sábado, 17 de abril de 2010

¿Quienes son los terroristas?

Durante los años setenta América Central y del Sur vivió una de las etapas más oscuras de su historia. Durante esa década, la secular presión política de los EEUU sobre estas naciones y el recurrente expolio de sus recursos naturales, cristalizó en unas sanguinarias dictaduras que causaron la muerte a miles de personas. Seguramente el precio pagado por estas naciones en términos humanos fue incalculable, toda una generación de políticos, intelectuales y líderes sociales fueron exterminados. Si las consecuencias humanas y psicológicas fueron profundas e intensas, las económicas no les fueron a la zaga. EEUU, proveedor oficial de torturadores y verdugos (Escuela de las Américas), no satisfecho con desarticular las economías y la estructura social de esas naciones, quiso garantizarse que tardarían mucho tiempo en pagar y olvidar la osadía de su sueño de soberanía y libertad.

Durante ese periodo los gobiernos ilegítimos aprovecharon bien el tiempo, endeudaron a sus naciones mientras se enriquecían. Se calcula que dos terceras partes de ese dinero acabaron en las cuentas corrientes de los dictadores y sus cómplices. Una vez desaparecidas esas dictaduras, los pueblos no solo quedaron marcados por su sadismo, sino también hipotecados y obligados a pagar su codicia. La mayoría de los ciudadanos de estas naciones viven asfixiados por los intereses de aquellas deudas, las cuales seguramente ya han sido sobradamente pagadas, si no en términos económicos, que también, sí en términos humanos. Sin embargo sus recursos continúan pagando los intereses y a pesar de todo el esfuerzo realizado, la deuda no ha parado de crecer hasta hacerse del todo impagable.

Si alguien considera que los EEUU quedaron envilecidos por su política exterior durante los años setenta, los europeos no debemos sentirnos acomplejados porque no somos mucho mejores. Desde el siglo XIX África es nuestro patio trasero, hemos hecho y deshecho a nuestro antojo. El resultado puede dejarnos satisfechos, hemos logrado empobrecer, humillar y matar de hambre o enfermedad a millones de personas. Por eso cuando alguno de los líderes del satisfecho y arrogante mundo de las naciones desarrolladas, que tanto invierten en hipotecar el futuro de otros pueblos, nos alertan sobre los riesgos que suponen el terrorismo, uno queda muy desconcertado y se pregunta, con mucha razón, a quienes se refieren. Si a los desesperados que rezan antes de reventar un avión, un tren o un autobús o a esos tipos impecablemente vestidos y de modales exquisitos que cada día mueven los hilos que hacen caer gobiernos, inician guerras civiles o venden armas a guerrillas que pagan en diamantes contantes y sonantes.

Deberían aclararnos quienes son los terroristas y clasificarlos según su peligrosidad, porque muchas bombas son necesarias para que esos mal nacidos puedan igualar la macabra contabilidad de esa realidad económica que condiciona la vida de tantos seres humanos, condenándolos a un estado de miseria permanente y posiblemente irreversible. Bueno, salvo que alguien piense que el color de la piel devalúa el precio de la vida humana, en tal caso, esos líderes tienen razón, los terroristas son los desarrapados de piel oscura. Aunque claro, a lo mejor el juicio solo depende del lado desde donde mires la vida o sufras la existencia.

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