jueves, 8 de abril de 2010

Una historia oficial

Si algo nos está quedando claro es que nuestra democracia tiene unas líneas rojas que conviene no traspasar. Son sus fronteras, las que quedaron definidas en una Transición que cada día que pasa se asemeja más a una jaula de cristal. Como los personajes de “El ángel exterminador”, vivimos atrapados en una habitación llamada historia oficial, y el juez Garzón será procesado, y seguramente condenado, por razones ideológicas y políticas, pero sobretodo por atreverse a cuestionar los mitos sobre los que se sostiene gran parte de la derecha española. No solo ha osado cuestionar la complacencia del franquismo sociológico con su pasado, poniendo en evidencia que los veinticinco años de paz solo fueron posibles después del largo, continuado y premeditado exterminio de miles de hombres y mujeres. Sino que también ha destruido uno de los mitos más recientes de esa derecha que tan cómoda se sentía viviendo bajo una dictadura, que los gobiernos del PP fueron y son un ejemplo de integridad y honradez.

Los jueces que van a procesarlo han demostrado con sus actos, aunque sean jurídicos, que el resentimiento profesional y personal o las lealtades ideológicas y políticas son fuerzas mucho más poderosas que los principios de independencia e imparcialidad. Además, no satisfechos con airear sus simpatías por una versión de la historia de nuestro país, se erigen en censores de la futura labor de otros jueces, advirtiéndoles ya de paso, del alto precio que puede acabar pagando quien decida salirse de la historia oficial y cuestionar la santidad de un dictador o la supuesta honradez de un político corrupto. Es deprimente saber que hoy, narcotraficantes, terroristas, corruptos y fascistas celebraran la decisión del Tribunal Supremo. Pero así son las historias oficiales, la verdad y la justicia solo cuentan si se ajustan a los hechos narrados.

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