lunes, 5 de noviembre de 2012

Promesas incumplidas. Costumbres confirmadas


Tras una campaña repleta de despropósitos, de promesas, más tarde incumplidas, e irrealizables compromisos de expulsión de inmigrantes, el PP logró la alcaldía de Badalona, la tercera ciudad de Cataluña. Apenas dos años después de formarse ese gobierno los hechos ponen en evidencia que la corrupción es para esta organización una conducta intrínseca a su forma de gobernar. Posiblemente su visión patrimonial del estado (les ampara el derecho divino a hacerlo) y su desapego a los principios democráticos básicos, que solo parecen interesarles cuando están en la oposición, hacen que su gobierno tenga un tono totalitario y unas formas caciquiles de las que nuestra ciudad no se ha librado.

En este breve lapso de tiempo transcurrido han dejado claro que sus únicos éxitos, si pueden ser clasificados de esta manera, han sido la intimidación y la falta de respeto a las leyes. Ellos que tanto apelaron a la ley y el orden, en estos meses han tenido tiempo de perseguir a empresarios de origen inmigrante, de saltarse a la torera la inviolabilidad del domicilio, de pedir dinero a empresarios utilizando a la guardia urbana, y de extorsionar (presuntamente) y gastar 700.000 euros del ayuntamiento para hacer obras en viviendas de particulares, algo que recuerda mucho a lo ocurrido en Marbella hace unos pocos años. Todo esto acompañado de una imagen que ha demostrado su patético perfil político y cultural, rozando en algunos casos una ignorancia que haría sonrojar a cualquier alumno de primaria.

Ahora el Sr. Alcalde, superado por los acontecimientos, pretende reducir todo a las acciones de un solo concejal, como si él asunto no fuera con él ni con el resto de cargos políticos implicados en otros asuntos o beneficiados directamente por las reformas en sus domicilios a cuenta del contribuyente. Este alcalde piensa que apartado uno solo de los concejales de su responsabilidad, la cuestión quedara liquidada y olvidada. Pero es necesario dejar claro que quien inició la presión a los empresarios extranjeros, dejándolos en una posición de indefensión y vulnerabilidad que permitió más tarde la extorsión, fue él. Su estrategia demagógica revela la irresponsabilidad de sus consignas. Incluso si como él sostiene, desconocía los hechos, estamos ante un caso de incapacidad para controlar a su equipo, así que las posibilidades son muy pocas, o es cómplice o es un incompetente.

Posiblemente su único propósito era ser alcalde al precio que fuera. Tras alcanzar este objetivo todo lo demás se ha reducido a improvisar, generando un desconcierto y descontrol administrativo en la ciudad que ya empieza a traducirse en malestar generalizado entre vecinos y entidades sociales y culturales. Ahora bien, el porqué nadie ha planteado a estas alturas un moción de censura que ponga freno a la degeneración institucional de la ciudad, es un misterio. Posiblemente por intereses personales, o cálculos políticos difícilmente comprendidos por la ciudadanía.

Si no se actúa, si los partidos políticos no superan sus diferencias, anteponiendo la dignidad de nuestra ciudad a sus pequeños reinos de mezquindad, solo lograrán dos cosas; la primera que los ciudadanos acaben pensando que su inacción solo es el resultado de la complicidad, que ellos, más allá del ruido y aspaviento mediático, no hacen nada porqué también tienen algo que ocultar. Y la segunda, que permitir que los gobiernos que amparan a corruptos salgan impunes, es toda una oferta a que la corrupción se instale en nuestra ciudad como antes lo hizo en otras. Ha llegado el momento de actuar, aunque el resultado no esté garantizado, los grupos políticos deben de hacer algo para demostrarnos a los ciudadanos que no todos son iguales. La ciudad lo requiere, los ciudadanos lo necesitan. No está en juego el poder, sino algo mucho más importante que el señor Albiol parece desconocer, algo llamado integridad.

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