lunes, 24 de junio de 2013

Felicidades

Bueno, la verdad es que no soy mucho de santos...pero que diablos, un día es un día...Felicidades Su Majestad (y allegados).

lunes, 22 de abril de 2013

Esto no es Nueva Zelanda


A mediados de los noventa un médico sudafricano llamado Werner Bezwoda, profesor de hematología y oncología, publicó varios estudios respecto a los buenos resultados obtenidos contra el cáncer de mama con metástasis gracias a su terapia basada en una sobredosificación de la quimioterapia que destruía completamente el sistema inmune de los pacientes. Su “método” consistía en una extracción previa de células madre que posteriormente servirían para reiniciar el sistema inmunológico de la paciente desde “cero”. Era un tratamiento tremendamente agresivo y peligroso (el 22% de las pacientes fallecían en el plazo de tres meses), que tuvo un gran auge en todo el mundo. Hubo opiniones que llamaron a la prudencia, pero apenas fueron tomadas en consideración hasta que otros estudios demostraron resultados totalmente contrarios a los presentados por Werner Bezwoda. Cuando se analizaron con más profundidad los datos presentados por el médico sudafricano se descubrió que algunas de las pacientes citadas no existían, que otras no habían recibido el tratamiento descrito y por último otro grupo de mujeres que no tenían ni idea de haber participado en ningún estudio. En resumidas cuentas, miles de mujeres en el mundo recibieron, o quizá sería mas correcto decir sufrieron, un tratamiento que no era más que un fraude. 

Está claro que las convicciones son importantes y que algunos científicos con tal de demostrarlas están dispuestos a obviar los datos que las contradicen o que simplemente las ponen en entredicho. Algo muy lícito siempre que sus estudios ocupen el espacio que les corresponde en la sección de mitos, leyendas, religión o ficción, y no en las estanterías dedicadas a las publicaciones científicas. El citado ejemplo, lamentablemente no es una excepción, otro caso célebre, este en el campo de la psicología fue el de Cyril Lodowic Burt, cuyas teorías tuvieron una amplia repercusión en el campo educativo y que trataron de demostrar el factor hereditario en el coeficiente intelectual, (los ricos eran más listos). Tras su muerte se comprobó que los resultados habían sido falsificados. Pero durante décadas sirvieron para justificar las diferencias sociales y también raciales (célebres también fueron los test de la Isla de Ellis). 

Evidentemente existen instrumentos para evitar estas situaciones, claro que de nada sirven las opiniones disidentes cuanto estas teorías son sustentadas por intereses políticos y económicos. En este caso cualquier crítica es despreciada, aislada o ignorada. Tal es el caso del llamado “Excelgate”. Ahora que otros economistas han tenido por fin acceso a la información utilizada para justificar las políticas de austeridad que se han estado aplicando; una vez que han podido analizar los números que explicaban la tragedia que podía acontecer si se superaba el 90 % de endeudamiento público, para sorpresa de algunos (que seguramente no haya sido tanta), se ha comprobado que cuando el análisis de los datos se alejaba de las conclusiones a las que los dos economistas que los realizaron querían llegar, dichos datos fueron amañados, enmascarados o directamente ignorados. Sin embargo me temo que el escándalo será una tormenta en un vaso de agua, simplemente porque si los gobiernos se dedicaron a evitar traspasar esa enfermiza frontera, por cierto, con muy poca fortuna y mucho sufrimiento para los ciudadanos, fue porque quisieron hacerlo. 

¿Qué respuesta nos darán a ese error? Posiblemente ninguna, o lo que es aún peor, la que dio un mal nacido con el título de medicina al marido de una paciente, que por su profesión tuvo acceso al informe que denunciaba el fraude del doctor Werner Bezwoda y trató de evitar que su esposa fuera sometida a una terapia de altas dosis: “Bueno, esto no es Sudáfrica” fue la respuesta del carnicero. Pues eso, esto no es Nueva Zelanda.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Chipre, capital Stalingrado


Stalin definió en una ocasión a Hitler como un apostador que no sabía cuando debía parar. Lamentablemente esta definición puede ser trasladada a nuestros tiempos y aplicada a los miembros de la Troika, adalides de tahúres y especuladores, atados a sus recetas incluso cuando los hechos demuestran su ineficacia, en lugar de retirarse y reducir sus pérdidas, suben las apuestas. Claro que esa es una de las ventajas que tiene jugar cuando el dinero no te pertenece. En Chipre pretendieron dar un nuevo salto cualitativo y cuantitativo, exigiendo no solo los clásicos sacrificios (reducciones salariales, recortes sociales, incremento de impuestos indirectos), sino también echar mano a una parte de los ahorros de los ciudadanos para salvar un sistema colapsado por las descontroladas prácticas de unos bancos acostumbrados a la cómoda impunidad de no asumir nunca responsabilidades.



