Las compañías eléctricas exigen un aumento de entre un 20% o un 25% en el recibo de la luz. Evidentemente éste es un buen momento para plantearlo, todos somos conscientes del actual precio de los combustibles y la exigencia en estas circunstancias aparentemente parece justificada. Digo aparentemente porque los ejecutivos de estas compañías o tienen una visión distorsionada de nuestras posibilidades económicas o simplemente nos toman por idiotas.
Es cierto, el precio del petróleo sube sin parar, pero dudo mucho que estas compañías paguen el mismo precio que los particulares pagamos por el gasóleo y seguramente al comprarlo por barriles obtendrán algún tipo de descuento. Otro elemento a tener en consideración es que muchas de las plantas generadoras aún continúan funcionando con carbón. Y otras, las más modernas y también menos numerosas, las llamadas de ciclo combinado, utilizan gas natural. Estos dos últimos recursos seguramente hayan incrementado su precio, pero dudo mucho que haya sido tan espectacular como en el caso del petróleo y posiblemente los márgenes de negociación con los productores sean mucho más elevados que en el caso del petróleo.
Pero “la madre” de todos los argumentos utilizados es el elevado diferencial entre el coste de generación y el precio pagado por el consumidor. Esto podría ser cierto como también podría no serlo por dos razones. Una, no existe transparencia en el coste real de esta generación y dos, porque todos conocemos la predisposición de algunas compañías a hinchar sus costes y como la desconfianza cuando hay dinero por medio, es buena consejera, los consumidores tenemos sobrados motivos para actuar con prevención ante el “llanto lastimero” de estas compañías. Especialmente cuando se muestran tan mezquinas en los gastos de mantenimiento y seguridad de las centrales nucleares y tan pródigas en los sueldos e indemnizaciones de alguno de sus ejecutivos o consejeros.
Así que esta diferencia económica puede reflejar tanto una realidad como ser simplemente un “seguro financiero” o una subvención oculta, regalo de un gobierno del PP, para que las compañías tuvieran siempre un amplio margen de maniobra, una excusa permanente para proponer incrementos de precios a su conveniencia.
Los “tiempos felices” de derroche energético han dado paso a los tristes tiempos del ahorro. Los días que estas compañías estimulaban el consumo por ejemplo financiando instalaciones de climatización, son parte del pasado. Ahora, cuando la demanda de particulares y empresas se reduce, ellos pretenden continuar viviendo en su paraíso de altos consumos e ingresos al margen de la realidad del mercado. Como parece ser que mantener ese nivel de ingresos requeriría un esfuerzo imaginativo y de mejora de sus sistemas de gestión y producción que no pueden poner en práctica por falta de talento o voluntad, recurren al viejo truco de incrementar el precio para mantener constantes las ganancias. Una forma sencilla de contentar a sus accionistas, una manera simple de confirmar a los consumidores que los “costes” y sacrificios siempre electrocutan a los mismos.
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