Las nuevas tecnologías acuden en ayuda de los estudiantes, no precisamente para estudiar, sino para copiar. La vieja chuleta ha dado paso al equipamiento de James Bond. No tengo nada contra las copias esporádicas, todos en algún momento de nuestra vida de estudiantes hemos mirado a un compañero buscando la inspiración ante preguntas incomprensibles. Todos hemos necesitado consejos y siempre he sido partidario de recurrir a consejeros cuando las cosas se complican.
El problema son los copiones profesionales, aquellos acostumbrados a no dar palo en el agua durante toda la carrera. Excelsos maestros en el arte de ingeniar maneras de poder aprobar sin estudiar. No es mi intención restar méritos a estos grandes actores que se pasan el tiempo interpretando el papel de estudiantes. Pero estos actos perjudican a sus compañeros de diferentes maneras: despreciando y depreciando su esfuerzo y en algunas ocasiones, contribuyendo a que pierdan la concentración durante el examen. Aún recuerdo con inquietud a una compañera subiéndose, pregunta a pregunta, la falda en busca de las respuestas anotadas en sus muslos. Lo que sí he olvidado es mi nota en aquel examen.
Una vez preguntaron a Tierno Galván el motivo por el cual no suspendía a los alumnos que sin ningún complejo copiaban ante sus narices. Él contestaba: “ya los suspenderá la vida”. Claro que eran otros tiempos, cuando parecía que las cosas aparte de dotes interpretativas requerían algún esfuerzo.
El problema son los copiones profesionales, aquellos acostumbrados a no dar palo en el agua durante toda la carrera. Excelsos maestros en el arte de ingeniar maneras de poder aprobar sin estudiar. No es mi intención restar méritos a estos grandes actores que se pasan el tiempo interpretando el papel de estudiantes. Pero estos actos perjudican a sus compañeros de diferentes maneras: despreciando y depreciando su esfuerzo y en algunas ocasiones, contribuyendo a que pierdan la concentración durante el examen. Aún recuerdo con inquietud a una compañera subiéndose, pregunta a pregunta, la falda en busca de las respuestas anotadas en sus muslos. Lo que sí he olvidado es mi nota en aquel examen.
Una vez preguntaron a Tierno Galván el motivo por el cual no suspendía a los alumnos que sin ningún complejo copiaban ante sus narices. Él contestaba: “ya los suspenderá la vida”. Claro que eran otros tiempos, cuando parecía que las cosas aparte de dotes interpretativas requerían algún esfuerzo.
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