La medida es tan absurda y estúpida que no queda más remedio que pensar mal, máxime cuando las autoridades de Bruselas han afirmado, tras desmentidos y ratificaciones, que ese será el modelo a aplicar en futuros rescates. En resumidas cuentas, advierten a los grandes capitales que se alejen de los centros de riesgo, es decir, las naciones del sur de Europa y ¿ qué mejor lugar para depositarlos que los bancos alemanes o paraísos fiscales, donde estarán seguros y a salvo de cualquier expolio? Así que una irresponsabilidad, justificada con balbuceos y argumentos que tan solo convencerían a un niño (y solo si estuviera dormido), se traduce en una operación de descapitalización de los países en dificultades.



Por supuesto es evidente que quienes se enriquecieron con la crisis financiera deben contribuir a resolverla, pero esta no es la manera. Si realmente tuvieran interés en moderar el desmadre del sector recurrirían a algún tipo de tasa sobre las operaciones financieras (Tobin), pero esta no es su intención. La poderosa Alemania, guiada por los “austericidas” no tiene suficiente con saquear la existencia de los europeos con sus recetas, ni desposeerla de su capital humano, ahora quiere el dinero de los grandes ahorradores y si de paso consigue que la pequeña Chipre tenga que vender los derechos de explotación de sus reservas de gas, mucho mejor, así ya no dependerán tanto en términos energéticos, del siempre inseguro y caprichoso proveedor ruso. Y si en el camino se desintegra Europa, eso no parece preocuparles. Demasiado seguros se sienten estos alemanes, tanto como Hitler cuando invadió la URSS en 1941. Ya veremos si somos testigos de cómo su arrogancia se estrella en otro Stalingrado, esta vez económico.

viernes, 8 de marzo de 2013

Ilusiones


Algunos parecen sorprendidos por la rapidez en la que puede cambiar un país en apenas tres años. La España que parecía estar en condiciones de hacerse un hueco entre los ocho grandes, se ha desvanecido rápidamente. La misma que hace unos años fuera el dorado de inversionistas ingleses y alemanes, parece condenada a retornar a las panderetas y peinetas. Incluso algunos están empeñados en intimidarnos, y una vez agotados los recursos para convencernos por la buenas de aceptar el difuso golpe de estado financiero, están despertando el viejo y clásico temor, a cuenta de la soberanía de Cataluña, al golpe militar, implicando a generales, que perplejos por las imputaciones, tienen que aclarar sus palabras.

Es cierto, la situación es complicada, pero como nuestro reciente optimismo, el catastrofismo solo es una excusa para justificar, por la vía de urgencia, un cambio en el modelo social antes de que los ciudadanos europeos, especialmente los del sur, puedan articular una respuesta al desmadre perpetrado por los intereses financieros, con la activa complicidad de la comisión europea y los gobiernos. Lo que se inició como una crisis financiera, convertida hábilmente en crisis de deuda pública, se está transformando en una crisis política y social. Y en esta rápida sucesión de acontecimientos existe un elemento fundamental que ha sido menospreciado, y es el hastío previo de la ciudadanía, hacia un sistema que mostraba algunas contradicciones solo disimuladas por la aparente prosperidad económica fruto de la burbuja inmobiliaria. Y cuanto utilizo el término aparente es porque en términos reales la burbuja aportó bien poco al país y sus gentes. Ya en aquellos tiempos de “bonanza” la pobreza en nuestro país se acercaba al veinte por ciento de la población. Una cifra que demuestra que ese “crecimiento” no sirvió para mejorar las condiciones de vida de la población, sino más bien para todo lo contrario, ya que puso las bases para que una vez el saqueo se hubiera consumado, el número de personas en riesgo de exclusión social y de pobreza se ampliara como consecuencia del desempleo, el endeudamiento de las familias y las políticas de recorte social.

