viernes, 30 de abril de 2010

Todos nosotros zombis

Cuando en los años veinte la industria petrolera norteamericana decidió utilizar el plomo como aditivo, la factoría donde se producía era conocida como la “fábrica de los locos” por los serios trastornos mentales que presentaban algunos de sus empleados tras trabajar un tiempo en ella. Ya entonces se conocían los efectos perniciosos de ese metal para la salud pero aún así, tras importantes inversiones en publicidad y favores políticos, las petroleras consiguieron imponer y generalizar su utilización, desplazando a otros aditivos (en Europa hasta la década de los treinta se utilizaba el etanol). Años más tarde, en la década de los setenta, se realizó en los EEUU un estudio que pretendía determinar si existía una relación entre la exposición de los niños al plomo y un menor coeficiente intelectual de los mismos. Este estudio estableció que cuanto más altas eran las concentraciones de plomo en los niños peores resultados escolares obtenían y, por extensión, su índice de fracaso escolar era mayor. Aún así, pese a las anécdotas y las evidencias, no fue hasta la década de los ochenta cuando el plomo fue eliminado de la gasolina, es decir, durante sesenta años estuvimos expuestos a él sin que nadie mostrara excesivo interés por las consecuencias que podía tener en nuestra salud.

La realidad es que vivimos en un medio altamente contaminado, esto nadie lo pone en duda, cada día entramos en contacto con cientos de sustancias que potencialmente tienen un efecto devastador sobre nuestra salud. Pero como esos elementos y sus combinaciones no nos fulminan instantáneamente, continúan presentes en muchos procesos industriales. En este sentido, el principio de prevención brilla por su ausencia y, salvo que ese veneno sea más impaciente de lo habitual a la hora de matar, seguimos tragándolo mientras el cuerpo aguante o la industria encuentre una forma más económica de envenenarnos. Todo esto ocurre sin que apenas seamos conscientes de que el simple hecho de respirar en una ciudad puede llegar a ser la causa de nuestra muerte (el cuarenta por ciento de los casos de cáncer de pulmón posiblemente son resultado de la calidad del aire que respiramos).

Hoy he sido consciente de que toda esta situación es solo una conspiración con un claro objetivo: Cambiar nuestra naturaleza y hacerla más resistente a la contaminación. Y el gran instrumento para llevar a cabo tan malévolos planes son las Autoridades Sanitarias, las mismas que fingiendo interés por nuestra salud nos exigen unos hábitos de vida saludables. Pero tal como están las cosas los únicos hábitos realmente sanos serían dejar de respirar y comer, y que yo sepa los únicos capaces de esa hazaña son los personajes de George Romero, esos zombis que se pasean por un planeta devastado con muy mal aspecto y cayéndose a pedazos, algo así como lo que le ocurre a nuestra salud. Está claro, primero fueron a por nuestros cerebros, ahora les toca el turno a nuestros cuerpos. Seguramente los más débiles no sobrevivan al proceso, serán las inevitables víctimas de la evolución, el homo sapiens sapiens será solo un recuerdo, el resultado final será el homo zombi. Consumidores que no harán preguntas, no leerán las etiquetas de los alimentos, se entretendrán con los comentarios televisivos de algún descerebrado solo alfabetizado a medias y en tiempo de escasez se devorarán entre ellos. ¿No te lo crees? Mira a tu alrededor, verás como el proceso ya ha comenzado.

martes, 27 de abril de 2010

Badalona

Leía en la prensa que los ricos ingleses pese a la crisis, o precisamente gracias a ella, habían incrementado un treinta por ciento sus fortunas. Parece ser que en esta economía canalla las dificultades de muchos son el maná de unos pocos. Y las crisis sirven no solo para que muchas familias pierdan sus casas, sino también para que algunos hagan dinero con esa pérdida. No es nuevo, los tiempos revueltos, las turbulencias financieras, las tragedias personales y los dramas colectivos siempre han sido tierra de provisión para especuladores y oportunistas. Las ganancias obtenidas no son únicamente de carácter económico, sino también político. O así al menos debe interpretarlo el líder del PP en Badalona, quien hace unos días decidió probar fortuna electoral criminalizando, folleto en mano, a toda una comunidad de inmigrantes formada por ciudadanos de otro país de la Unión Europea.

