jueves, 30 de agosto de 2012

Ecce homo

“He aquí el hombre”, pensó la octogenaria leyendo el título de la obra o evocando las palabras de Pilatos. Da igual, la buena mujer con mucha voluntad, deseos de ayudar o simplemente llevada por la fe, logró con su intervención (desconocemos si guiada por una mano divina) elevar un cuadro irrelevante a la categoría de fenómeno mundial. Antes de que nadie me lance, metafóricamente hablando, un ladrillo a la cabeza, aviso de que no desprecio la obra de ningún artista, bueno de algunos sí, pero a esos casi siempre les va de puta madre, así que les debe importar un comino la opinión de sus semejantes. Aclarado este delicado punto tenemos que reconocer que la mujer pecó de arrogancia al pensar que con un poco de Mistol arreglaba los problemas del cuadro, pero también fue capaz de confesar su error, un ejemplo que debería ser seguido por todos, políticos incluidos. También es verdad que nuestra constitución impide que ninguna persona mayor de setenta y cuatro años sea encarcelada, como tampoco contempla la pena capital o la amputación de manos, así que lo mismo antes del acto de confesión hubo uno de consulta (jurídica), pero eso son detalles que no vienen al caso.

La cuestión, lo verdaderamente importante desde mi humilde y daltónico punto de vista, (que perdió todo su entusiasmo por la pintura después de Hopper), es que al anónimo cuadro pre-restauración le están lloviendo elogios y a la abuela, la mejor representante que ha podido tener un artista, chuzos de punta. Evidentemente la anciana se merece los chuzos, pero lo que no tengo tan claro es que el cuadro se merezca demasiados elogios (con todos los respetos). Además, si no ponemos muy puñeteros podríamos hacer un repaso a algunas de las “restauraciones” de obras realizadas por expertos, que desde luego no desmerecen el trabajo de la abuela del Mistol. Por citar solo un ejemplo muy cercano, hace unas semanas tuve un gran susto, pensé que iba a sufrir ceguera de montaña cuando contemplé en televisión la presentación del Patio de los Leones tras su restauración. Realmente mi primera impresión es que transmitían imágenes de la inauguración de alguna pista de hielo, tanto blanco brillante invitaba a patinar, pero no, era el resultado final de “años” de trabajo (luego hablan de productividad). Cualquiera podría pensar que el uso del Patio de los Leones, expuesto al inclemente sol del verano andaluz, era el de torturar a invitados inoportunos o a prisioneros. Aunque también era posible que a alguien se le hubiera ido la pelota con la restauración.

Si excavamos un poco parece ser que el leonino patio solo tenía la simple y humilde grava y unos pocos árboles ( qué agradable es la sombra), y que la obsesión por el mármol solo es una de las muchas interpretaciones que corren por ahí, ganando la opinión del que tenía que limpiarlo. Así que en cuestión de restauraciones, el que esté libre de cagadas que tire la primera pincelada. Aunque nadie se ha preguntado si la anciana, influenciada por el manga, realizó una reinterpretación. Seguramente hubiera sido más adecuado que la hiciera sobre lienzo blanco, pero corren tiempos de crisis económica y de humildad. Cualquiera con un pincel y dos horas en un taller de pintura parroquial cree que puede mejorar la obra de otros.

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