Esperanza la extravagante, la de las alas en los pies e inmaculados calcetines nos llama a la rebelión. No nos convoca a salir a luchar por la justicia, ni contra el hambre en el mundo, ni contra la corrupción o los mercadeos que venden y compran presidencias regionales. No, nos emplaza a resistirnos contra el incremento del IVA y demos gracias que hizo la propuesta un mes de marzo y no un 18 de julio, porque entonces alguno, llevado por la nostalgia, un arrebato o el entusiasmo, hubiera llegado sin aliento a Burgos a rendir pleitesía y ponerse al servicio del nuevo Farolillo de Occidente.
Supongo que para algunas personas las rebeliones, mejor si son armadas, forman parte de su educación sentimental. Crecieron inmersos en la mística y la épica de la rebelión, fueron educados para mandar. Y cuando los ciudadanos no les reconocen su derecho divino a gobernar tienen por costumbre tirarse al monte o ponerse el mundo por montera y claro, con esos antecedentes, no solo es difícil presentarse como un demócrata medianamente creíble, sino que también a veces el subconsciente les traiciona y dejan vagar libremente toda su lírica intolerante.
Sin embargo quizá todo esto sea tomar en consideración elementos que nunca han pasado por la cabeza de Esperanza Aguirre o si lo han hecho ha sido a tal velocidad que posiblemente ni se haya enterado. Al fin y al cabo estamos hablando de una persona que ha demostrado una ambición desmedida y una querencia por el poder desmesurada. Sus salidas de tono pueden parecer inocentes, inofensivas e incluso excéntricas, pero la realidad es que siempre pillan a Rajoy con el paso cambiado y condicionan su agenda política. Ella o sus asesores saben muy bien que en tiempos de crisis es fácil radicalizar las posiciones y exaltar los ánimos, saben que el miedo y la incertidumbre siempre han sido los mejores aliados de caudillos y “salvapatrias”. Esta señora ha dejado claro que algunas rebeliones o revoluciones, una vez despojadas de todas sus plumas y ornamentos, solo se explican en la ambición desmedida de gente sin escrúpulos.
Supongo que para algunas personas las rebeliones, mejor si son armadas, forman parte de su educación sentimental. Crecieron inmersos en la mística y la épica de la rebelión, fueron educados para mandar. Y cuando los ciudadanos no les reconocen su derecho divino a gobernar tienen por costumbre tirarse al monte o ponerse el mundo por montera y claro, con esos antecedentes, no solo es difícil presentarse como un demócrata medianamente creíble, sino que también a veces el subconsciente les traiciona y dejan vagar libremente toda su lírica intolerante.
Sin embargo quizá todo esto sea tomar en consideración elementos que nunca han pasado por la cabeza de Esperanza Aguirre o si lo han hecho ha sido a tal velocidad que posiblemente ni se haya enterado. Al fin y al cabo estamos hablando de una persona que ha demostrado una ambición desmedida y una querencia por el poder desmesurada. Sus salidas de tono pueden parecer inocentes, inofensivas e incluso excéntricas, pero la realidad es que siempre pillan a Rajoy con el paso cambiado y condicionan su agenda política. Ella o sus asesores saben muy bien que en tiempos de crisis es fácil radicalizar las posiciones y exaltar los ánimos, saben que el miedo y la incertidumbre siempre han sido los mejores aliados de caudillos y “salvapatrias”. Esta señora ha dejado claro que algunas rebeliones o revoluciones, una vez despojadas de todas sus plumas y ornamentos, solo se explican en la ambición desmedida de gente sin escrúpulos.
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