“Ojalá vivas tiempos interesantes”. Este proverbio chino ha debido de ser muy recordado por el señor Rajoy en las últimas semanas. Cierto es que mi naturaleza mezquina me impide compadecerlo y mis bajas pasiones, desprovistas de cualquier atisbo de sentido común, me devuelven a una condición desconocida para mí, la del leñador encantado de hacer leña del árbol caído. Vale, es cierto, este país necesita una oposición responsable, coherente e implicada en el gobierno de la nación y capaz de tomar el relevo si así lo deciden las urnas. Pero hasta la fecha no ha sido así y por lo tanto me siento muy predispuesto a recordar los “buenos” y viejos tiempos que estos descerebrados nos dieron a todos. Y también pensado en la manifestación contra el aborto que reunirá mañana a obispos, seminaristas y huele sotanas, me he concedido unos minutos, no solo para recrearme con los problemas del PP, sino también para disfrutar con ellos. Una vez acabada esta entrada volveré al redil de lo políticamente responsable, pero mientras tanto…creo que lo llaman barra libre.
Corren tiempos revueltos dentro del PP, hasta el punto de que la trama Gürtel está llevando al límite de su resistencia a la estructura organizativa de este partido y desautorizando de forma clara y contundente a su secretario general. Siempre he sospechado que Rajoy vivía de “prestado” en términos políticos. Su liderazgo depende de unos barones regionales, que si algo tienen claro es que en sus respectivos territorios quienes mandan son ellos. El escándalo de corrupción está demostrando de una forma descarnada no solo los delicados equilibrios de poder dentro de ese partido, sino que también está poniendo a prueba su estructura organizativa. Esto no ocurre únicamente porque los barones regionales se nieguen a cumplir las directrices de calle Génova, sino porque también han hecho algo muy peligroso para la credibilidad y cohesión de cualquier organización. Han demostrado a sus militantes y cargos intermedios la disposición de los “primeros espadas” del partido a sacrificarlos a la mínima de cambio, utilizándolos como chivos expiatorios con tal de salvar el cuello. Y pese a lo que digan los comunicados y los titulares de los medios afines, Esperanza Aguirre sacrificó a tres diputados autonómicos, que no han devuelto su acta y por lo tanto continúan aforados, solo porque la aritmética parlamentaria le era favorable y no ponía en peligro la estabilidad o continuidad de su gobierno. En otro supuesto matemático la inefable Esperanza hubiera recurrido a una de sus absurdas y esperpénticas explicaciones a las que ya nos tiene acostumbrados para evitar cesar a nadie.
A todo esto mañana en Madrid hay manifestación contra el aborto. Y como todos esos señores y señoras, tan bien vestidos, educados y tolerantes, no pueden ir a una sin que el cielo les muestre su favor en forma de milagro, puede que seamos testigos de cómo Lázaro vuelve a andar o de la resurrección del Mesías llamado José Mari. Y si este es el caso, puede que mañana Rajoy descubra, cuando tenga que soportar la humillación de que Aznar sea recibido a gritos de “Presidente, Presidente”, que la sombra del ciprés es alargada.
Corren tiempos revueltos dentro del PP, hasta el punto de que la trama Gürtel está llevando al límite de su resistencia a la estructura organizativa de este partido y desautorizando de forma clara y contundente a su secretario general. Siempre he sospechado que Rajoy vivía de “prestado” en términos políticos. Su liderazgo depende de unos barones regionales, que si algo tienen claro es que en sus respectivos territorios quienes mandan son ellos. El escándalo de corrupción está demostrando de una forma descarnada no solo los delicados equilibrios de poder dentro de ese partido, sino que también está poniendo a prueba su estructura organizativa. Esto no ocurre únicamente porque los barones regionales se nieguen a cumplir las directrices de calle Génova, sino porque también han hecho algo muy peligroso para la credibilidad y cohesión de cualquier organización. Han demostrado a sus militantes y cargos intermedios la disposición de los “primeros espadas” del partido a sacrificarlos a la mínima de cambio, utilizándolos como chivos expiatorios con tal de salvar el cuello. Y pese a lo que digan los comunicados y los titulares de los medios afines, Esperanza Aguirre sacrificó a tres diputados autonómicos, que no han devuelto su acta y por lo tanto continúan aforados, solo porque la aritmética parlamentaria le era favorable y no ponía en peligro la estabilidad o continuidad de su gobierno. En otro supuesto matemático la inefable Esperanza hubiera recurrido a una de sus absurdas y esperpénticas explicaciones a las que ya nos tiene acostumbrados para evitar cesar a nadie.
A todo esto mañana en Madrid hay manifestación contra el aborto. Y como todos esos señores y señoras, tan bien vestidos, educados y tolerantes, no pueden ir a una sin que el cielo les muestre su favor en forma de milagro, puede que seamos testigos de cómo Lázaro vuelve a andar o de la resurrección del Mesías llamado José Mari. Y si este es el caso, puede que mañana Rajoy descubra, cuando tenga que soportar la humillación de que Aznar sea recibido a gritos de “Presidente, Presidente”, que la sombra del ciprés es alargada.
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