jueves, 19 de noviembre de 2009

Piratas y mercenarios

Si alguien pensaba que la piratería era un anacronismo y los piratas unos personajes de ficción, algo rudos pero de naturaleza esencialmente simpática, que se pasaban la vida abordando barcos, enterrando botines en islas desiertas o gastándoselos en meretrices y alcohol deberían repasar sus fuentes. Estos tipos y sus primos hermanos, los corsarios, siempre estuvieron rodeados de un halo de romanticismo posiblemente inmerecido y fruto de la imaginación de escritores que pretendieron ver en ellos a los representantes de la resistencia contra la tiranía o ejemplos de libertad individual en tiempos en los ésta era un bien escaso. Y si alguna vez esto fue así, que lo dudo, de eso hace ya mucho tiempo. Los piratas modernos no están para muchas aventuras, van a por faena y a por la pasta, sin tomarse demasiadas molestias en componer el gesto o disimular sus acciones cuando posan para la posterioridad. Posiblemente si un escritor les pidiera una entrevista o quisiera inspirarse en ellos para escribir una novela, acabaría secuestrado o silenciado. Así que sin juglares que transformen los actos mezquinos y miserables en gestos heroicos, la piratería ha quedado reducida a lo que siempre fue, una actividad delictiva muy lucrativa, protagonizada por individuos extremadamente violentos y con muy pocos escrúpulos a la hora de apretar el gatillo.

Una vez aclarado que los piratas no son hermanitas de la caridad, que suelen amenazar con armas de verdad y secuestrar a cualquier occidental al que pueden echar mano, me gustaría saber quién fue el listo que ordenó al Alakrana, contraviniendo las recomendaciones de la armada, abandonar una zona segura y dirigirse a un sector de riesgos evidentes pero de pesca más abundante. Y ciertamente lo era, los piratas pescaron a varias decenas de marineros españoles. Conocer a los responsables de tan atinada orden no solo nos permitiría exigir que compensaran los gastos generados por la operación de rescate, sino también conocer sus motivaciones. Saber si estas fueron solo de carácter económico o si una decisión tan manifiestamente absurda fue un error de cálculo o una forma de utilizar a unos trabajadores como carne de secuestro y forzar al gobierno a tomar decisiones o a compañías de seguros a pagar indemnizaciones. Lo sé tengo el cerebro podrido pero es que no creo en la casualidad y sí en la causalidad.

Al final los armadores creen que la respuesta a todas sus necesidades es embarcar mercenarios. Tipos tan despreciables como los piratas. Y que así estos abandonaran sus carreras delictivas y volverán a sus terruños a disfrutar del botín, impresionados por el despliegue paramilitar de nuestros pesqueros. Aunque también cabe la posibilidad de que los piratas, antes de abandonar y resignarse a perder una manera rápida y sencilla de enriquecerse, quieran introducir algunos cambios en la potencia de sus armas, en la rapidez de sus embarcaciones o incluso en sus tácticas, para anular la presencia de los mercenarios. A lo mejor incluso, lo que hasta ahora eran abordajes incruentos acaben convertidos en asaltos violentos y sangrientos. Y quizá a los mercenarios les paguen por encajar balas, pero a los marineros no, y si alguien se pregunta contra quien dirigirán sus armas los piratas, si contra mercenarios bien entrenados y atrincherados en el castillo de proa o contra marineros asustados y desarmados, se está haciendo la pregunta correcta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todas las realidades tienen más de una cara..

http://www.diagonalperiodico.net/Una-vision-distinta-de-los-piratas.html

Facundo r dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.