jueves, 5 de abril de 2012

Antisistema

Tan vieja como las manifestaciones es la existencia de la figura de sus “reventadores”, tipos de origen e intereses inciertos cuyo único objetivo, por ideología o cobrando, es tratar de transformar pacíficas expresiones ciudadanas, en un estallido de violencia que inmediatamente es utilizada como excusa por la policía para llevarse por delante a cualquier persona que encuentren en su camino, participe o no en los altercados, e incluso en la misma manifestación. No nos llamemos a engaño, individuos desquiciados, en términos afectivos e ideológicos, dispuestos a aprovechar cualquier ocasión para dar rienda suelta a sus frustraciones políticas o personales, siempre los ha habido y los habrá. Son tan inevitables como aquellos tipos siempre dispuestos a echar una mano a las autoridades, mediante pago en metálico o en favores, fabricando el “casus belli” que sirva como pretexto para la intervención policial. Estas acciones persiguen, además del ya mencionado, otros objetivos, por una parte desprestigiar el movimiento social, tachándolo de “violento”, y haciendo que sus legítimas reivindicaciones queden ocultas por el humo de los gases lacrimógenos, y por otra parte intimidar al resto de ciudadanos que preferirán quedarse en casa antes de exponerse a ser detenidos o vinculados con unas expresiones de violencia que les son ajenas y que los medios de comunicación se habrán encargado de resaltar con titulares tremendistas e imágenes apocalípticas.

En Barcelona se ha convertido en un rito que cada manifestación relacionada con los recortes sociales que nos están imponiendo de forma muy poco democrática, se transforme en una batalla campal. Según el Conseller de Interior de la Generalitat, hasta la manifestación del 29 de marzo los alborotadores eran unos trescientos. Ese día en la versión laica del milagro de los panes y los peces (léase generación espontánea) pasaron a ser tres mil. Unas cifras lo suficientemente redondas como para provocar la desconfianza de cualquiera. Sin embargo, vamos a suponer que los ciudadanos somos tontos y que nuestros políticos preferirían morir antes de mentir, y como los perfectos idiotas que somos, nos atrevemos a hacer un pregunta que por su obviedad no merece ni ser tomada en consideración: si los alborotadores están identificados y su forma de actuación definida, ¿porqué nunca se detiene a uno solo de ellos y de forma invariable siempre acaban arrestados o heridos manifestantes pacíficos? En serio, será una pregunta propia de un niño de seis años, pero empiezo a pensar que esos “antisistema” son seres míticos, tan responsables de los altercados como el anarquismo catalán lo fue del trágico incendio de la “Scala”.

Sean seres reales o imaginarios, debemos reconocer que hicieron bien su labor. Al día siguiente no se hablaba de los centenares de miles de ciudadanos que se manifestaron de forma pacífica en toda España contra la reforma laboral. La mayoría de los medios solo tuvieron titulares para unos contenedores ardiendo, obviando el rechazo mayoritario contra las medidas impuestas por los mercados vía Bruselas. Ahora, el gobierno español y catalán, en plena sintonía, amenazan con cambiar las leyes y considerar los actos vandálicos como terrorismo. Todo ello síntoma del miedo que les atenaza cuando los ciudadanos empiezan a salir a la calle, todo un indicio de que solo les queda la intimidación para mantener la paz social. Y así lo expresó Felip Puig, cuando defendía el endurecimiento del Código Penal: “no para que entre más gente en prisión sino para que haya más gente que tenga más miedo al sistema y que no sea tan osada". Aún así nos debemos considerar afortunados, por ahora las advertencias se han reducido a pelotas de goma, gases lacrimógenos e hipotéticos cambios legislativos, al menos aún nadie ha recordado la frase de Espartero en la que aconsejaba bombardear Barcelona cada cincuenta años para mantenerla tranquila. Aunque con estos políticos gestionando el derecho de manifestación y la libertad de expresión, cualquier cosa es posible.

Nota: A propósito, ¿os habéis fijado que los famosos antisistema nunca están presentes en las manifestaciones contra el aborto, el matrimonio gay o en defensa de la familia católica?, qué antisistema más extraños, revientan los actos de los trabajadores y respetan los otros. Qué gente más compleja.

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