Este mes de agosto, contra todo pronóstico y tradición, está resultando muy movidito en términos políticos. Los dirigentes del PP, agobiados por la cantidad de casos de corrupción (y lo que te rondaré morena), decidieron refrescar su maltrecha integridad sumergiéndola en el mar donde desembocan todas las conspiraciones. Según los líderes de ese partido, en este país, menos obispos y monaguillos, todo el mundo maquina para expulsarlos de la vida pública.
Asediados por la corrupción y enfrentados por el control del partido, a sus estrategas no les ha quedado más remedio que recurrir al viejo truco de hacerse las víctimas. Esta técnica no es una novedad, la derecha de este país suele utilizar las conspiraciones para esconder sus miserias y justificar sus canalladas. Llevan setenta años haciendo política a golpe de conspiración. Primero fue el contubernio judeo-masónico-comunista, y de él vivieron cuarenta años. Mucho tiempo después, un funesto mes de marzo, regresaron a las andadas. Y ahora, cuando los hechos y las evidencias, ponen de manifiesto la falta de integridad de algunos de sus militantes y líderes regionales, echan mano de nuevo a la manida estrategia para tratar de salvar los muebles.
Parece ser que esta organización política solo es democrática cuando el recuento de los votos le es favorable y las instituciones del Estado están al servicio de sus intereses. Pero cuando las cosas se les tuercen sus también tradicionales modos autoritarios surgen de forma instintiva. Deberíamos preguntarnos qué está pasando, qué información tienen de las investigaciones e instrucciones judiciales que se están llevando a cabo para estar tan nerviosos y aparentemente desesperados. Seguramente esta estrategia no solo persiga desviar la atención sobre la podredumbre sobre la que se sostienen, sino, y esto es lo peor, puede ser un aviso a navegantes, una velada amenaza a jueces y policías, una forma de indicarles el buen camino e intimidarles para que lo sigan. Porque en democracia cambian los gobiernos y ellos, cuando se trata de ajustar cuentas, tienen buena memoria y mucha práctica.
Asediados por la corrupción y enfrentados por el control del partido, a sus estrategas no les ha quedado más remedio que recurrir al viejo truco de hacerse las víctimas. Esta técnica no es una novedad, la derecha de este país suele utilizar las conspiraciones para esconder sus miserias y justificar sus canalladas. Llevan setenta años haciendo política a golpe de conspiración. Primero fue el contubernio judeo-masónico-comunista, y de él vivieron cuarenta años. Mucho tiempo después, un funesto mes de marzo, regresaron a las andadas. Y ahora, cuando los hechos y las evidencias, ponen de manifiesto la falta de integridad de algunos de sus militantes y líderes regionales, echan mano de nuevo a la manida estrategia para tratar de salvar los muebles.
Parece ser que esta organización política solo es democrática cuando el recuento de los votos le es favorable y las instituciones del Estado están al servicio de sus intereses. Pero cuando las cosas se les tuercen sus también tradicionales modos autoritarios surgen de forma instintiva. Deberíamos preguntarnos qué está pasando, qué información tienen de las investigaciones e instrucciones judiciales que se están llevando a cabo para estar tan nerviosos y aparentemente desesperados. Seguramente esta estrategia no solo persiga desviar la atención sobre la podredumbre sobre la que se sostienen, sino, y esto es lo peor, puede ser un aviso a navegantes, una velada amenaza a jueces y policías, una forma de indicarles el buen camino e intimidarles para que lo sigan. Porque en democracia cambian los gobiernos y ellos, cuando se trata de ajustar cuentas, tienen buena memoria y mucha práctica.
1 comentario:
Hola Javi,
te paso una serie de videos, del rollo el dinero es deuda, pero explicado poco a poco:
http://www.chrismartenson.com/crashcourse/espanol
Juan
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