Bien es cierto que fue fácil creer en el discurso oficial de que “España iba bien”, y quien hizo esa afirmación no mentía, tan solo obvió mencionar el pequeño detalle de a quién realmente le iba bien. Claro que la realidad siempre acaba desmintiendo los optimismos oficiales, aunque esto evidentemente no resta sufrimiento a quien lo está perdiendo todo. Sin embargo el cansancio se ha materializado rápidamente para sorpresa de expertos y optimistas de jubilaciones doradas. Al sistema surgido de la Transición, incluido el modelo de partidos políticos, se le rompen las costuras. La corrupción y la falta de respuestas que satisfagan las aspiraciones ciudadanas está generando un profundo divorcio que presenta un preocupante rasgo, ninguno de los implicados quiere darse por enterado, actuando como si esto solo fuera una tormenta pasajera que acabará por remitir, dejando las cosas tal como estaban.

Pero esta pretensión es tan solo otra ilusión, la brecha es demasiado profunda como para que una vez la situación económica se estabilice todo quede igual. Tan cierto como es que los neoliberales aprovecharon la crisis para tratar de cambiar el modelo de relaciones sociales, lo es que una parte importante de la población demanda un profundo cambio político que sea realmente representativo y transparente. Un sistema en el que la corrupción solo sea un residuo, no como hasta ahora que parece ser la grasa que mueve los engranajes del sistema. Quien quiera pensar que todo lo que está ocurriendo es una etapa sin consecuencias futuras, puede seguir soñando, en su pretensión de ignorar que nos encontramos en un proceso profundo de cambio y que nada será igual cuando finalice. La cuestión es quién ganará, si los intereses financieros y sus partidos vasallos o las legítimas reivindicaciones ciudadanas. Esto aún está por ver.

jueves, 14 de febrero de 2013

Desahucios

Los desahucios no son solo el final de un sueño, el desalojo de una ilusión, sino la cruda constatación de cómo un sistema privilegia al verdugo en su ensañamiento sobre la víctima. En este país el sistema financiero no solo es inclemente, sino también cruel. No tiene suficiente con quedarse con la vivienda, sino que también acosa a los desahuciados el resto de sus vidas; les persigue con una deuda incrementada con intereses desproporcionados y salvajes, que casi siempre impiden que las personas puedan recuperar sus vidas, condenándolas a una suerte de clandestinidad económica en la que nunca podrán poseer nada, ni siquiera un sueldo digno. Los sentencian a ser sus esclavos el resto de su vida. Hacen algo que debería ser considerado delito de lesa humanidad, les arrebatan la esperanza. 

No es cuestión de argumentar sobre los privilegios que concede la Ley Hipotecaria a los bancos, ni sobre el que éstos se atrevan a rechazar la tasación realizada por ellos mismos cuando concedieron la hipoteca. Todos ellos son elementos sobradamente conocidos que nos revelan el estado de abuso, encanallamiento y desproporción de los bancos. Las mismas entidades que alimentaron la especulación y que ahora, cuando vienen mal dadas, en lugar de perseguir a los constructores o promotores, que representan las tres cuartas partes de la deuda del ladrillo, se ensañan con el consumidor final que, todo hay que decirlo, si se metió en una hipoteca de dimensiones descomunales no fue por capricho. Se limitó a pagar el precio que exigía el mercado dejándose llevar por la opinión de expertos, los mismos que le arreglaban el crédito que ahora los hunde, y que decían que el precio de la vivienda nunca bajaría. 

Los desahucios están provocando un lento goteo de vidas humanas, personas que deciden morir, como la pareja de jubilados que lo hicieron juntos. Y lo más terrible es que seguramente tomaron esa decisión porque no quisieron ser una carga para nadie. Respeto su decisión, aunque me entristecen las razones, y me asusta el infierno por el que pasan esas personas para llegar a la conclusión de que su única salida es morir. Y en esto no podemos mirar en otra dirección, ni siquiera por temor a vernos reflejados. Hay que resistir a quienes alquilan voluntades y leyes para comprar impunidad. Y en esta lucha que nos han declarado los poderosos, cegados por su codicia, arrogancia y el deseo de poseerlo todo, solo se me ocurre, y os pido disculpas por ello, alterar una frase de Tierra y libertad: “Ellos tienen mucho pero nosotros somos muchos más”.

