jueves, 30 de septiembre de 2010

29 de septiembre

Durante unos días los medios de comunicación debatirán quien gano la huelga general, el baile de cifras y opiniones, condicionadas por las intenciones y las ideologías, reducirán la jornada de huelga a una competición, a un mero ejercicio de esgrima verbal que, a golpe de sandeces, acabará por desvirtuar la intención primaria de cualquier huelga.

La vencedora absoluta de la jornada del día veintinueve fue, sin lugar a dudas, la resignación. Los ciudadanos en general y los trabajadores en particular, seguramente ignoraron la convocatoria de huelga no porque consideren la reforma laboral como un buen instrumento para mejorar el empleo sino, simplemente, porque sospechan que sus opiniones e intereses cuentan poco o nada. Las decisiones parecen ya haber sido tomadas. Esa abstracta plaga de langostas, llamada mercados, mostró sus preferencias y dictó el guión a unos gobiernos sumisos que parecen haber olvidado el viejo y querido principio del bien común. Quién está dispuesto a perder un día de sueldo cuando todo parece una comedia, cuando las políticas económicas solo reparan en los ciudadanos para enjuagar las pérdidas de unos mercados volubles y caprichosos a los que tanto les da especular con cereales como con deuda pública.

Quién está dispuesto a tomarse en serio a quienes hablan de libertad y están reduciendo la democracia a un simple rito electoral que se repite cada cuatro años. Posiblemente el presidente de la CEOE (ese empresario que no paga a sus trabajadores y se sorprende porque luego protestan) tenía razón. Con libertad no hay huelgas, pero tranquilos, en noviembre viene el Papa y él nos recordará que los mansos heredarán la tierra, ¿cuándo? Eso nadie lo sabe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Más claro, el agua. Aunque pensándolo bien esta frase dentro de poco va a haber que dejar de utilizarla...(y si no que se lo digan a los húngaros..)

Lo dicho...muy acertado en tus reflexiones.