jueves, 15 de diciembre de 2011

Epidemia II: "El prota"


A mi entender el protagonista de una novela apocalíptica debería tener más en común con Robinson Crusoe que con John Rambo. Un mundo casi abandonado por los seres humanos no es más que una isla desierta que el personaje no solo debe explorar, sino en la que también debe aprender a sobrevivir. La evolución del personaje se asemejaría a la de Tom Hanks en “Náufrago”, una dura lucha contra la locura. Sin embargo, este tipo de enfoque es la excepción en un panorama dominado por tipos normales que muestran una evolución casi mágica, gente sin ninguna virtud especial, que por encantamiento muestran especiales dotes para la supervivencia, una resistencia física propia de atletas y unos recursos que serían la envidia de MacGyver. Además la gente normal, habitualmente tiene familia, amigos, incluso mascotas, algo a lo que están unidos afectivamente. La pérdida de alguna de estas personas debería suponer un periodo de sufrimiento personal, sin embargo, la familia de nuestro protagonista la palma al completo y éste salvo un par de líneas de auto condolencia no presenta mayores problemas. La palabra “duelo” no está en el diccionario que define a estos héroes. Debemos reconocer que desde luego es un auténtico superviviente; amigos, hijos, madres, hermanos desaparecen de forma trágica y se comporta como si estuvieran de vacaciones y le hubieran dejado la casa sola para él.

Lo curioso del asunto es que en estas novelas poco exigentes con la inteligencia del lector, la tragedia es asumida con la misma naturalidad con la que los protagonistas corren a armarse hasta los dientes. Y mira por donde los militares, haciendo gala de su proverbial dejadez, han abandonado armas y munición por todas partes, así que en poco tiempo reúnen un arsenal que pondría los pelos de punta a cualquiera. Como resulta complicado justificar tal despliegue armamentístico, recordemos que apenas queda gente a la que disparar (función básica de cualquier arma) se suele justificar por dos motivos: el asilvestramiento de animales domésticos, fundamentalmente perros, y la presencia de otros supervivientes que llevados por la locura (estos sí que eran normales de verdad) se transforman en asesinos y saqueadores dispuestos a poner en peligro la vida del protagonista en cada capítulo de la novela. Por qué razón unos saqueadores, teniendo todas las ciudades y centros comerciales del mundo para saquear, muestran especial predilección por las posesiones materiales que ha reunido nuestro desventurado héroe, es otro de los misterios de estas historias. Respecto a la amenaza de los perros asilvestrados, al menos aquellos que pudieron escapar de los hogares donde murieron sus dueños (descolgándose por los balcones o forzando las cerraduras de las puertas), debemos reconocer que son una amenaza más creíble. Nunca he sido testigo del furioso ataque de un Chiguagua o de un Yorkshire, pero debe tener un efecto devastador en términos psicológicos y físicos enfrentarse a una fiera de apenas dos kilos de peso, por eso es necesario ir a todas partes con un fusil de asalto. No sé si no sería más práctico alejar la amenaza de una patada, vale es una forma muy bestia de hacerlo, aunque más segura que ponerse a pegar tiros con el riesgo de agujerearse el pie con una bala.

Otro aspecto interesante de estos supervivientes aparte de la citada entereza es, y puede que sea el único rasgo que los humaniza un poco, la rapidez con la que se elevan a la punta de la pirámide de la sociedad de consumo. Sin cortarse un pelo dan una patada a la puerta de la primera casa que les gusta y a vivir que son dos días. Se rodean de comodidades y convierten su vida en la regalada existencia de un rentista, demostrando ya de paso unas habilidades que pocos tenemos. Son capaces de encontrar un generador, algo sencillo, y de volver a tener fluido eléctrico en sus nuevos hogares, algo no tan simple. De hecho el agua corriente no es un problema para ellos y es aquí donde se produce uno de los mayores misterios; en estas historias nunca se aclara si el sistema sanitario sigue operativo o si los supervivientes deben de ir cavando zanjas para hacer sus necesidades. A lo mejor el virus los ha mutado y no solo han dejado de tener las reacciones que se les suponen a cualquier ser humano, sino también sus necesidades.

No hay comentarios: