domingo, 29 de junio de 2008

Drogas o el sucedáneo de la vida

Medio millón de jóvenes asegura haber fumado un porro en el último mes. La información no aclara si estos jóvenes se tragaban el humo. Excusas aparte, la realidad es que nuestra sociedad tiene un serio problema con el consumo de drogas. Sus jóvenes y no tan jóvenes recurren con más frecuencia a esos paraísos artificiales que casi siempre son la antesala del infierno.
Las consecuencias nos preocupan sólo cuando alteran nuestras normas sociales, la tranquilidad de nuestras vidas. Las drogas solo empiezan a ser incómodas cuando generan problemas de seguridad. Pero si los consumidores permanecen ocultos y son capaces de sufragarse el viaje al infierno sin molestar a nadie, miramos en otra dirección. Quizá ese sea parte del drama de estos jóvenes, empiezan a consumirse entre el silencio, la indiferencia y la abundancia. El desinterés hacia nuestros semejantes, el vacío y distancia que lo cotidiano va creando entre los individuos puede explicar muchos de esos viajes al desastre personal.
Nuestros jóvenes se encuentran desprovistos de la compañía y el compromiso de quienes tendrían que estar a su lado. Algunos adultos ante la aparente imposibilidad de encontrar ilusiones en un sistema que nos reduce al binomio productor-consumidor que nos deja sin instrumentos para encarar o comprender la vida, optan por flotar y dejarse llevar por la marea. Así es sencillo ser tentado por algo que si bien no explica la vida, parece aliviarla.
Ya lo establecía con meridiana claridad el antiguo Estatuto de los Trabajadores: “El alcoholismo y la toxicomanía habitual sólo son causa de despido si redundan de forma negativa en el trabajo”. Lo demás parece que da igual, mientras finjamos cumplir con nuestras obligaciones nada es importante. Incluso la salud de los individuos, la del cuerpo y la del alma.

1 comentario:

Bebita dijo...

En el área de los afectos te nutrís de bastante calidez. Despertás una inédita y muy efectiva inspiración superior en mí.