jueves, 14 de abril de 2011

Miradas

Debo reconocer que soy un absoluto desastre para recordar nombres y fechas, los olvido con excesiva facilidad. Y esta carencia, pese a tener alguna ventaja, ha sido razón de reproches bien motivados y casi siempre justificados. En cambio hay algo que nunca he podido olvidar, ni siquiera cuando esa era mi intención, recuerdo casi todas las miradas, son las huellas digitales de momentos y personas. Supongo que todo esto es el resultado de un consejo que alguien me dio hace mucho tiempo, y fue que desconfiara de quien no era capaz de mirarme a los ojos. Con los años he tratado de buscar los matices a esa afirmación, tratando de diferenciar, a veces sin éxito, la timidez de la emboscada o el aprecio del desprecio.

Supongo que he ido construyendo un catálogo de instantes, y también de seducciones, sobre el efímero destello de las miradas. Éstas se han ido transformando en el hilo conductor de las narraciones, en el instrumento de coherencia cuando las palabras y los gestos no eran suficientes, y al final se convirtieron en el lugar donde residen algunos recuerdos. Quizá por esto no olvidaré a esa mujer, la esposa del ex presidente de Costa de Marfil, rodeada de unos energúmenos que posaban con ella como si fuera un trofeo. El miedo y el desconcierto en su mirada me obligaran a recordarla durante mucho tiempo. No sé el tipo de persona que es, ni me importa, solo sé que en esos países las guerras no entienden de convenciones, ni diferencian entre civiles o militares y que su futuro, como mínimo, será incierto.

Me pregunto cuántas miradas de miedo han desaparecido y desaparecerán engullidas en el anonimato, absorbidas por los ojos de sus verdugos, diluidas en las opiniones de esos animales que aún consideran que puede existir una justificación para matar a un semejante. Siempre he deseado saber a dónde irán las miradas perdidas, el brillo desatendido y la súplica de las mujeres maltratadas.

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