miércoles, 27 de abril de 2011

De dónde viene el olor


Debemos reconocer que las crisis son enojosas, producen pobreza, miseria y gente deambulando por calles y plazas sin aparentemente ningún objetivo en esta vida, salvo el de encontrar, al caer la noche, un lugar donde dormir. Esas personas, que dicho sea de paso parecen no sentir la necesidad de tomar un baño, nos estropean el paisaje. Por eso es necesario sacarlas de la calle, ocultarlas a la vista de las delicadas pupilas de la gente de bien. Esos que tuercen el morro con tanta elegancia cuando son testigos de que un idílico rincón de un ordenado y aseado parque se ha transformado en un refugio de indeseables. Mendigos y prostitutas deben desaparecer de nuestra vista y como es imposible que se hagan invisibles, la única solución que queda es la de expulsarlos de la vía pública, no vaya a ser que las personas de bien, las de verdad, no las de gestos elegantes y nariz delicada, empiecen a preguntarse porqué las cosas van tan mal para tantos.

Expulsemos a esos desgraciados antes de que la compasión y la solidaridad con los desfavorecidos lleve a los ciudadanos a exigir cambios, antes de que se pregunten porqué se multa a la puta y no se persigue al chulo que la explota, ni al abogado que blanquea el dinero, ni al banco que da refugio a los beneficios. Vamos a trasladar lejos a los mendigos, a establecer turnos en los bancos de alimentos antes de que alguien comience a indignarse de verdad y se sienta tentado a exigir responsabilidades a unos políticos que se muestran exigentes y exquisitos respecto a la limpieza de las calles, mientras llenan sus listas electorales de corruptos. Hagámoslo ya, no vaya a ser que descubran que un traje y una corbata no transforman a un canalla en una persona honrada, antes de que apaguen los televisores y empiecen a preguntarse de dónde viene el olor a mierda.

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