miércoles, 1 de junio de 2011

Guárdate de sus pretorianos

El viernes pasado el “establishment” reaccionó ante el reto que supone el movimiento quince de mayo. Mientras fueron cautivos de las elecciones municipales, las autoridades catalanas permanecieron impasibles. Pero una vez superado el trámite, liberados de la posibilidad de que una intervención policial influyera en el resultado electoral, pasaron a la acción, y lo hicieron con la discreción de una banda de música en un velatorio. Supongo que antes de tomar esta decisión las grandes mentes, custodias de nuestro bienestar, pensaron que el movimiento sería de vida breve y sus subversivas reivindicaciones tendrían poco porvenir. No fue así, los ciudadanos acampados en las diferentes plazas dieron muestras de una persistencia inesperada. Y el juicio fue tan errado porque se realizó desde el desprecio, infravalorando la tenacidad del movimiento y por supuesto, el profundo arraigo de las razones en la conciencia colectiva.

Una vez despejada la incógnita electoral llegó el momento de ajustar cuentas y cuando la razón no acompaña, la única forma de doblegar la resistencia de una persona o colectivos es enviarles unos cuantos matones, enfundados en armaduras de keylar, y dispuestos, para eso les pagan, a repartir leches a cualquiera que se les cruzara en la línea recta que les habían trazado. Quien dio la orden de intervenir dejó muy claras las intenciones autorizando a los agentes a retirar de sus uniformes las placas que los identificaban. Y eso en alguien que lleva el rostro oculto no solo es una garantía de impunidad, sino también una invitación a extralimitarse. Evidentemente el genio que mandó a sus pretorianos a calmar a la plebe de Roma, cometió un nuevo error, dio sus instrucciones pensando en términos analógicos, olvidando o ignorando que en este país hasta los niños de primaria llevan teléfonos móviles con cámaras fotográficas. Más tarde culpó a la prensa de la propia desmedida, responsabilizándola de que solo se publicaron las fotos de la policía repartiendo candela. Extraña conspiración incluso de los medios de comunicación afines ideológicamente, los cuales, muy arteramente, ignoraron la brutalidad de los manifestantes, esos salvajes entrenados en los mejores cuerpos especiales, capaces de convertir sus manos en armas mortales, hiriendo a treinta y cuatro agentes sin necesidad de levantarse del suelo o mientras huían de los golpes.

Evidentemente esta narración de los hechos puede ser considerada además de ridícula, incierta, y nos recuerda a los trabajadores voladores, llamados así porque durante el franquismo la policía siempre disparaba al aire e invariablemente, algún manifestante resultaba herido o muerto. La actuación policial ha sido un toque de atención, no solo a aquellos ciudadanos que se sienten fuera del sistema por convicción o simplemente porque están siendo expulsados del mismo, sino también una advertencia a futuras manifestaciones. El otoño se prevé muy caliente, los recortes en sanidad y educación, anticipan importantes movilizaciones ciudadanas, que si bien electoralmente pueden no tener un efecto inmediato, si pueden debilitar a un gobierno en minoría y que éste necesite recurrir al apoyo del PP (algo que en Cataluña puede provocar una epidemia de sarampión). Esa es la promesa de Felip Puig y de la Cataluña miope y complacida con sus pequeñas y mediocres parcelas de satisfacción. Quien salga a la calle a defender sus legítimos derechos deberá guardarse de unos pretorianos, sin placas de identificación, dispuestos a denunciarte si les salta la pintura de la porra cuando te golpean.

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