Debemos reconocerlo, Rajoy es inasequible al desaliento, unas horas después de ganar las elecciones europeas, con una abstención cercana al 60% y por una diferencia de dos diputados, ya se siente, al fin, líder de su partido y por supuesto del país entero. ¿Realmente existe motivo para tanto entusiasmo? Para contestar a esta pregunta deberíamos abandonar los límites del ombligo del Sr. Rajoy, de su equipo político y sus querubines mediáticos para tratar de encontrar una perspectiva más amplia y menos interesada.
Rajoy siempre apostó por utilizar las elecciones europeas como instrumento para refrendar su liderazgo y este objetivo político ha condicionado el discurso electoral, que ha sido realizado en clave nacional, extendiendo de forma automática una victoria en las europeas a un futuro triunfo en España. Esta sencilla fórmula ha sido un eficaz acicate para que un electorado, tradicionalmente euroescéptico acudiera a las urnas. Lo que no está tan claro es porqué decidió regalar un triunfo electoral al sector más radicalizado del PP escogiendo a Mayor Oreja como cabeza de lista, en detrimento de otros candidatos con perfiles más moderados o de su confianza. Quizá fue la oportunidad para hacer desaparecer de la escena política a un personaje incómodo y ya de paso tratar de aislar a Esperanza Aguirre de quienes podrían ser, por naturaleza ideológica, sus aliados más probables.
Pero todo este andamiaje político no ha conseguido eliminar la vulnerabilidad del secretario general del PP, ya que su principal debilidad, la falta de arraigo territorial, persiste. A diferencia de Esperanza Aguirre que es “propietaria” de los votos obtenidos en Madrid, Mariano Rajoy vive de prestado. Su liderazgo y resultados electorales dependen de la lealtad de los barones regionales y esta necesidad le ha obligado a salir en defensa de personas implicadas en tramas corrupción. Y si bien sus fieles simpatizantes y entregados votantes comparten con él el juicio exculpatorio de las urnas, quizá el resto de ciudadanos tengan otra opinión diferente respecto al funcionamiento de la justicia y del auto otorgamiento de perdones.
Además si comparamos los resultados obtenidos por otros partidos conservadores en Europa, estén o no gobernando en sus respectivos países, podremos comprobar como las diferencias porcentuales respecto a los principales partidos socialistas europeos dejan en entredicho los 3,5 puntos logrados por Mariano Rajoy. Así que por mucho que se desgañiten desde calle Génova reclamando una futura victoria electoral, esta no está tan clara ni es tan previsible como pretenden hacernos creer. Ya se verá si las elecciones europeas marcan el inicio del año Mariano o solo son uno de esos chutes de adrenalina tan necesarios y habituales en política. A pesar de todo, si los chicos del PP quieren celebrar esta victoria por todo lo alto, que lo hagan, pero que no se olviden de invitar a Pirro, así la lista de triunfos y expectativas no solo estará completa, sino que también será realista.
Rajoy siempre apostó por utilizar las elecciones europeas como instrumento para refrendar su liderazgo y este objetivo político ha condicionado el discurso electoral, que ha sido realizado en clave nacional, extendiendo de forma automática una victoria en las europeas a un futuro triunfo en España. Esta sencilla fórmula ha sido un eficaz acicate para que un electorado, tradicionalmente euroescéptico acudiera a las urnas. Lo que no está tan claro es porqué decidió regalar un triunfo electoral al sector más radicalizado del PP escogiendo a Mayor Oreja como cabeza de lista, en detrimento de otros candidatos con perfiles más moderados o de su confianza. Quizá fue la oportunidad para hacer desaparecer de la escena política a un personaje incómodo y ya de paso tratar de aislar a Esperanza Aguirre de quienes podrían ser, por naturaleza ideológica, sus aliados más probables.
Pero todo este andamiaje político no ha conseguido eliminar la vulnerabilidad del secretario general del PP, ya que su principal debilidad, la falta de arraigo territorial, persiste. A diferencia de Esperanza Aguirre que es “propietaria” de los votos obtenidos en Madrid, Mariano Rajoy vive de prestado. Su liderazgo y resultados electorales dependen de la lealtad de los barones regionales y esta necesidad le ha obligado a salir en defensa de personas implicadas en tramas corrupción. Y si bien sus fieles simpatizantes y entregados votantes comparten con él el juicio exculpatorio de las urnas, quizá el resto de ciudadanos tengan otra opinión diferente respecto al funcionamiento de la justicia y del auto otorgamiento de perdones.
Además si comparamos los resultados obtenidos por otros partidos conservadores en Europa, estén o no gobernando en sus respectivos países, podremos comprobar como las diferencias porcentuales respecto a los principales partidos socialistas europeos dejan en entredicho los 3,5 puntos logrados por Mariano Rajoy. Así que por mucho que se desgañiten desde calle Génova reclamando una futura victoria electoral, esta no está tan clara ni es tan previsible como pretenden hacernos creer. Ya se verá si las elecciones europeas marcan el inicio del año Mariano o solo son uno de esos chutes de adrenalina tan necesarios y habituales en política. A pesar de todo, si los chicos del PP quieren celebrar esta victoria por todo lo alto, que lo hagan, pero que no se olviden de invitar a Pirro, así la lista de triunfos y expectativas no solo estará completa, sino que también será realista.
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