martes, 13 de octubre de 2009

Grandes esperanzas

El nuevo Nobel de la Paz concedido a Barack Obama me ha dejado un poco desconcertado, supongo que no seré el único. Nueve meses de presidencia, muchos discursos, tan importantes como el de la universidad del Cairo y algunas iniciativas que por el momento no se han concretado ni se han traducido en un nuevo orden mundial. Esto por supuesto no significa que Obama haya renunciado a sus promesas electorales, ni que abrumado por la tarea haya decidido rendirse(menudo panorama dejaron los neocon), sino que toda política, antes de dar sus frutos requiere un tiempo para desarrollarse. La cuestión es otra, no creo que el objetivo del Nobel sea recompensar las buenas intenciones. ¿Alguien se imagina cuales serían los comentarios si el Nobel de Medicina fuera adjudicado a un científico, solo por el hecho de haber manifestado su intención de investigar y desarrollar una cura contra el cáncer? Posiblemente el comité en un gesto de discreción, fácilmente comprensible, esperaría a los resultados antes de entregar el galardón.

Es verdad que la concesión de estos premios, especialmente el de la Paz, en ocasiones ha resultado poco atinada, como el otorgado a un genocida de guante blanco como Kissinger. Pero llegar al punto de concederlo en función de unas intenciones no solo resulta ridículo, sino también desolador. Y no quiero que este punto de vista sea considerado un rechazo al discurso ni a las intenciones del Presidente Barack Obama, ni muchísimo menos. Incluso en mi deseo de encontrar una excusa medianamente razonable que lo justifique solo se me ha ocurrido pensar que quizá el comité solo ha pretendido reconocer la necesidad y el deseo de un cambio en el modelo de relaciones internacionales impuesto por la política exterior de Bush.

Sin embargo no puedo dejar de sentir un escalofrío cuando me pregunto porqué se ha ignorado a otras personas y causas que seguramente reúnen más méritos para acceder a este premio, si ha sido una decisión condicionada por una respuesta mediática y popular favorable o la constatación de una sospecha que todos tenemos, que nuestro planeta está tan necesitado de paz y tan escaso de gestos para alcanzarla que ya nos hemos resignado y nos conformamos con premiar las promesas.

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