Quizá por convicción ideológica, quizá por desesperación política o por ambas a la vez, este político ha puesto todas sus esperanzas electorales en el incierto objetivo de inflamar las relaciones entre las comunidades de nuestra ciudad. Esta estrategia no es nueva, ya la inició en las pasadas elecciones municipales. Desde entonces su discurso político ha estado plagado de insinuaciones xenófobas y ha desprendido un inquietante tufillo racista. El programa del PP ha quedado reducido a culpabilizar a los inmigrantes de todos los males de nuestra ciudad. Así que el panfleto o caja de cerillas que el pasado sábado repartió en un mercado de Badalona, solo es el clímax de una larga campaña cuyo único objetivo es satisfacer sus ambiciones políticas.

Quizá el Señor García Albiol no sepa, o prefiera ignorar, que el subsuelo de Badalona es testigo y sus gentes testimonio, de que nuestra ciudad se ha construido sobre la tolerancia y la integración. Este esfuerzo colectivo no siempre ha sido sencillo, la dictadura dejó un paisaje urbano desarticulado y desolador. En las crisis de los setenta y ochenta muchos de nuestros ciudadanos perdieron su empleo, pero gracias al esfuerzo común y al diálogo, todos esos malos momentos fueron superados, y esta nueva crisis, muy a su pesar, no será una excepción. El mensaje de este político va contra la tradición y el espíritu de una ciudad que supo utilizar un refugio, vestigio de la guerra civil, como sala de exposiciones. De esta forma es como Badalona interpreta sus pasados, integrándolos en su presente. La nuestra es una ciudad de aspiraciones, no de persecuciones. Puede que alguien en lo más íntimo de su alma añore las viejas e impolutas calles de Berlín cuando en sus muros resonaba la voz de Lale Andersen, yo sin embargo prefiero pensar que es como la Alejandría de Durrell, la ciudad que puede ofrecer todo a sus amantes, salvo la felicidad, supongo que ahí reside su atractivo.

jueves, 22 de abril de 2010

Malas compañías

A todos nos advirtieron de pequeños sobre las malas compañías, aquellos chicos a los que convenía evitar si querías tener un poco de paz en tu casa y no pasarte el día oyendo las terribles consecuencias que para tu futuro podían tener algunas influencias. Sinceramente, nunca he terminado de entender tanta advertencia, al fin y al cabo casi todos hemos terminado haciendo lo mismo que aquellos chavales, fumar, beber y tratar de llevarnos al huerto a la primera incauta que tenía la desdicha de ponerse a nuestro alcance y que en un gesto de cortesía o ignorancia nos prestaba dos minutos de atención. Así que toda la mitología en torno a aquellas malas compañías era una mera cuestión temporal, ellos empezaron a hacer algunas cosas antes que los demás.

A pesar de las opiniones de los adultos que contribuyeron a configurar mis relaciones personales, el tiempo o la vida, me han enseñado que lo de las malas compañías, contra todo pronóstico, no eran un mito, solo que las advertencias de quienes nos querían proteger andaban erradas en sus juicios y sujetos. La verdad es que ninguno de aquellos chavales que construyeron su vida sobre la autodestrucción acabó ejerciendo demasiada influencia y si la hubo nunca fue duradera, su camino al infierno era demasiado evidente como para resultar atractivo. Me llevó algún tiempo descubrir que las compañías realmente peligrosas eran de naturaleza más sutil. Aprendí, no sin dificultad, que había personas que pese a estar a tu lado, invariablemente conseguían que te sintieras solo o sus palabras vivían en una permanente disonancia respecto a sus actos.

Separar el grano de la paja, interiorizando lo relevante mientras deshechas lo irrelevante es una tarea y un aprendizaje largo, difícil y a veces doloroso, pero tan inevitable y necesario como construir tu propia identidad. El problema es cuando las malas compañías no son chicos duros de mirada gastada o chicas de negro con sonrisas tristes, sino padres que obligan a sus hijas a llevar velos, o personas que revestidas de la autoridad que da el ser un educador predican la tolerancia expulsando a una cría del instituto o pontifican sobre la laicidad de la enseñanza a la sombra de un crucifijo.

lunes, 19 de abril de 2010

Octavio Paz, † 19 de abril de 1998

Más allá del amor
Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel:
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.
Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas, no bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.

Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.

Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida, copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.

sábado, 17 de abril de 2010

¿Quienes son los terroristas?

Durante los años setenta América Central y del Sur vivió una de las etapas más oscuras de su historia. Durante esa década, la secular presión política de los EEUU sobre estas naciones y el recurrente expolio de sus recursos naturales, cristalizó en unas sanguinarias dictaduras que causaron la muerte a miles de personas. Seguramente el precio pagado por estas naciones en términos humanos fue incalculable, toda una generación de políticos, intelectuales y líderes sociales fueron exterminados. Si las consecuencias humanas y psicológicas fueron profundas e intensas, las económicas no les fueron a la zaga. EEUU, proveedor oficial de torturadores y verdugos (Escuela de las Américas), no satisfecho con desarticular las economías y la estructura social de esas naciones, quiso garantizarse que tardarían mucho tiempo en pagar y olvidar la osadía de su sueño de soberanía y libertad.

Durante ese periodo los gobiernos ilegítimos aprovecharon bien el tiempo, endeudaron a sus naciones mientras se enriquecían. Se calcula que dos terceras partes de ese dinero acabaron en las cuentas corrientes de los dictadores y sus cómplices. Una vez desaparecidas esas dictaduras, los pueblos no solo quedaron marcados por su sadismo, sino también hipotecados y obligados a pagar su codicia. La mayoría de los ciudadanos de estas naciones viven asfixiados por los intereses de aquellas deudas, las cuales seguramente ya han sido sobradamente pagadas, si no en términos económicos, que también, sí en términos humanos. Sin embargo sus recursos continúan pagando los intereses y a pesar de todo el esfuerzo realizado, la deuda no ha parado de crecer hasta hacerse del todo impagable.

Si alguien considera que los EEUU quedaron envilecidos por su política exterior durante los años setenta, los europeos no debemos sentirnos acomplejados porque no somos mucho mejores. Desde el siglo XIX África es nuestro patio trasero, hemos hecho y deshecho a nuestro antojo. El resultado puede dejarnos satisfechos, hemos logrado empobrecer, humillar y matar de hambre o enfermedad a millones de personas. Por eso cuando alguno de los líderes del satisfecho y arrogante mundo de las naciones desarrolladas, que tanto invierten en hipotecar el futuro de otros pueblos, nos alertan sobre los riesgos que suponen el terrorismo, uno queda muy desconcertado y se pregunta, con mucha razón, a quienes se refieren. Si a los desesperados que rezan antes de reventar un avión, un tren o un autobús o a esos tipos impecablemente vestidos y de modales exquisitos que cada día mueven los hilos que hacen caer gobiernos, inician guerras civiles o venden armas a guerrillas que pagan en diamantes contantes y sonantes.

Deberían aclararnos quienes son los terroristas y clasificarlos según su peligrosidad, porque muchas bombas son necesarias para que esos mal nacidos puedan igualar la macabra contabilidad de esa realidad económica que condiciona la vida de tantos seres humanos, condenándolos a un estado de miseria permanente y posiblemente irreversible. Bueno, salvo que alguien piense que el color de la piel devalúa el precio de la vida humana, en tal caso, esos líderes tienen razón, los terroristas son los desarrapados de piel oscura. Aunque claro, a lo mejor el juicio solo depende del lado desde donde mires la vida o sufras la existencia.

miércoles, 14 de abril de 2010

Un cojín sobre la cara

Recuerdo ver de niño una película, no recuerdo el título, en la que un tipo pierde una de sus manos en un accidente de coche y le implantan la de un donante anónimo. La mano resulta que tiene sus propias costumbres y recuerdos, herencia de su anterior propietario. Uno de esos enojosos hábitos de su pasado era el de valorar muy poco la vida ajena, así que la dichosa mano acaba convirtiéndose en un peligro para el protagonista y su familia. No recuerdo el final, es uno de los inconvenientes de ver una película con un cojín sobre la cara, te pierdes el desenlace, pero no evitas las pesadillas.

