jueves, 14 de enero de 2010

Cordón sanitario

A nadie se le escapa que, desde el once de septiembre del 2001, EEUU inicio una cruzada internacional para combatir el terrorismo. Invocando su derecho a la legítima defensa, llevaron la guerra tan lejos de sus fronteras como les ha sido posible. Esta estrategia de ganar profundidad geográfica a costa de los territorios, el sufrimiento y los derechos de otros seres humanos no es nueva y, tradicionalmente, siempre ha sido el eje de su política de defensa. Como tampoco es una novedad que estas guerras siempre han servido como excusa para saquear los recursos naturales de naciones soberanas (Qué es una guerra sin beneficios). Corea, Vietnam, Chile y Argentina son solo unos pocos ejemplos de los campos de batalla donde los fanatizados anticomunistas de la CIA libraron sus batallas durante la guerra fría.

Es en este contexto histórico y político donde podemos englobar las medidas de seguridad que pretenden generalizarse en todos los aeropuertos. Los aliados europeos más incondicionales o más sumisos, se han transformado en las nuevas fronteras de EEUU y sus cuerpos de seguridad en sus guardias fronterizos. Da la impresión de que nuestros países son el cordón sanitario que mantiene alejado el terrorismo de la sacrosanta patria de Mickey Mouse. Mientras nuestros recursos son utilizados para custodiar las fronteras del Tío Sam, muchos de los problemas que hicieron posible los atentados del once de septiembre no han sido aún resueltos. Los servicios de inteligencia estadounidenses, mal llamados por algunos servicios de encefalograma plano, continúan dando muestras de una incompetencia que no solo resulta desalentadora, sino también sospechosa y las empresas encargadas de la seguridad de los aeropuertos no han mejorado ni la preparación ni las condiciones laborales de sus empleados.

Resulta complicado entender por qué motivo un país como España ha de invertir dinero en caros equipos como esos escáneres que desnudan a los ciudadanos y que los mismos expertos reconocen que son poco eficaces a la hora de detectar el tipo de explosivo utilizado por Al Qaeda. Si a esa posible ineficacia técnica, sumamos el hecho de que el atentado más terrible de nuestra historia tuvo lugar en unos trenes y no en aviones, esto hace más incomprensibles estas medidas de seguridad. No es lógico que la errónea política antiterrorista norteamericana, restricciones de derechos civiles incluidos, que ha convertido medio planeta en un polvorín deba de ser aplicada de forma mimética y sin sentido crítico por otras naciones. Las acciones terroristas se evitan con servicios de información eficaces y el terrorismo de Al Qaeda con medidas policiales, pero sobre todo, combatiendo las situaciones de desigualdad e injusticia que no solo lo nutren de mártires sino que también lo justifican y glorifican.

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