio sus palabras y si es necesario transforman las consignas en balas. El Tea Party lleva meses practicando una estrategia de impacto e intimidación, incendiando la convivencia con sus discursos y dibujando dianas sobre sus oponentes políticos. Su radicalismo se ha traducido en la muerte de nueve personas. Durante meses han paseado el incorrupto cuerpo de la sacrosanta patria y los valores de los padres fundadores. Han mentido sin medida y han apelado, sin empacho, al miedo de los ciudadanos. No es un fenómeno exclusivo de los EEUU, en Europa también somos testigos de cómo algunos líderes políticos y religiosos radicalizan sus discursos sin prestar excesiva atención a las posibles consecuencias que se deriven de unas palabras que el tiempo, y los actos de algunos exaltados, obran el milagro de transformar en cócteles molotov.

Esos líderes, a quienes tanta publicidad se les ha dado, no muestran ningún reparo a la hora de satanizar a cualquiera que piense de forma diferente a ellos. Es cierto, no han apretado el gatillo, pero cargaron de odio la cabeza de un desquiciado y ahora pretenden eludir la responsabilidad moral que les corresponde. Sostienen, al menos mientras esas muertes no se olviden, que la tragedia es solo el resultado de la acción aislada de una mente enferma. Por lo pronto tal actitud descarta la posibilidad de que exista intención de enmienda, así que solo nos queda esperar que alguien saque al mercado una pulsera capaz de potenciar la templanza antes de que más chalados se sientan llamados a convertirse en mártires.