El dueño pagó una recompensa de cinco dólares. Louie pensó que ya le daría a George un dólar un día de estos. No iba a creerlo, pero qué demonios. Entre canallas andaba el juego, y la cancha era de barro. Cada cual que agarre lo que pueda.
John Steinbeck. El autobús perdido.
Algunos organismos parecen incluir el cinismo entre sus principios fundacionales y operativos. Según el FMI el actual incremento del precio de los alimentos puede provocar que cien millones de personas puedan volver a pasar hambre, desapareciendo de esta manera todos los avances logrados en estos últimos años. Esto lo dicen convencidos de la bondad de sus recetas económicas y financieras, como si sus consejos fueran la fórmula magistral para rescatar a millones de seres humanos de sus miserables condiciones de vida.
Suponiendo que esto es así, que es mucho suponer, cien millones de personas en un planeta con seis mil millones de habitantes, no es un éxito como para tirar cohetes, yo más bien diría que es un resultado bastante discreto, por no decir ridículo. Lo realmente increíble y milagroso es que cien millones de personas, muy a pesar de sus recetas económicas hayan logrado sacar un poco la cabeza del pozo de miseria en el que se encontraban y lo han logrado no precisamente gracias al interés que el FMI suele poner en las personas, sino exclusivamente gracias a su esfuerzo y sacrificio, porque desde luego esta institución junto con su hermano de correrías, el Banco Mundial, no les han puesto nada fáciles las cosas.
John Steinbeck. El autobús perdido.
Algunos organismos parecen incluir el cinismo entre sus principios fundacionales y operativos. Según el FMI el actual incremento del precio de los alimentos puede provocar que cien millones de personas puedan volver a pasar hambre, desapareciendo de esta manera todos los avances logrados en estos últimos años. Esto lo dicen convencidos de la bondad de sus recetas económicas y financieras, como si sus consejos fueran la fórmula magistral para rescatar a millones de seres humanos de sus miserables condiciones de vida.
Suponiendo que esto es así, que es mucho suponer, cien millones de personas en un planeta con seis mil millones de habitantes, no es un éxito como para tirar cohetes, yo más bien diría que es un resultado bastante discreto, por no decir ridículo. Lo realmente increíble y milagroso es que cien millones de personas, muy a pesar de sus recetas económicas hayan logrado sacar un poco la cabeza del pozo de miseria en el que se encontraban y lo han logrado no precisamente gracias al interés que el FMI suele poner en las personas, sino exclusivamente gracias a su esfuerzo y sacrificio, porque desde luego esta institución junto con su hermano de correrías, el Banco Mundial, no les han puesto nada fáciles las cosas.
Su declaración señala a los biocombustibles como principales responsables del incremento de precios de los cereales. Esto es sólo una verdad a medias. En el caso del maíz seguramente es así, pero el cereal que más ha incrementado su precio ha sido el arroz y de este que yo sepa, el único alcohol que se obtiene es el “sake”. En esta lógica, sin ser economista, puedo anticipar que la cebada también sufrirá incrementos espectaculares. Mucho “sake” y cerveza tendremos que beber para poder creer en la "versión oficial" de los representantes del FMI. Porque algo huele a podrido en el reino de las finanzas cuando unos días después de estas declaraciones, el representante de una petrolera, insiste públicamente en las maldades de los biocombustibles.
En su afán clarificador o exculpatorio, "los chicos del Fondo" olvidaron mencionar otras posibles causas no tan coyunturales ni pasajeras como ellos han pretendido darnos a entender. No mencionaron como los productos agrícolas de la UE y de los EEUU, fuertemente subvencionados, han inundado los mercados de países del tercer mundo, llevando a la ruina a miles de agricultores que han ido abandonando sus tierras imposibilitados de competir con estos productos. Tampoco mencionaron que muchas tierras de cultivo han desaparecido engullidas por la industrialización y no lo explicaron porque estos factores complican mucho volver a una situación de normalidad y sólo dejan como resultado final incrementar la fragilidad de nuestros suministros alimenticios, una producción limitada a unos pocos países cuyos resultados agrícolas condicionarán el precio en todo el mercado mundial y esto sólo es una buena noticia para los intermediarios, para el resto de los seres humanos sólo es garantía de futuras dificultades.
Pero el colmo del cinismo es exigir a los gobiernos que pongan solución a las posibles hambrunas, que hagan frente a esta carestía con sus recursos. Ellos, los adalides del estado mínimo, defensores a ultranza de la mínima intervención del estado en los asuntos económicos, exigen ahora su intervención y no parecen hacerlo por razones de carácter humanitario, sino para evitar que las revueltas pongan en riesgo las inversiones y que los incrementos en el precio de los alimentos se transformen en reivindicaciones de carácter salarial que acaben con el "chollo" de la producción de bajo coste.
Para este neoliberalismo todo es flexible: los salarios, los empleos, las personas, incluso sus propios principios, todo menos los beneficios y hablando de estos, sería interesante saber que parte de responsabilidad ha tenido este capitalismo, impaciente y devastador, en el incremento del precio de los alimentos y del petróleo, porque tanta obsesión por obtener altas y rápidas rentabilidades pueden haber tentado a más de uno a especular.
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