jueves, 23 de diciembre de 2010

Muchos gestos y pocos euros

Un conocido me comentaba los recortes que está sufriendo la investigación en nuestro país. Amargamente se lamentaba de que ya llevaban unos años al limite presupuestario y que, después del último tijeretazo, se verían obligados a abandonar cinco patentes. Esta situación es especialmente dolorosa cuando algunas universidades públicas no solo están logrando grandes éxitos, sino que lo están consiguiendo a unos costes muy inferiores a los de la investigación privada. El caso concreto que he mencionado no es una excepción, hace un par de semanas un numeroso grupo de investigadores españoles manifestaron públicamente encontrarse ante un “Holocausto científico”. Quizá el calificativo, por sus connotaciones, puede resultar inadecuado, pero no podemos negar el hecho de que plasma de una forma muy gráfica la actual situación de la investigación en nuestro país.

Severo Ochoa, Miquel Servet, Domingo de Soto, Ramon y Cajal, Jaume Ferran i Clua, Felix de Azara, a quíen Darwin cita decenas de veces en su obra, son solo unos pocos ejemplos a quienes se les rinde tributo internacional, algo que también hacemos nosotros, pero solo tras su muerte o después de que sus méritos hayan sido reconocidos fuera de nuestras fronteras. Porque, desde luego, invertir en investigación se invertirá poco, pero a la hora de salir en la foto, lo que sobran son espontáneos y codazos. Resulta complicado comprender de qué manera se pretende cambiar el modelo productivo de nuestro país, acostumbrado a patentar poco y pagar mucho en concepto de royalties, si negamos los recursos necesarios a nuestros científicos e investigadores. Se pongan como se pongan los teóricos del recorte del gasto y los talibanes del libre mercado, este cambio requiere invertir mucho dinero público, ya que la iniciativa privada, salvo contadas excepciones, nunca ha mostrado excesivo interés en la investigación y el desarrollo.

La cuestión es si ese cacareado nuevo modelo productivo solo son palabras, un discurso hueco que pretende distraer la atención mientras el temporal amaina. Lamentablemente, los indicios y los hechos confirman la hipótesis de, que aparte de buenas palabras, a la Ciencia le esperan tiempos difíciles. Posiblemente muchos de nuestros investigadores tendrán que poner tierra de por medio si quieren desarrollar sus carreras profesionales, pero no deben desesperar. Si logran el éxito, descubren una fuente de energía abundante y barata o una vacuna contra cualquier enfermedad, pueden estar seguros de que después de muertos los reverenciaremos y algunas ciudades pueden incluso nombrarlos hijos predilectos. Eso sí, la patente de su descubrimiento será alemana, estadounidense o francesa. Lo curioso es que los problemas de nuestra Ciencia y las dificultades de nuestros científicos se solucionan de una forma sencilla: Menos gestos y más euros.

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