Un obispo en pleno uso de sus facultades mentales, aunque posiblemente no tan convencido de las nuestras, pretende llamar la atención, es tiempo de recolecta fiscal, sobre la delicada situación económica de la Iglesia católica. Instando a todos los fieles a marcar en la declaración de la renta la casilla correspondiente al “cepillo” católico. La iglesia necesita dinero ¡y quién no! Pero este año la necesidad es mucho más urgente, ya que las aportaciones directas del Estado finalizan y el 0,7% de la aportación de los contribuyentes les resulta imprescindible.
Mi sorpresa no es resultado de esta petición pública de fondos, sino del argumento utilizado por este obispo para justificar las razones por las cuales el estado, ha contribuido de forma directa a su sustento. Según este hombre de Dios, estas aportaciones no eran más que una forma de restituir a la iglesia el patrimonio expropiado y vendido a particulares durante la desamortización eclesiástica de Mendizábal (1836).
No acabo de tener muy claro porqué durante varias generaciones todos los ciudadanos hemos compensando a la Iglesia por algo ocurrido hace casi doscientos años y más cuando los beneficiados por estas ventas sólo fueron unos pocos. Por una vez y sin sentar precedente, no vaya a ser que mi escaso sentido común se acabe acostumbrando a razonar en el absurdo, no sólo daré la razón a este obispo, sino que invocando el principio de igualdad exijo que todos los ciudadanos de este país seamos compensados, intereses de demora incluidos, por la desamortización civil de Madoz (1855) que se llevo por delante las tierras y bienes comunales de nuestros municipios (posiblemente una de las causas de su pobreza secular).
Ya puestos y aprovechando las reclamaciones a cuenta del pasado, os pido disculpas por mi oportunismo, realizaré yo la mía. A un lejano antepasado le fueron confiscados tres cerdos, dos burros, quince gallinas y la virtud de una de sus hijas por una hueste de hombres armados que se dirigía a cristianizar o a pasar a cuchillo, este punto no esta claro en las crónicas familiares, a unos pobres desgraciados allende la Mar Oceana. Si no he realizado antes ninguna reclamación no es por falta de prueba documental, sino por no saber donde he de presentar dicha reclamación, si en la parroquia de mi pueblo o en la delegación de Hacienda. Si alguien puede orientarme en esta cuestión quedaría eternamente agradecido. Abstenerse letrados, los fundamentos de derecho ridículo y la jurisprudencia absurda los obtuve a través del obispado de Alcalá de Henares.
Mi sorpresa no es resultado de esta petición pública de fondos, sino del argumento utilizado por este obispo para justificar las razones por las cuales el estado, ha contribuido de forma directa a su sustento. Según este hombre de Dios, estas aportaciones no eran más que una forma de restituir a la iglesia el patrimonio expropiado y vendido a particulares durante la desamortización eclesiástica de Mendizábal (1836).
No acabo de tener muy claro porqué durante varias generaciones todos los ciudadanos hemos compensando a la Iglesia por algo ocurrido hace casi doscientos años y más cuando los beneficiados por estas ventas sólo fueron unos pocos. Por una vez y sin sentar precedente, no vaya a ser que mi escaso sentido común se acabe acostumbrando a razonar en el absurdo, no sólo daré la razón a este obispo, sino que invocando el principio de igualdad exijo que todos los ciudadanos de este país seamos compensados, intereses de demora incluidos, por la desamortización civil de Madoz (1855) que se llevo por delante las tierras y bienes comunales de nuestros municipios (posiblemente una de las causas de su pobreza secular).
Ya puestos y aprovechando las reclamaciones a cuenta del pasado, os pido disculpas por mi oportunismo, realizaré yo la mía. A un lejano antepasado le fueron confiscados tres cerdos, dos burros, quince gallinas y la virtud de una de sus hijas por una hueste de hombres armados que se dirigía a cristianizar o a pasar a cuchillo, este punto no esta claro en las crónicas familiares, a unos pobres desgraciados allende la Mar Oceana. Si no he realizado antes ninguna reclamación no es por falta de prueba documental, sino por no saber donde he de presentar dicha reclamación, si en la parroquia de mi pueblo o en la delegación de Hacienda. Si alguien puede orientarme en esta cuestión quedaría eternamente agradecido. Abstenerse letrados, los fundamentos de derecho ridículo y la jurisprudencia absurda los obtuve a través del obispado de Alcalá de Henares.
*Retrato de Juan Álvarez Mendizábal (1790 - 1853).
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