viernes, 8 de abril de 2011

Revoluciones, revueltas y motines


Un periodista en un interesante artículo afirmaba sin demasiados circunloquios que si los ricos no empezaban a pagar impuestos, nos veríamos abocados a una “revolución” social, resultado de la presión que se está ejerciendo sobre los ciudadanos de los países desarrollados. Sostiene este periodista que lo ocurrido en el norte de África podía ser el preámbulo de un proceso mucho más extenso y profundo. No sé si el término revolución es el más adecuado, lo cierto es que existe un estado de indignación latente, expresada en las derrotas de los partidos gobernantes y en el auge de movimientos de extrema derecha, que comienza a tomar forma, siendo inevitable que en algún momento se produzca un estallido social que tenga un efecto contagioso. Ni siquiera Francia y Alemania, que parecen estar saliendo de la recesión, están al margen de esta insatisfacción ciudadana, posible indicador de que los ciudadanos ya no se dejan engañar por unas optimistas cifras macroeconómicas que en realidad esconden su progresivo empobrecimiento.


La precariedad laboral, el recorte de derechos sociales, la desigualdad fiscal que beneficia a las rentas más altas y al capital financiero, haciendo recaer el esfuerzo fiscal en los asalariados y las pequeñas empresas, son políticas comunes que pretenden eliminar el gran pacto keynesiano creando un nuevo paradigma económico. El peor enemigo de este capitalismo de casino, asilvestrado y ruin es él mismo. No necesita inventarse amenazas, su propia codicia y cinismo son los agentes que socavan sus bases. Los argumentos apocalípticos, las razones de imperiosa necesidad para salvar nuestro bienestar están siendo cuestionadas por los hechos. Es complicado convencer a los ciudadanos de lo inevitable de los recortes alegando la necesidad de ahorrar cuando el Ecofin (Consejo de asuntos económicos y financieros de la UE) ya ha advertido a los estados que tengan preparados nuevos planes de ayuda, con fondos públicos, para los bancos que suspendan las pruebas de estrés. Es imposible exigir contención salarial a la inmensa mayoría de los trabajadores cuando el Foro de Davos denuncia (¡menuda jeta!) que el 65% de los incrementos salariales se están concentrando en el 1% de los trabajadores (ejecutivos de multinacionales, banqueros y demás gente de mal vivir).


Lo cierto es que se está acumulando una tensión que difícilmente será digerida por los pueblos sin que se acaben produciendo estallidos sociales. La diferencia entre pobres y ricos, incluso en nuestro entorno, empieza a ser lo suficientemente obscena como para acabar pasando factura. No sé si esto acabará en revoluciones, rebeliones, revueltas o motines, solo estoy seguro de que si el proletariado fue en el discurso marxista el motor revolucionario durante el siglo XIX y XX, en este inicio de siglo XXI lo será una clase media proletarizada, empobrecida y desposeída de sus derechos. Esperemos que esta tensión pueda ser canalizada, recuperando un acuerdo que fortalezca la cohesión social y una redistribución de las rentas y las cargas fiscales más equitativas, no podemos olvidar que algunos historiadores consideran que la Gran Depresión de 1929 terminó en 1945.
http://www.elpais.com/articulo/economia/ricos/pagan/impuestos/enfrentaran/revolucion/elpepueco/20110404elpepueco_14/Tes

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