Antes, a los jovencitos que se pasaban el día tumbados en el sofá y cuya única actividad era la de tocarse los huevos, se les calificaba, sin excesivas contemplaciones, de vagos redomados. Esa conducta no resultaba del todo inocua, ya que no solo comprometía el futuro de sus protagonistas, sino también la salud de sus padres. De hecho, la principal causa de hipertensión entre adultos con hijos adolescentes era tener un zombi incrustado en el sillón de la salita.
Sin embargo, a pesar del amplio consenso existente respecto a la clasificación de esos jóvenes, unos psicólogos y sociólogos bien dispuestos a pasarse la navaja de Occam por el arco del triunfo, en combinación con unos padres consentidores y una sociedad empeñada en dejar de llamar a las cosas por su nombre, les han puesto una nueva etiqueta. Estos chicos ya no son unos gandules recalcitrantes, sino miembros de una generación llamada Ni-Ni (Ni estudian - Ni trabajan). Esta clasificación resulta sorprendente no solamente porque da carta de naturaleza a esos chicos y los reafirma en su pasividad, sino porque al mismo tiempo desprecia el esfuerzo de miles de jóvenes, de todos los tiempos y lugares, que cada mañana se levantan tratando de tener una vida mejor, incluso cuando saben que el esfuerzo puede tener una magra recompensa.
Por supuesto que no estoy cuestionando el derecho de un joven a sentirse desalentado, desanimado o desorientado, hacerse adulto no es una tarea sencilla. Pero es que no estamos hablando de una crisis personal, ni siquiera de una situación de abandono temporal de los estudios o de un periodo de desempleo, no señor, estamos hablando de jóvenes que sin ningún rubor declaran estar dispuestos a no dar un palo al agua en su vida. En todo caso y como parece inevitable que esos jóvenes sean reclasificados, solo sugiero un pequeño cambio en la denominación, en lugar de Ni-Ni, deberían ser llamados Ni-Ni-Ni (Ni estudian - Ni trabajan - Ni tienen intención de hacerlo) o en su defecto que quienes les han puesto etiqueta a esos ñoños y encuentran excusas para su conducta deberían acogerlos en sus casas una temporada, a ver si después de meses de soportar su indolencia y sus reiteradas peticiones de dinero para alimentarla, se dejan de hostias y vuelven a la explicación más sencilla y al viejo concepto de vagos redomados.
Sin embargo, a pesar del amplio consenso existente respecto a la clasificación de esos jóvenes, unos psicólogos y sociólogos bien dispuestos a pasarse la navaja de Occam por el arco del triunfo, en combinación con unos padres consentidores y una sociedad empeñada en dejar de llamar a las cosas por su nombre, les han puesto una nueva etiqueta. Estos chicos ya no son unos gandules recalcitrantes, sino miembros de una generación llamada Ni-Ni (Ni estudian - Ni trabajan). Esta clasificación resulta sorprendente no solamente porque da carta de naturaleza a esos chicos y los reafirma en su pasividad, sino porque al mismo tiempo desprecia el esfuerzo de miles de jóvenes, de todos los tiempos y lugares, que cada mañana se levantan tratando de tener una vida mejor, incluso cuando saben que el esfuerzo puede tener una magra recompensa.
Por supuesto que no estoy cuestionando el derecho de un joven a sentirse desalentado, desanimado o desorientado, hacerse adulto no es una tarea sencilla. Pero es que no estamos hablando de una crisis personal, ni siquiera de una situación de abandono temporal de los estudios o de un periodo de desempleo, no señor, estamos hablando de jóvenes que sin ningún rubor declaran estar dispuestos a no dar un palo al agua en su vida. En todo caso y como parece inevitable que esos jóvenes sean reclasificados, solo sugiero un pequeño cambio en la denominación, en lugar de Ni-Ni, deberían ser llamados Ni-Ni-Ni (Ni estudian - Ni trabajan - Ni tienen intención de hacerlo) o en su defecto que quienes les han puesto etiqueta a esos ñoños y encuentran excusas para su conducta deberían acogerlos en sus casas una temporada, a ver si después de meses de soportar su indolencia y sus reiteradas peticiones de dinero para alimentarla, se dejan de hostias y vuelven a la explicación más sencilla y al viejo concepto de vagos redomados.
1 comentario:
Magníficas tus líneas.
Yo también prefiero seguir usando el viejo concepto de vagos redomados para referirme a esa caterva, que por lo que he leído por ahí superan los 750.000 en España.
Desgraciadamente en este país sufrimos un nuevo tipo de censura instaurada por los inquisidores de la correción política, y ya no se puede llamar a las cosas por su nombre, al menos en el ámbito público.
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