martes, 18 de mayo de 2010

Aznar tiene razón


El señor Aznar, en una de sus reapariciones relámpago, se ufanaba de tener la solución a la crisis. Su receta, la de siempre, esa fórmula neoliberal que en tiempos de bonanza nos permite compartir sus migajas y en cuanto llega la recesión nos deja en pelota picada llamándolo sacrificio. Sus palabras no solo evidencian que lo suyo quizá sea hacer abdominales y correr largas distancias como si fuera una gacela, sino también que a la hora de sudar, su cerebro no se lleva la peor parte. Dejando de lado sus recetas económicas, tan magistrales como sonados son sus fracasos, la última aportación del individuo al subconsciente colectivo fue para caerse de la silla o como diría un castizo, para mear y no echar gota. Tras haber enumerado sus siete medidas, de pedir por vigesimoctava vez que el presidente del gobierno se fuera (parece que se la tenga jurada), remató la entrevista afirmando que la izquierda no había sido capaz en 160 años de solucionar una crisis y, contra todo pronóstico, esta vez tiene razón.

Es un hecho histórico, la izquierda está formada por vagos redomados que hasta 1879 no se decidieron, en España, a formar un partido socialista, el PSOE, el cual durante mucho tiempo fue ilegal. Y esta indolencia es consustancial y común a todos los movimientos de izquierda. De hecho, Marx fue el mayor de sus gandules. Después de años de explotación obrera, de prohibición y represión sindical, tuvo las santas narices de esperar a 1848 para redactar el Manifiesto Comunista y total para nada. Hasta la década de los sesenta de ese mismo siglo casi nadie se lo leyó, y mira que es corto ( el manifiesto, no el filósofo). Incluso una vez montado el tinglado ideológico y después de que la gente tuviera tiempo de leérselo, la censura tiene esas cosas, la izquierda no solo demostró que tenía aversión a ser legalizada (en la clandestinidad se vivía estupendamente), sino que también sus lideres y simpatizantes sentían una gran afición por las cárceles y se morían porque les aplicaran la ley de fugas. Además de todo esto, sus posibles votantes, casi siempre gente pobre como ratas, pasaba de ir a votar por aquello del voto censitario que solo reconocía este derecho a quien poseía alguna propiedad (los piojos no contaban como tal). Esta claro, con esa chusma indolente y desinteresada no me extraña que hasta los años treinta del siglo XX no se formaran en unos pocos países europeos los primeros gobiernos de izquierda que, para sobrellevar y repartir el trabajo que suponía superar la crisis del 29, se unían en los Frente Populares.

Alguien dirá que el liberalismo primero y el capitalismo después, han sido una fuente de progreso, eso si podemos ignorar no solo la miseria, las guerras y la muerte sobre los que se ha construido, sino también que desde que lo parió Adam Smith (de eso hace más de 160 años) no ha habido una década en que este sistema no tuviera una crisis que siempre iba a ser la última. Alguien debería suspender al Sr. Aznar en historia con efectos retroactivos, aunque sospecho que le da exactamente igual, no es el único suspenso que acumula y el que le pusieron los ciudadanos de este país no lo levanta ni en cuarta convocatoria. Quizás esto explique el resentimiento que muestra hacia su país y la saña que pone en sus críticas.

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