viernes, 18 de enero de 2013

Reto


Lo ocurrido en la India no es solo una violación, sino un simbólico linchamiento público, un acto de terrorismo que pretende intimidar a todas aquellas mujeres que se permiten tener el sueño de mejorar su situación, una advertencia a cualquiera de ellas que tenga el atrevimiento de querer aprender. En Pakistán una niña fue atacada por animar a sus compañeras a acudir al colegio; en la India, una joven fue violada y asesinada por su doble condición de mujer y estudiante. Estos hechos podrían ser considerados como actos aislados, sin un denominador común, sin embargo esta explicación es peligrosamente simple, no son accidentes, meras coincidencias, son acciones premeditadas, la cruel expresión de la clara y definida intención de ejemplarizar a cualquier mujer que se atreva a desear tener una vida más allá de la sumisión absoluta a los caprichos de un hombre.

En la India, y en otras muchas naciones, algo se está moviendo. El progreso económico, guste o no, suele provocar un cambio en la mentalidad de los individuos, y el silencio que envuelve los asesinatos de miles de mujeres que tienen lugar cada año en aquel país, empieza a quebrarse. Las muertes «accidentales» de mujeres (con la complicidad en forma de indiferencia de las autoridades), la práctica habitual de quemarlas vivas en sus cocinas por disputas sobre la dote o como forma rápida de enviudar, genera un rechazo en la sociedad que no solo está siendo expresado en forma de manifestaciones, sino también contestado de forma cruel y salvaje.

Quizá hasta hace algunos días podríamos haber considerado lo ocurrido a la joven india un hecho aislado, pero la violación y asesinato de otras dos mujeres por un grupo de hombres, debería ser pista suficiente para indicarnos la naturaleza de esos ataques. Este nuevo acto es un reto al conjunto de la sociedad, al estado que debe procesar a los delincuentes y un mensaje intimidatorio dirigido a las mujeres. Es evidente que algunos tipos temen el cambio y adoran la impunidad. Y de esto último todos somos responsables, da igual la latitud o la longitud, la violencia contra la mujer, el desprecio expresado hacia ellas o el convertirlas en simple mercancía, es una realidad institucionalizada. De nada sirven los lamentos o el rechazo social si estos salvajes consideran que están llevando a cabo una cruzada para salvaguardar una forma de vida. Y en esta lógica sus actos deberían ser considerados como actos de terrorismo, como acciones encaminadas a limitar derechos individuales, como simples fascistas dispuestos a imponer su voluntad y el terror con tal de mantener su imperio de violencia sobre las mujeres.

jueves, 10 de enero de 2013

Sostenella y no enmendalla


El FMI empieza a reconocer (aunque sea con la boca pequeña), que el “austericidio” es un error. Y lo hacen de una forma un tanto particular, afirmando en uno de sus informes que sus expertos fueron incapaces de predecir las consecuencias que tendrían para el empleo las políticas de recorte. Lo que me lleva a pensar que estos tipos continúan tomándonos por idiotas. El FMI lleva décadas obligando a aplicar a rajatabla la ortodoxia neoliberal, sin embargo, después de tantos experimentos fallidos dirigidos por esta institución desde los años setenta (empezando por Latinoamérica), resulta sorprendente que las consecuencias de sus recetas les sigan cogiendo por sorpresa. Algo que por otra parte resulta poco creíble. De hecho para llegar a esa conclusión no es necesario recurrir a un panel de expertos, basta con consultar las hemerotecas u ojear cualquier libro, escrito por un economista mínimamente objetivo, para conocer de forma rápida y sencilla el efecto que las políticas de recorte tienen sobre el empleo y la economía (la literatura al respecto es abundante).

Tanta ignorancia sobrevenida y lamento sin ánimo de enmienda, resultan sospechosos, especialmente porque hasta donde yo sé, aún no han recomendado a Grecia o Portugal (por citar dos ejemplos muy cercanos), sustituir las políticas económicas de austeridad por otras de carácter expansivo. Así que toda esta pantomima puede estar motivada porque la crisis de la deuda esta teniendo la imprevista consecuencia de deslegitimar a autoridades y organismos que están mostrando un celo en la aplicación de unas medidas que imponen sacrificios desproporcionados e injustos a los ciudadanos, cuando nunca lo mostraron, ni antes ni después, con los causantes del desastre. Parece como si los artífices ideológicos del drama y quienes dieron cobertura técnica en forma de teorías económicas esculpidas en piedra, empiezan a ser conscientes de la necesidad no de cambiar de rumbo en las políticas, pero sí al menos de fingir congoja. Pero para que su “mea culpa” resulte creíble, tendrían que ocurrir dos cosas: una que alguien dimitiera, y dos, que empezarán a interpretar la economía como un ejercicio de democracia e igualdad. Y lamentablemente, en este sentido, andan bastante escasos de talento y más aún de intenciones.

Curiosamente no es el FMI el único que parece preocupado por las consecuencias de sus recetas y el efecto que pueden tener en la opinión pública. Importantes escuelas de negocio, tras años de predicar entre ejecutivos y directivos las bondades del neoliberalismo, de los despidos preventivos o de las privatizaciones, parecen desconcertadas por el impacto que tiene en la actividad económica la aplicación de sus teorías. Aunque en este caso son más sutiles u obstinadas, ya que achacan las consecuencias negativas a la velocidad con la que se aplican y no, y me encanta poder decir esto, a su demostrada ineficiencia (en términos de interés general). En el fondo de lo que se trata es de “sostenella y no enmendalla”, de continuar manteniendo, contra toda evidencia empírica, una ortodoxia desprestigiada y canalla, que solo se sostiene por el empecinamiento de quienes la predicaron y la codicia de los pocos que se benefician de ella.