Para el poder la cultura siempre ha sido sospechosa, salvo aquella que podía ser utilizada para sus propios fines. Otro tanto le ocurre a la educación, mientras sea un vehículo de adoctrinamiento ideológico, de apaciguamiento social o que permita construir buenos y obedientes ciudadanos, tampoco supone un problema. Ahora bien, la cultura y la educación tienen efectos secundarios inesperados e indeseados. A veces, dan como resultado personas capaces de pensar por sí mismas, poco dispuestas a comulgar con ruedas de molino o a asumir las consignas sin rechistar. O lo que es aún peor, poniendo en evidencia las contradicciones de unos líderes políticos y económicos que, a fuerza de hacer lo que les viene en gana, ya no se toman la molestia ni de esforzarse para dar explicaciones que puedan resultar convincentes. Quizá por ese motivo han iniciado, a cuenta de los recortes, aunque con una clara intención ideológica, una reforma educativa que expulsará del sistema a muchos estudiantes.
Los
mismos que con sus políticas económicas estimularon el abandono
prematuro de los estudios, por la urgente necesidad de mano de obra
para construir la burbuja inmobiliaria, utilizan el fracaso escolar
como argumento para retornar a los viejos tiempos de “Una Grande,
Libre y Católica”, a un modelo escolar que alentaba y alimentaba
las desigualdades (resulta curioso que estos tipos que reniegan de la
teoría de la evolución, cuando se trata de interpretar la sociedad
sean más darwinistas que Darwin). Lamentablemente esta tendencia y
necesidad de reducir a los seres humanos al estado de ignorancia,
convirtiéndolos en simples cajas de resonancia de sus consignas u
oraciones, parece un proceso generalizado. Un fanático (da igual su
excusa religiosa) trató de asesinar a una niña cuya grave falta fue
la de alentar a otras crías a acudir a la escuela.
¿Qué
pretende esta derecha rancia y elitista que se permite el lujo de
tratar de chusma a unos policías?* Eso somos para ellos, da igual la
nación. ¿A qué aspiran? A reducir a las gentes de nuestro país a
un rebaño de obedientes ignorantes, a condenar a la mayoría de los
ciudadanos a ser mano de obra barata sin derechos y sin protestas.
Mientras, ese ministro de educación impresentable y mal educado tira
balones fuera de campo, nuestros jóvenes, los más preparados y con
más iniciativa, buscan su futuro fuera de nuestras fronteras. Países
como Alemania se benefician de esta expulsión. En esta especie de
reedición financiera de la Lebensraum, nos descapitalizan en
términos humanos, posiblemente el saqueo más cruel y que más
persistentes efectos tiene en una sociedad. El gobierno ante esta
apropiación inmoral de los recursos invertidos en esos jóvenes
permanece impasible, alentando la marcha para reducir la presión
social, al tiempo que pretende asegurarse, con sus planes educativos,
que en el futuro solo los suyos puedan estar en condiciones
educativas y culturales de exigir mejores condiciones de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario