viernes, 9 de mayo de 2008

Crónicas de un marciano perplejo

El último que apague la luz

Ángel Acebes abandona precipitadamente la primera secretaría del PP, puede que las ofertas de empleo de quinientos mil euros anuales tengan fecha de vencimiento y no quiera llegar tarde al reparto de jubilaciones doradas. Quizá sus motivos sean otros. Como animal político que es, puede pretender con esta maniobra acabar con el juego de ambigüedad de Rajoy, una forma de obligarle a mostrar sus cartas, a poner nombre a los cargos. Es imposible definir una estrategia de oposición si no sabes a quién oponerte, es imposible sumar descontentos si no se conoce ni su número ni sus nombres.

¿Justicia para quién?

Doscientas setenta mil sentencias están pendientes de ejecutarse en nuestro país. Nuestra constitución eliminó la pena de muerte, incluso los militares, tan dados a subir la moral de los soldados fusilando a unos cuantos cuando las cosas vienen mal dadas, optaron también por eliminarla de su código. En cambio la ineficiencia de la justicia puede estar condenando a muerte a muchas personas. Quizá la justicia puede permitirse el lujo de tomarse las cosas con tranquilidad, pero hay verdugos sueltos que no entienden de ineficiencias en el cumplimiento de sus amenazas. Hay inocentes atrapados en cárceles de miedo mientras el condenado permanece libre y al acecho.

La alternativa del diablo
Entre ochenta y cien mil personas fallecidas en Myanmar. Seguramente son muchas más, los militares aferrados a la opacidad impiden conocer el número exacto. Estos aceptan la ayuda, pero sólo si no incluye testigos, y como elemento de fuerza, para que sepamos que van en serio, tienen cientos de miles de rehenes que si no reciben esta ayuda inmediatamente morirán de hambre o cólera.
Difícil decisión para la comunidad internacional, si no acepta, muchos miles pueden lamentarlo. Si acepta y no controlan la distribución de esta ayuda, posiblemente no llegue a quien la necesita si no sólo a quien pueda pagarla. La junta militar birmana, como todas, no se distingue precisamente por su integridad, ni por su ecuanimidad. Empeñada como está en reprimir a la oposición y a las minorías étnicas, para estos uniformados, el tifón puede ser maná del cielo y la ayuda internacional una oportunidad de hacer negocio mientras practican política de exterminio.

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