lunes, 5 de mayo de 2008

Silencio

Un padre encerró a su hija en un sótano durante veinte años, tuvo con ella siete hijos y nadie nunca notó nada inusual. Extraño país Austria, sus cumbres tienen la virtud de apagar los gritos de las víctimas, da igual de donde procedan, de un sótano o un campo de concentración nazi. Estos austriacos nunca oyen nada.
Una mujer sufre palizas y nunca nadie oye nada. El volumen del televisor apaga cualquier grito y el efecto es mucho más intenso si estamos viendo una película de terror, ya que los gritos de miedo suelen acoplarse y los golpes acompasarse haciendo imposible diferenciar la realidad de la ficción. Entonces, cuando el torturador acaba transformado en verdugo nadie comprende como una persona tan normal pudo disimular la bestia que llevaba dentro y a muchos nos cuesta entender que esa metamorfosis pudiera realizarse en silencio. Extraño país el nuestro, algunos sólo recuperan el oído en los funerales.
*Edvard Munch. Weeping Nude. 1913

1 comentario:

Fuentenebro dijo...

Parece que a todos se nos eriza el vello al leer noticias de este tipo, a todos se nos abre un agujero sin fondo en la boca del estómago...pero seguimos adelante condenando a estos austriacos, en lugar de mirarnos un poco el ombligo.
Hace quince años,no es mucho aunque pueda decir que fue el siglo pasado, en Almería me contaban (entre risas cómplices y bromitas), cómo en los pueblos de plástico comprabas una mujer, joven y rusa, por un millón de pesetas.
Y era tuya...te la llevabas a casa para siempre(nunca me dijeron si te la envolvían en papel de regalo)
Las buenas gentes lo veían curioso, gracioso incluso, y cuando no pude aguantar un par de lagrimones, todos se burlaron, con cariño, de la "niña" del norte que no entendía nada de la vida.
Y a mí se me quedó una cicatriz pequeñita...