En aquel momento, a principio de los setenta, la posibilidad de que una mano pudiera ser injertada en el brazo de otra persona entraba en el campo de la especulación científica y a pesar de los avances logrados desde el primer transplante de riñón, en muchos aspectos continúa siendo terreno de guionistas. Muchas dificultades técnicas y médicas han sido superadas y miles de personas han podido continuar viviendo gracias a un transplante de órganos. Esta revolución médica no es patrimonio único de la ciencia, fue posible y se sostiene en un sentimiento muy humano como es el altruismo. Sin personas dispuestas a ceder sus órganos después de su muerte o incluso en vida, los transplantes posiblemente no hubieran pasado de ser simples curiosidades de laboratorio. Aún así la oferta va siempre por detrás de la demanda y muchas personas esperan durante años un transplante y algunos nunca llegan a recibirlo.

A esta necesidad de órganos el mercado ha dado respuesta. La mano invisible que regula la oferta y la demanda ha logrado que quien tiene dinero pueda acceder para obtenerlos a otros circuitos, al margen de los oficiales. Es un mercado de desesperados, unos deben vender un riñón para que sus familias puedan sobrevivir un tiempo más (en Irán está permitida y regulada la venta de órganos entre vivos), y otros carecen de salud y de escrúpulos pero tienen los recursos necesarios para pagar a intermediarios que consideran al ser humano una res que después de muerta, y una vez descuartizada, tiene un valor y una consideración que no tuvo en vida. Y eso solo sirve para envilecer un poco más nuestra ya de por si pobre condición humana, transformando lo que era un gesto de solidaridad en un acto miserable.

Si esta fuera una práctica marginal, otra manifestación de esa vida que transcurre en las alcantarillas, entre ratas y podredumbre, podríamos fingir ignorancia. Pero incluso un estado, el chino, se ha sumado a este lucrativo negocio poniendo a disposición de quien pueda pagarlo, los órganos de personas ejecutadas. Seguramente alguien podría pensar que esa es una manera de que asesinos y violadores devuelvan a la sociedad algo de lo que le arrebataron, allá cada uno con sus principios retributivos y morales. Pero esa línea de pensamiento ignora que China tiene presos políticos de los que muchas veces se desconoce su destino y además, no hay ningún sistema judicial infalible. Así que no es una posibilidad descabellada que el hígado de algún inocente acabe en el cuerpo de algún receptor con escaso respeto por sus semejantes. Dicen que la realidad siempre supera a la ficción, por una vez debería ser al revés y si el corazón de algún inocente acabara en el pecho de uno de esos desaprensivos quizá podría lograr que con el tiempo apartaran de su cara el cojín que les impide ver la mezquindad de su supervivencia. Pero claro, esto es lo que tiene la ficción, puedes escoger los finales, y cuando son felices casi siempre estás pecando de optimismo o ingenuidad.


jueves, 8 de abril de 2010

Una historia oficial

Si algo nos está quedando claro es que nuestra democracia tiene unas líneas rojas que conviene no traspasar. Son sus fronteras, las que quedaron definidas en una Transición que cada día que pasa se asemeja más a una jaula de cristal. Como los personajes de “El ángel exterminador”, vivimos atrapados en una habitación llamada historia oficial, y el juez Garzón será procesado, y seguramente condenado, por razones ideológicas y políticas, pero sobretodo por atreverse a cuestionar los mitos sobre los que se sostiene gran parte de la derecha española. No solo ha osado cuestionar la complacencia del franquismo sociológico con su pasado, poniendo en evidencia que los veinticinco años de paz solo fueron posibles después del largo, continuado y premeditado exterminio de miles de hombres y mujeres. Sino que también ha destruido uno de los mitos más recientes de esa derecha que tan cómoda se sentía viviendo bajo una dictadura, que los gobiernos del PP fueron y son un ejemplo de integridad y honradez.

Los jueces que van a procesarlo han demostrado con sus actos, aunque sean jurídicos, que el resentimiento profesional y personal o las lealtades ideológicas y políticas son fuerzas mucho más poderosas que los principios de independencia e imparcialidad. Además, no satisfechos con airear sus simpatías por una versión de la historia de nuestro país, se erigen en censores de la futura labor de otros jueces, advirtiéndoles ya de paso, del alto precio que puede acabar pagando quien decida salirse de la historia oficial y cuestionar la santidad de un dictador o la supuesta honradez de un político corrupto. Es deprimente saber que hoy, narcotraficantes, terroristas, corruptos y fascistas celebraran la decisión del Tribunal Supremo. Pero así son las historias oficiales, la verdad y la justicia solo cuentan si se ajustan a los hechos narrados.