martes, 11 de octubre de 2011

Síndrome de Hybris

Un ex directivo de la SGAE que se había fundido cuarenta mil euros en putas de lujo. Alegaba en su defensa que la sociedad no prohibió el uso de las tarjetas de crédito para gastos personales. Supongo que la otra directiva que se gastó la pasta en lencería o el que hizo lo propio en viajes y hoteles de lujo, pensaba de la misma manera. Lo mismo podemos decir de los directivos de la CAM que se concedieron créditos blandos y pensiones escandalosas, o los de Nova Caixa que se asignaron indemnizaciones millonarias mientras sus respectivas entidades hacían aguas.

Resulta que esos tipos que pregonan sobre la austeridad o el sacrificio, que equipararon los derechos de autor a la virginidad de una Vestal, a la hora de la verdad, se comportaron (presuntamente) como unos desenfrenados saqueadores, totalmente fuera de control, que ni se molestaron en disimular sus pagos y andanzas. Ésta es una de las cuestiones, ¿cómo es posible que unas personas inteligentes (presuntamente), cometieran sus delitos con una transparencia que provocarían la carcajada de cualquier profesional del atraco o del robo con escalo?

Lamentablemente la respuesta es de una obviedad y sencillez descorazonadora. Estos señores, como sus colegas descritos en el documental Inside Job, pensaron que el mundo era suyo, que el dinero les pertenecía y que su estado natural era la impunidad. Lamentablemente los hechos parecen darles la razón. Los jubilados perdieron sus pensiones, las familias sus ahorros y los trabajadores sus empleos, sin embargo, ellos, por no perder no perdieron ni la vergüenza. En el peor de los casos sufrieron leves amonestaciones morales que encajaron con sorpresa y una soberbia mal disimulada, que revelaba un nulo propósito de enmienda.

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