miércoles, 3 de febrero de 2010

Otra de pensiones

La noticia de que el gobierno valoraba la posibilidad de ampliar la edad de jubilación a los sesenta y siete años generó un agrio debate entre mis compañeros de trabajo. La discusión no giraba en torno al anuncio de la medida, sino sobre una cuestión que, sin necesitar una resolución urgente, más tarde o temprano deberíamos afrontar. La polémica no tenía nada que ver con posicionamientos de carácter ideológico, sino fisiológico. Todo el mundo sabe que con la edad la próstata empieza a jugar malas pasadas, así que estamos algo inquietos por lograr posicionar nuestra mesa lo más cerca posible del cuarto de baño. Evidentemente no es una cuestión urgente pero, ya que ahora todo el mundo muestra tanto interés por nuestro futuro, no está de más que nosotros también empecemos a hacerlo. También es posible que nunca lleguemos a tener que preocuparnos por la cuestión, ya que la empresa, siguiendo los usos y costumbres habituales, puede optar por ponernos a todos de patitas en la calle nada más cumplir los cincuenta y sustituirnos por gente más joven, dinámica y por supuesto, con una obligada disposición a cobrar menos.

Ahora resulta que los españolitos debemos retrasar nuestra edad de jubilación porque tenemos el mal gusto de vivir más que nuestros bisabuelos. Sin embargo la interpretación estadística puede ser muy creativa y posiblemente si quienes la hacen, no tuvieran tanto interés en llevarnos al huerto, matizarían la afirmación de que la expectativa de vida de los españoles se ha incrementando en relación a otras generaciones. Entre otras cosas, porque la mortalidad infantil se ha reducido drásticamente y las muertes prematuras por razones de guerras, carencias sanitarias o falta de asistencia médica son muy reducidas. Así que es posible que nuestros abuelos vivieran menos estadísticamente solo porque muchas personas morían de forma prematura y eso reducía la expectativa media de vida. También nos han contado que en España los trabajadores se jubilan como media a los 62,5 años, pero han olvidado mencionar que en la Unión Europea lo hacen a los 58 años.

Es evidente que nuestra economía está pasando por momentos muy difíciles, lo que ya no está tan claro son los motivos por los que el FMI, el Foro de Davos y los vendedores de humo del mundo financiero han unido sus fuerzas para amplificar esas dificultades. Problemas que según estos neoliberales, se reducen al mercado de trabajo y al sistema público de pensiones. En cambio, el desastre financiero, el rescate de los bancos con dinero público y un modelo de desarrollo sustentado en el ladrillo y la especulación son cuestiones que, por irrelevantes, ni se mencionan. Parece ser que para esta gente los problemas solo son reales si la solución recae en los ciudadanos, pero cuando el remedio pasa por incrementar los impuestos de las rentas más altas, que los beneficios bancarios tributen más o regular los mercados financieros, entonces los problemas o no existen o solo son invenciones resultado de la demagogia.

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