lunes, 16 de enero de 2012

La lista de Sinde


A raíz de la aprobación definitiva de la Ley Sinde en el primer Consejo de Ministros del nuevo gobierno del PP, una asociación de internautas ha llamado, como forma de protesta, a boicotear a todos aquellos artistas, escritores, músicos, directores, guionistas, productores, editores y actores que se mostraron favorables a la norma y para facilitar la labor ofrecen una lista con todos sus nombres. La mencionada Ley no es tanto un intento de proteger los intereses de los creadores, sino de preservar un modelo de negocio obsoleto y a una industria empeñada en conservar sus privilegios al margen de los cambios tecnológicos que han tenido lugar en los últimos años.

Dudo mucho que la Ley sirva para potenciar la creación artística, ni tampoco para que los creadores puedan ver mejorada su situación, como también tengo claro que alguno de los internautas, que con tanto ardor la atacan, solo están defendiendo otro modelo de "negocio" de cuyos beneficios tampoco los autores participan. Ésta no es una guerra entre creadores y consumidores, sino entre intermediarios, cada uno de ellos empeñado en defender sus intereses. La industria debe asumir el hecho de que los tiempos han cambiado, que la libertad de mercado que tanto defienden, aunque sus prácticas sean oligopolistas, les obligará a modificar la forma de hacer negocio y sobre todo, que la Ley Sinde sólo es un absurdo e ineficaz intento de poner puertas al campo.

Podemos discutir durante horas las contradicciones de un sistema que muestra una desmesurada preocupación en proteger los intereses empresariales mientras descuida, dejando a su suerte, al resto de ciudadanos; sin embargo, este desequilibrio en el discurso y las actitudes no es razón suficiente para incluir a nadie en ninguna lista por ejercer su derecho a expresar una opinión. Tenemos en este país la tenebrosa costumbre de no reparar en medios cuando se trata de dañar a nuestro oponente, de considerarnos asistidos por la gracia de Dios cuando se trata de perjudicarle, recurriendo a cualquier instrumento a nuestro alcance y la verdad, paso de guerras, porque por mucho que digan continúo pensando que el fin, por muy lícito que sea, no justifica los medios.

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