viernes, 1 de febrero de 2013

La conjura de los sobres y las explicaciones de los necios


Si este país dedicara más tiempo a recortar en corrupción y menos en educación o en sanidad, las cosas serían muy diferentes. Puede incluso que los políticos tuvieran otra consideración, la de servidores públicos, y no la de tipos que se sirven de lo público para hacer negocio. Respecto a los escándalos de corrupción hay de dos tipos, aquellos que solo provocan una leve reacción en la opinión pública independientemente de su dimensión, y otros que generan un profundo rechazo y una reacción, que podríamos considerar desproporcionada si tomamos como referencia la producida en otros casos, léase Gürtel. El pago de sobresueldos a los líderes del PP se ajusta al segundo escenario. Una ciudadanía cansada después de un año de recortes, de leyes regresivas y lesivas para sus derechos sociales y sin un horizonte claro respecto a la situación económica y por extensión a su futuro bienestar, está reaccionando con una hostilidad desconocida resultado de la frustración y la indignación, que ha cogido con el paso cambiado a los líderes del PP, acostumbrados a tener que dar pocas explicaciones y ninguna excusa.

 La misma derechona que tanta austeridad está predicando, que tantos despidos y recortes de salario ha exigido (a los demás), parece que no muestra la misma firmeza cuando se trata de sus ingresos. Los principales representantes de los recortes, Rajoy “El Mudo” o Cospedal “Manos-tijeras”, durante años se beneficiaron de unos ingresos que no solo completaban sus otros sueldos públicos, sino que posiblemente también fueron escurridos a la Agencia Tributaria. Si a esto le sumamos que el señor Bárcenas, el extesorero del PP aprovechó la amnistía fiscal para regularizar sus ingresos, podemos tener la bien fundada sospecha de que puede que no fuera el único político de ese partido que la utilizó en beneficio propio. Una de las cuestiones es determinar de dónde sacaron un dinero que participó en pocos balances contables públicos, y quizá sería oportuno recordar el largo romance que el expresidente Aznar mantuvo, desde sus tiempos de candidato a la Junta de Castilla y León, con los constructores, así como también repasar el gran número de empresas públicas privatizadas, a precio de saldo y en las que muchos de los dirigentes del PP encontraron una jubilación dorada y las cuales, de eso estoy seguro, nunca mantuvieron una neutralidad política a la hora de realizar contribuciones económicas. 

Ahora recurren a las excusas habituales. Según su portavoz, todo es el resultado de una gran conspiración. Supongo que como su gran triunfo histórico fue consecuencia de una conjura militar, piensan que todo en la vida puede explicarse apelando a la teoría conspirativa. Aunque no parecen reparar que con complot o sin él, hay unos hechos que deben de ser explicados y refutados con pruebas, no con discursos llenos de lamentos y reproches dirigidos a enemigos ocultos e inciertos. Aunque en esta ocasión algo de razón tiene la “Manos-tijeras”, posiblemente exista una conspiración, pero su origen no está fuera del PP, sino en sus propias filas. ¿ Alguien se creyó realmente que la derrotada en el congreso de Valencia, Esperanza Aguirre, se retiraba de la política, y que su precipitada huída de la presidencia de la comunidad de Madrid fue casual? Sus permanentes declaraciones tipo “mosca cojonera” exigiendo transparencia resultan sospechosas. Lo irónico de la historia es que esa mujer que llegó a la presidencia de la comunidad gracias a un turbio asunto de sobornos, en los que aparecían implicados constructores afines al PP, pretenda dar lecciones de integridad. Pero la memoria es frágil y la ambición de algunos es inasequible al desaliento.

viernes, 18 de enero de 2013

Reto


Lo ocurrido en la India no es solo una violación, sino un simbólico linchamiento público, un acto de terrorismo que pretende intimidar a todas aquellas mujeres que se permiten tener el sueño de mejorar su situación, una advertencia a cualquiera de ellas que tenga el atrevimiento de querer aprender. En Pakistán una niña fue atacada por animar a sus compañeras a acudir al colegio; en la India, una joven fue violada y asesinada por su doble condición de mujer y estudiante. Estos hechos podrían ser considerados como actos aislados, sin un denominador común, sin embargo esta explicación es peligrosamente simple, no son accidentes, meras coincidencias, son acciones premeditadas, la cruel expresión de la clara y definida intención de ejemplarizar a cualquier mujer que se atreva a desear tener una vida más allá de la sumisión absoluta a los caprichos de un hombre.

En la India, y en otras muchas naciones, algo se está moviendo. El progreso económico, guste o no, suele provocar un cambio en la mentalidad de los individuos, y el silencio que envuelve los asesinatos de miles de mujeres que tienen lugar cada año en aquel país, empieza a quebrarse. Las muertes «accidentales» de mujeres (con la complicidad en forma de indiferencia de las autoridades), la práctica habitual de quemarlas vivas en sus cocinas por disputas sobre la dote o como forma rápida de enviudar, genera un rechazo en la sociedad que no solo está siendo expresado en forma de manifestaciones, sino también contestado de forma cruel y salvaje.

