miércoles, 23 de marzo de 2011

Performance

Hace un par de semanas un grupo de jóvenes (mayoritariamente mujeres) irrumpió en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid y montó un numerito, o como lo llaman los iniciados una “performance”. Algunas de las chicas se quitaron la camiseta, se besaron entre ellas (qué barbaridad, dos mujeres besándose) y leyeron textos que resultaron ofensivos para el párroco y algunas de las alumnas que en ese momento estaban rezando. En resumen, montaron uno de esos follones a los que nuestra Santa Madre Iglesia está muy poco acostumbrada, al menos en casa propia. Claro que puestos a montar numeritos, a los seguidores de Simón Pedro no les gana ni Dios. Más tarde, metidos en el papel de mártires, denunciaron que la iglesia había sido profanada y el cura, que inicialmente negó cualquier tipo de agresión, más tarde se desdijo de su primera declaración. Supongo que ver y no poder tocar en el aparentemente célibe universo de curas y monjas, puede ser considerado un atentado.

La policía arrestó a cuatro jóvenes, supuestamente relacionados con los hechos, para tomarles declaración, en un gesto que podría ser interpretado como la variante laica del “cuidado con lo que haces que Dios lo ve todo y puede castigarte”. Estas detenciones no solo acreditan que la Iglesia tiene la piel muy fina, sino también que hay demasiados meapilas con poder institucional y callos en las rodillas de abusar del reclinatorio, bien dispuestos a utilizar los instrumentos del estado de derecho para perseguir a cualquiera que se atreva a cuestionar a una iglesia desprestigiada por sus propios actos y excusas. Posiblemente la laicidad del estado español no sea más que una entelequia y es comprensible que algunas personas, probablemente muchas, estén ya hasta las narices de aguantar los despropósitos verbales de una jerarquía eclesiástica, intransigente y combativa con los derechos de las mujeres y que luego muestra una actitud laxa respecto a los abusos de menores.

Están en su derecho a sentirse ofendidos, como otros podemos estarlo de su lenguaje apocalíptico e hipócrita y pueden exigir el amparo de la justicia, pero que al menos lo hagan con el dinero del cepillo. Y si éste no es suficiente siempre pueden solicitar un préstamo a las monjitas que guardaban un millón de euros en bolsas de basura en su convento. Esta es otra, ese dinero tiene toda la pinta de no haber visto una delegación de hacienda ni en pintura, lo que me lleva a preguntar: ¿si defraudar cantidades superiores a los 120.000 euros se considera delito porqué nadie aún ha citado a declarar a la madre superiora? ¿Será que la doble vara de medir no es patrimonio exclusivo de la Iglesia?

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