martes, 5 de enero de 2010

Noche de Reyes Magos

Seguramente el mejor regalo de Reyes que me han hecho en mi vida fue uno que nunca llegó. Por alguna extraña razón ese año me había obsesionado con una batería, no de cocina, sino ese instrumento musical con tambores y platillos. Supongo que los “Reyes Magos” no compartieron mi entusiasmo y optaron por dejar otro regalo. Nunca he logrado averiguar las razones de aquel cambio. Quizá no quisieron asumir la responsabilidad de que aquel niño le tomara gusto a las baquetas y con el tiempo se dejara el pelo largo y se hiciera músico o simplemente, quisieron evitar una tragedia y eludir la responsabilidad de que aquel tierno infante pudiera ser estrangulado por algún amante de la música o del silencio.

Sea como fuere, aquel año me quedé sin la batería. Pero una vez repuesto de la decepción descubrí (quien no se consuela es porque no quiere), que aquella desilusión contenía una lección de vida de incalculable valor y que más adelante me sería de mucha utilidad. De hecho fueron dos las lecciones, la primera es que uno debe atender a sus sueños, toda esa noche estuve soñando que al despertarme no encontraría la batería. Y la segunda lección, no por eso la menos importante, es que las ilusiones son algo muy personal y en raras ocasiones son compartidas por otra persona.

Después de aquella noche hubo algunas más en las que aún continuó reinando la magia y la decepción de aquella mañana no se volvió a repetir. Sin embargo no logro recordar ninguno de aquellos regalos que sí cumplieron mis expectativas y en cambio, no he podido olvidar aquella batería. Quizá por eso, por estas fechas, mis peticiones e ilusiones rozan lo imposible e incluso en ocasiones lo extravagante, sé que nunca serán atendidas, pero tampoco olvidadas.

2 comentarios:

Fuentenebro dijo...

El único juguete con el que me encapriché de pequeña fue el Nenuco. Estaba loca por ese muñeco, ninguno se le acercaba siquiera.
El primer año que lo pedí a los Reyes Magos, me trajeron un Mocosete. El segundo año lo supliqué y conseguí otra imitación barata. El tercer año...el tercer año lo pedí en casa de mi madrina. Aún lo guardo, tras haber pasado por las manos de mi hija, y me encanta.
También fue una lección curiosa.

Josep Xurigué dijo...

Querido Javi,

es una entrada muy bonita, con mucha sensibilidad, me has llegado muy adentro. Enhorabuena.

En unos días nacerá nuestra hija Clara, estamos muy contentos, te lo haré saber. A ver si algún día le puedo leer esta entrada o se la cuentas tu. Un fuerte abrazo, Josep