martes, 27 de abril de 2010

Badalona

Leía en la prensa que los ricos ingleses pese a la crisis, o precisamente gracias a ella, habían incrementado un treinta por ciento sus fortunas. Parece ser que en esta economía canalla las dificultades de muchos son el maná de unos pocos. Y las crisis sirven no solo para que muchas familias pierdan sus casas, sino también para que algunos hagan dinero con esa pérdida. No es nuevo, los tiempos revueltos, las turbulencias financieras, las tragedias personales y los dramas colectivos siempre han sido tierra de provisión para especuladores y oportunistas. Las ganancias obtenidas no son únicamente de carácter económico, sino también político. O así al menos debe interpretarlo el líder del PP en Badalona, quien hace unos días decidió probar fortuna electoral criminalizando, folleto en mano, a toda una comunidad de inmigrantes formada por ciudadanos de otro país de la Unión Europea.

Quizá por convicción ideológica, quizá por desesperación política o por ambas a la vez, este político ha puesto todas sus esperanzas electorales en el incierto objetivo de inflamar las relaciones entre las comunidades de nuestra ciudad. Esta estrategia no es nueva, ya la inició en las pasadas elecciones municipales. Desde entonces su discurso político ha estado plagado de insinuaciones xenófobas y ha desprendido un inquietante tufillo racista. El programa del PP ha quedado reducido a culpabilizar a los inmigrantes de todos los males de nuestra ciudad. Así que el panfleto o caja de cerillas que el pasado sábado repartió en un mercado de Badalona, solo es el clímax de una larga campaña cuyo único objetivo es satisfacer sus ambiciones políticas.

Quizá el Señor García Albiol no sepa, o prefiera ignorar, que el subsuelo de Badalona es testigo y sus gentes testimonio, de que nuestra ciudad se ha construido sobre la tolerancia y la integración. Este esfuerzo colectivo no siempre ha sido sencillo, la dictadura dejó un paisaje urbano desarticulado y desolador. En las crisis de los setenta y ochenta muchos de nuestros ciudadanos perdieron su empleo, pero gracias al esfuerzo común y al diálogo, todos esos malos momentos fueron superados, y esta nueva crisis, muy a su pesar, no será una excepción. El mensaje de este político va contra la tradición y el espíritu de una ciudad que supo utilizar un refugio, vestigio de la guerra civil, como sala de exposiciones. De esta forma es como Badalona interpreta sus pasados, integrándolos en su presente. La nuestra es una ciudad de aspiraciones, no de persecuciones. Puede que alguien en lo más íntimo de su alma añore las viejas e impolutas calles de Berlín cuando en sus muros resonaba la voz de Lale Andersen, yo sin embargo prefiero pensar que es como la Alejandría de Durrell, la ciudad que puede ofrecer todo a sus amantes, salvo la felicidad, supongo que ahí reside su atractivo.

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