jueves, 6 de octubre de 2011

Muerte a las bacterias

El otro día, de forma accidental, tuve la oportunidad de ver un anuncio donde una señorita con una sonrisa perfecta se dejaba explorar la dentadura con un aparato que presuntamente coloreaba las zonas de su boca ocupadas por bacterias. En la siguiente escena, después de utilizar un dentífrico concreto, todas las manchas que indicaban la presencia de bacterias habían desaparecido y tan contenta afirmó que desde ese día siempre utilizaría ese producto. En ese momento pensé: "Pues nada bonita, tú elimínalas de tu boca, que el espacio que dejen será colonizado por la Candida". Entonces sí que tendrás razones para preocuparte de verdad. Inmediatamente pasaron a mostrar un coche con una mujer espectacular en su interior. Eso me hizo recordar que un día de estos tenía que pasar por el concesionario a reclamar la rubia despampanante que olvidaron incluir cuando lo compré. Claro que, haciendo memoria, reparé en que mi coche se anunciaba con una familia al completo, perro incluido, y decidí que mejor dejaba la reclamación para más adelante.

Así que regresé a reflexionar sobre esa publicidad, cada vez más frecuente, que parece haberle declarado la guerra a las bacterias. Desinfectantes para suelos e inodoros, enjuagues bucales y chicles que prometen eliminar todas las bacterias y dejarnos las tripas tan brillantes y desinfectadas como el suelo de nuestro cuarto de baño. Evidentemente, a estos señores, que les pagan por vendernos los productos más inverosímiles les trae sin cuidado que el Homo Sapiens haya convivido durante más de doscientos mil años con esas bacterias y que posiblemente sean tan imprescindibles para nuestra existencia como el respirar. Seguramente desprecian la “teoría de la higiene”, que relaciona alergias y enfermedades autoinmunes con una excesiva limpieza, o el eccema urbano que afecta a muchos bebes como resultado del abuso en la utilización de productos de baño.

Lo preocupante de este proceso es que parecemos empeñados en transformarnos en seres de plástico que rechazan sus funciones vitales y el olor de sus cuerpos. Hasta el punto de que si alguien nos garantizara que tiene un artículo que hará que nuestras heces tengan forma de pétalos de rosas y huelan como tales, algunas personas estarían dispuestas a tragárselo, aunque eso les pudiera perforar el intestino. Evidentemente que la higiene es imprescindible, pero en su nombre hace ya tiempo que superamos el absurdo, hasta el punto de que podemos estar poniendo nuestra salud en peligro. Lo curioso es que nos obsesionamos con el exterminio de cualquier bacteria y en cambio, el porcentaje de casos de cáncer de garganta, provocados por el virus del papiloma humano, se han incrementado de forma espectacular desde el año 1984. Y la verdad, esto no me cuadra, tanta preocupación por no sudar, porque nuestro aliento tenga el aroma de las fresas y luego, a la hora de la verdad, algunas personas se llevan cualquier cosa a la boca, sin haberla limpiado antes.

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