martes, 6 de diciembre de 2011

Apocalípticos y demás supervivencialistas

En este año mariano, mientras el país entero espera que le sean reveladas las duras medidas que nos conducirán a la senda de la prosperidad y la abundancia, me dio por leer unas cuantas historias de esas de apocalipsis y extinciones masivas. Como nuestro destino parece ya escrito, he decidido tratar, (mientras me repongo del cabreo y ya de paso respeto la tregua navideña) de no ponerme serio como mínimo hasta enero. Lo siento, de verdad, pero me he dado cuenta de que últimamente me había puesto algo recurrente (léase pesado) y tan solo escribía sobre Alí Babá y sus cuarenta ladrones, así que para despejarme un poco cambiaré de tercio unas semanas. Además mientras el Sr. Rajoy guarde silencio respecto a sus medidas económicas es imposible escribir sobre ellas.

Bien, empecemos. Hace unas semanas, convencido de que el rumbo de nuestras vidas estaba ya determinado por el oráculo de Bruselas, opté por recurrir a leer historias en las que sus protagonistas, con toda seguridad, estarían mucho más puteados que el europeo medio y me incliné por dedicar mí tiempo a esas novelas que describen escenarios apocalípticos causados por infecciones de virus o de zombis (nada mejor que un fin del mundo para relativizar tus preocupaciones). Salvo distraerme no esperaba mucho más, no nos engañemos, los zombis como amenaza son algo aburridos y como entretenimiento bastante previsibles, salvo que seas George Romero o Stephen King la historia narrada, por el poco juego que dan sus protagonistas, puede avanzar a absurdos trompicones para finalizar convertida en un delirante pastiche donde se han mezclado los géneros cinematográfico, novelístico, y para sorpresa de propios y extraños también los videojuegos.

Sin embargo la mezcla de géneros no fue mi única sorpresa, también descubrí emocionado el buen rollito que se llevaban los autores patrios que sin vergüenza mostraban en sus historias curiosas similitudes, que harían sonreír con nostalgia a Cela, mientras compartían unos elementos narrativos que de tan comunes, parecían de propiedad colectiva. Otra cuestión muy diferente sería la opinión que tendrían de este compadreo sus homólogos del otro lado del Atlántico y de habla inglesa, que publicaron sus historias en blogs antes de que fueran editadas (hablar idiomas es importante, pero leerlos, lo es mucho más).

Así que por todo lo expuesto, en las próximas semanas me dedicaré a comentar esas historias en su conjunto, no tengo ganas de que me pongan un pleito y mi deseo de no mantener la seriedad acabe en un drama jurídico de inciertas consecuencias. Con esta finalidad he diferenciado entre las historias que tratan sobre zombis y las que simplemente, sin preámbulos ni posteriores resucitaciones, se llevan por delante a la mayoría de los mortales, dejando en el planeta solo a un pequeño grupo de supervivientes que se toman la situación con un estoicismo que muchos desearíamos para nosotros mismos ante los malos tiempos que nos anuncian.

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