lunes, 22 de febrero de 2010

Disimulos

Hace ya algunos años, una mañana de domingo, sonó el teléfono. Por aquel entonces yo aún conservaba la costumbre de acostarme lo suficientemente tarde como para que pareciera temprano, así que aquella llamada resultó de lo más inoportuna. Al otro lado del teléfono un amigo, que a esas horas aún arrastraba las eses, me preguntó, como el que no quiere la cosa, qué podía pasar si te “pillaban” con algo de “maría”. Con muy poca educación le recomendé que llamara a un abogado, eso si era capaz de encontrar uno en Domingo, y que me dejara dormir. Aún así me picó la curiosidad, le pedí que me contara la historia y la empezó de la peor manera posible: “tengo unos amigos…”. Una vez aclarado que los amigos no eran una invención narrativa me explicó de qué iba el asunto.

Resulta que esos chicos, vamos a llamarlos Pepe Gotera y Otilio, tenían la costumbre de hacerse un porro de vez en cuando, es decir, más de una vez al día. Pero como eran ahorradores, bien avenidos y lo compartían casi todo, tenían por costumbre comprar la suficiente cantidad de “material” para que les durara todo el mes, así les hacían descuento y se evitaban algunos viajes. No debéis pensar que aquellos muchachos eran unos impresentables, eran jóvenes de buena familia, con novias de toda la vida y estudios universitarios, lo que demuestra que quizá la Universidad dé títulos pero no sentido común. En resumen, eran el sueño de cualquier padre mal informado. La cuestión es que esos jóvenes regresaban un sábado por la noche de su compra mensual cuando se encontraron con un control policial que les dió el alto. Supongo que circular dos personas en un ciclomotor sin casco, ni luces fueron razones suficientes para que los agentes les pidieran los papeles del vehículo. Entonces, haciendo alarde de mucha sangre fría y gran autocontrol, uno de ellos salió corriendo. Su compañero, al verse solo ante el peligro, siguió su ejemplo. En ese momento hasta el inspector Clouseau se hubiera percatado de que allí pasaba algo raro y la policía, después de recuperarse de la sorpresa o de la carcajada, los persiguió. Tras una corta carrera fueron detenidos y llevados a comisaría a la espera de pasar a disposición judicial.

Ésa era la historia. Debo reconocer que hacía rato había perdido el tacto y la compostura y me estaba riendo sin disimulo. No sé cómo terminó el asunto, ni nunca me interesó saberlo, ya tengo bastante con mi propia necedad. Pero sí me quedo muy claro que algunos están acostumbrados a vivir en un estado permanente de disimulo y llegan a pensar que el resto del mundo está sordo y ciego, así pasa lo que pasa, que un micrófono abierto, un gesto desagradable o una moto sin luces acaba dejándolos en evidencia.

1 comentario:

Fuentenebro dijo...

La realidad, muchas veces, supera a la ficción. Los casos de los dos etarras detenidos que tenían página en Facebook con fotos en las que se les identificaba perfectamente con camisetas de la selección española, o del cura que, además de robar a sus feligreses, se anunciaba en un periódico con fotos en paños menores (de estética más que discutible)ofreciendo sus servicios sexuales a cambio de dinero; no son más que grotescos ejemplos de la estupidez de quienes se creen a salvo de miradas u oídos ajenos.