No sé si en las próximas olimpiadas se batirán muchos records, pero si sigue la tónica de las declaraciones de algunos miembros del COI, estas serán sin duda unas olimpiadas que harán historia.
La última perla la ha puesto el hijo de un antiguo miembro del COI, y esto demuestra que la herencia puede garantizar el puesto, pero no las cualidades necesarias para desempeñarlo. Este heredero, no ha tenido el más mínimo problema al afirmar que la presencia de los políticos es irrelevante en la inauguración de los juegos olímpicos. Para ello ha puesto como ejemplo al Sr. Sarkozy, el cuál dicho sea de paso no es santo de mi devoción, pero independientemente de mis preferencias, ha sido escogido por los ciudadanos franceses y mientras él o cualquier otro sean representantes de la soberanía popular, deberían ser tratados con mucho más respeto. Si bien las chulerías de algunos hacen unos titulares espectaculares, no ayudan mucho a que la imagen del COI ni la de sus representantes mejore, y en cambio, contribuyen, y mucho, a que los ciudadanos nos preguntemos qué clase de gente dirige el deporte y en qué apartado lugar de la luna toman sus decisiones.
Cuando miles de ciudadanos mostramos nuestra indignación por la violación sistemática y permanente de los derechos humanos; cuando manifestamos nuestro rechazo a que un estado sea premiado con unos juegos olímpicos por disparar a ciudadanos que se manifiestan (salvo que el “tiro al disidente” sea deporte de exhibición en estos juegos), se nos acusa de “politizar” el deporte, como si esta palabra pudiera exorcizar todos los demonios de su irresponsabilidad, al tiempo que silencian la protesta. Como si politizar fuera un insulto, como si ejercer el derecho a la libertad de expresión y manifestación fuera la quintaesencia de la miseria humana. Puede que para algunos tan poco acostumbrados a la transparencia y a ser agasajados mientras toman sus decisiones, estas protestas puedan resultarles incómodas, e incluso inoportunas. Pero los únicos que insultan son aquellos que corrompen el espíritu olímpico y ya de paso el de la dignidad humana, premiando a una dictadura sólo por ser rentable, sólo porque el sonido de la caja registradora apaga el ruido de botas y fusiles. Esto sí que es un insulto y un mensaje miserable al tiempo que alentador para otras dictaduras individuales o colegiadas.
Lo verdaderamente deportivo en este momento, sería dar una explicación de cómo un estado con una larga tradición de represión política fue designado sede olímpica, incluso cuando los altos niveles de contaminación atmosférica desaconsejaban esta elección. Sólo esperamos que los miembros del COI, haciendo alarde de su manifiesto espíritu deportivo superen todas nuestras expectativas en cuanto al número de dimisiones. Lo tienen fácil, no esperamos ni una.
La última perla la ha puesto el hijo de un antiguo miembro del COI, y esto demuestra que la herencia puede garantizar el puesto, pero no las cualidades necesarias para desempeñarlo. Este heredero, no ha tenido el más mínimo problema al afirmar que la presencia de los políticos es irrelevante en la inauguración de los juegos olímpicos. Para ello ha puesto como ejemplo al Sr. Sarkozy, el cuál dicho sea de paso no es santo de mi devoción, pero independientemente de mis preferencias, ha sido escogido por los ciudadanos franceses y mientras él o cualquier otro sean representantes de la soberanía popular, deberían ser tratados con mucho más respeto. Si bien las chulerías de algunos hacen unos titulares espectaculares, no ayudan mucho a que la imagen del COI ni la de sus representantes mejore, y en cambio, contribuyen, y mucho, a que los ciudadanos nos preguntemos qué clase de gente dirige el deporte y en qué apartado lugar de la luna toman sus decisiones.
Cuando miles de ciudadanos mostramos nuestra indignación por la violación sistemática y permanente de los derechos humanos; cuando manifestamos nuestro rechazo a que un estado sea premiado con unos juegos olímpicos por disparar a ciudadanos que se manifiestan (salvo que el “tiro al disidente” sea deporte de exhibición en estos juegos), se nos acusa de “politizar” el deporte, como si esta palabra pudiera exorcizar todos los demonios de su irresponsabilidad, al tiempo que silencian la protesta. Como si politizar fuera un insulto, como si ejercer el derecho a la libertad de expresión y manifestación fuera la quintaesencia de la miseria humana. Puede que para algunos tan poco acostumbrados a la transparencia y a ser agasajados mientras toman sus decisiones, estas protestas puedan resultarles incómodas, e incluso inoportunas. Pero los únicos que insultan son aquellos que corrompen el espíritu olímpico y ya de paso el de la dignidad humana, premiando a una dictadura sólo por ser rentable, sólo porque el sonido de la caja registradora apaga el ruido de botas y fusiles. Esto sí que es un insulto y un mensaje miserable al tiempo que alentador para otras dictaduras individuales o colegiadas.
Lo verdaderamente deportivo en este momento, sería dar una explicación de cómo un estado con una larga tradición de represión política fue designado sede olímpica, incluso cuando los altos niveles de contaminación atmosférica desaconsejaban esta elección. Sólo esperamos que los miembros del COI, haciendo alarde de su manifiesto espíritu deportivo superen todas nuestras expectativas en cuanto al número de dimisiones. Lo tienen fácil, no esperamos ni una.
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