Quizá hasta hace algunos días podríamos haber considerado lo ocurrido a la joven india un hecho aislado, pero la violación y asesinato de otras dos mujeres por un grupo de hombres, debería ser pista suficiente para indicarnos la naturaleza de esos ataques. Este nuevo acto es un reto al conjunto de la sociedad, al estado que debe procesar a los delincuentes y un mensaje intimidatorio dirigido a las mujeres. Es evidente que algunos tipos temen el cambio y adoran la impunidad. Y de esto último todos somos responsables, da igual la latitud o la longitud, la violencia contra la mujer, el desprecio expresado hacia ellas o el convertirlas en simple mercancía, es una realidad institucionalizada. De nada sirven los lamentos o el rechazo social si estos salvajes consideran que están llevando a cabo una cruzada para salvaguardar una forma de vida. Y en esta lógica sus actos deberían ser considerados como actos de terrorismo, como acciones encaminadas a limitar derechos individuales, como simples fascistas dispuestos a imponer su voluntad y el terror con tal de mantener su imperio de violencia sobre las mujeres.

jueves, 10 de enero de 2013

Sostenella y no enmendalla


El FMI empieza a reconocer (aunque sea con la boca pequeña), que el “austericidio” es un error. Y lo hacen de una forma un tanto particular, afirmando en uno de sus informes que sus expertos fueron incapaces de predecir las consecuencias que tendrían para el empleo las políticas de recorte. Lo que me lleva a pensar que estos tipos continúan tomándonos por idiotas. El FMI lleva décadas obligando a aplicar a rajatabla la ortodoxia neoliberal, sin embargo, después de tantos experimentos fallidos dirigidos por esta institución desde los años setenta (empezando por Latinoamérica), resulta sorprendente que las consecuencias de sus recetas les sigan cogiendo por sorpresa. Algo que por otra parte resulta poco creíble. De hecho para llegar a esa conclusión no es necesario recurrir a un panel de expertos, basta con consultar las hemerotecas u ojear cualquier libro, escrito por un economista mínimamente objetivo, para conocer de forma rápida y sencilla el efecto que las políticas de recorte tienen sobre el empleo y la economía (la literatura al respecto es abundante).

Tanta ignorancia sobrevenida y lamento sin ánimo de enmienda, resultan sospechosos, especialmente porque hasta donde yo sé, aún no han recomendado a Grecia o Portugal (por citar dos ejemplos muy cercanos), sustituir las políticas económicas de austeridad por otras de carácter expansivo. Así que toda esta pantomima puede estar motivada porque la crisis de la deuda esta teniendo la imprevista consecuencia de deslegitimar a autoridades y organismos que están mostrando un celo en la aplicación de unas medidas que imponen sacrificios desproporcionados e injustos a los ciudadanos, cuando nunca lo mostraron, ni antes ni después, con los causantes del desastre. Parece como si los artífices ideológicos del drama y quienes dieron cobertura técnica en forma de teorías económicas esculpidas en piedra, empiezan a ser conscientes de la necesidad no de cambiar de rumbo en las políticas, pero sí al menos de fingir congoja. Pero para que su “mea culpa” resulte creíble, tendrían que ocurrir dos cosas: una que alguien dimitiera, y dos, que empezarán a interpretar la economía como un ejercicio de democracia e igualdad. Y lamentablemente, en este sentido, andan bastante escasos de talento y más aún de intenciones.

Curiosamente no es el FMI el único que parece preocupado por las consecuencias de sus recetas y el efecto que pueden tener en la opinión pública. Importantes escuelas de negocio, tras años de predicar entre ejecutivos y directivos las bondades del neoliberalismo, de los despidos preventivos o de las privatizaciones, parecen desconcertadas por el impacto que tiene en la actividad económica la aplicación de sus teorías. Aunque en este caso son más sutiles u obstinadas, ya que achacan las consecuencias negativas a la velocidad con la que se aplican y no, y me encanta poder decir esto, a su demostrada ineficiencia (en términos de interés general). En el fondo de lo que se trata es de “sostenella y no enmendalla”, de continuar manteniendo, contra toda evidencia empírica, una ortodoxia desprestigiada y canalla, que solo se sostiene por el empecinamiento de quienes la predicaron y la codicia de los pocos que se benefician de ella.