
El problema son los copiones profesionales, aquellos acostumbrados a no dar palo en el agua durante toda la carrera. Excelsos maestros en el arte de ingeniar maneras de poder aprobar sin estudiar. No es mi intención restar méritos a estos grandes actores que se pasan el tiempo interpretando el papel de estudiantes. Pero estos actos perjudican a sus compañeros de diferentes maneras: despreciando y depreciando su esfuerzo y en algunas ocasiones, contribuyendo a que pierdan la concentración durante el examen. Aún recuerdo con inquietud a una compañera subiéndose, pregunta a pregunta, la falda en busca de las respuestas anotadas en sus muslos. Lo que sí he olvidado es mi nota en aquel examen.
Una vez preguntaron a Tierno Galván el motivo por el cual no suspendía a los alumnos que sin ningún complejo copiaban ante sus narices. Él contestaba: “ya los suspenderá la vida”. Claro que eran otros tiempos, cuando parecía que las cosas aparte de dotes interpretativas requerían algún esfuerzo.
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