sábado, 15 de septiembre de 2012

Principio de Hanlon


Dice el Principio de Hanlon que nunca le atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez. Aunque hay que ser muy flexible a la hora de interpretar este principio y no torcer la nariz cuando se trata de la famosa película del Profeta. Hasta ahora se sabe, al menos públicamente, que un inexistente director judío reunió un capital procedente de inversores, también judíos, aunque en otras versiones los responsables son coptos (cristianos egipcios). Bien, reunida la pasta, los actores, el equipo técnico y la dirección, es decir, veinte y la madre, (vamos, como para pasar desapercibidos y no dejar ningún rastro), se fueron a algún lugar tranquilo a rodar la película, que una vez terminada y montada fue proyectada en un cine. Hasta aquí la historia de cualquier producción de bajo presupuesto y peor calidad de las cientos que se realizan cada año, incluso alguna la podemos llegar a padecer en televisión. Lo extraño y lo que transforma lo que hasta ese momento era una ridícula e insultante farsa en un peligroso juego político, comienza cuando esta película es subtitulada y colgada en internet, teniendo una difusión inaudita y unas consecuencias previsibles.

 Me cuesta mucho aceptar que esto es el resultado de una gamberrada. Quizá la película sí que lo fuera (solo quizá), pero lo que está claro es que quien se tomó la molestia de subtitularla y colgarla no solo sabía perfectamente lo que hacía, sino que también como mínimo debió intuir que las imágenes y su explicación no sentarían nada bien a la comunidad musulmana. El resultado, una ola de violencia antiamericana y antioccidental difícil de recordar, embajadas asaltadas, pasividad de algunas autoridades locales, un embajador estadounidense muerto y todo ello en plena campaña presidencial. Demasiadas casualidades como para no recordar el precio que tuvo que pagar el presidente Carter con el asalto de la Embajada de los EEUU en Teherán y el posterior secuestro de su personal.

Vale, es cierto que los EEUU durante el mandato de Bush se cubrieron de gloria, y que Guantánamo sigue abierto por el bloqueo que los republicanos han ejercido en el Congreso, pero pese a todo esto debemos reconocer que Obama ha tratado de reducir el conflicto con los países musulmanes y enterrar, como política de estado, la nefasta teoría del choque de civilizaciones. Incluso el más recalcitrante antiamericano, deberá reconocer que es injusto que una nación sufra las consecuencias de las acciones de unos “particulares” de incierto origen y profesión. Seguramente la ola de violencia se está extendiendo gracias al resentimiento, la incitación y la pasividad de unas autoridades, políticas o religiosas, que prefieren que la frustración de sus pueblos queme embajadas ajenas antes que palacios propios. Sea como fuere tengo la extraña sensación de que todo este asunto tiene más de conspiración que de estupidez. Y como en toda novela negra, buena o mala, la primera pregunta que se hace el detective ante un crimen es preguntarse quién se beneficia de él. Desde luego Obama no.

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